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Cuando la mirada verde se topó con la ámbar fue como si la selva se topase con el fuego, el de melena blanca dio una sonrisa cínica al ver quien había despertado, aquella confusión le fue totalmente satisfactoria, y no, no fue algún fetiche, en lo absoluto, su risa era porque realmente le causaba gracia.

—Hola Green— aquella voz salió relajada y divertida, parecía que se divertía demasiado con las reacciones de la rubia, así que quería provocarlas como le fuese posible.

—Sueltame Beamound— siseo la de ojos verdes mientras se movía con torpeza, y el sueltame venía al caso porque sus muñecas estaban atadas, como si fuera una película de James Bond y estuviera contra el villano que le amenazaba con cortarlo con un láser por la mitad.

—¿O que? ¿Me vas a golpear?— el cenizo soltó una carcajada.

—¡¿Donde está Lapis?!— su mirada iba de un lado al otro buscando a la morena de ojos azules, hasta que dio con ella, estaba atada de pies y manos, una mordaza cubría su boca para evitar sus gritos, quiso hablarle, pero estaba inconsciente —Mira, haz lo que quieras conmigo, pero a ella déjala fuera de esto— los ojos ámbar del cenizo se cerraron gracias a la magnitud de las carcajadas que sonaron.

—Si estuvieras libre entonces no habría problema, pero no lo estás, y no tienes nada que yo quiera— el chico dejó su asiento para tomar el rostro de la más baja, que temblaba de rabia e impotencia —así que ambas... bueno, no tendrán el mejor de los destinos— aquel brillo que tenía en los ojos era de diversión y maldad pura.

—Mierda, enserio, te daré lo que sea, te lo ju…— la bofetada con la que fue silenciada tuvo tal intensidad que le volteó el rostro.

—Cállate, solo eres más mierda en este mundo— dio media vuelta y caminó a la única puerta de la habitación, pero un comentario de la de cabellos dorados le detuvo.

—Creí que éramos amigos— y no, el comentario no le dolió en lo absoluto como cualquiera esperaría.

—No sólo porque hayamos convivido somos amigos, es tan estúpido como decir que tu le tienes empatía a esas perras que no tienen nada de experiencia comiendo pollas, porque no la tienes— aquel chico desapareció dejando a la rubia más pálida de lo que ya era, no le había gustado para nada ese comentario, en lo absoluto.

Cuando Lapislázuli despertó vio a la rubia con las muñecas laceradas y con las lágrimas tratando de salir de sus ojos, se veía cansada.

Trató de decir algo, pero las palabras no le salieron, la mordaza que tenía le estaba secando la boca y no le permitía armar alguna oración inteligible.

Vio como Peridot se esforzaba por deshacerse de las sogas que tenían sus manos, estirandose todo lo que podía para morderla y desgastarla con los dientes, como lo había hecho anteriormente, dejandose también los labios lacerados, la puerta abriéndose de golpe hizo que se detuviera, ambas temblaron ante la intimidatoria mirada del más alto.

—Miren, como se han portado muy mal voy a castigarlas— la sonrisa cínica del de mirada ámbar les dio muy mala espina —¿Por quien empiezo? ¿La golfa o la retrasada?— Peridot iba a responder, pero un zumbido resonó, la mejilla de la rubia estaba abierta, y la de cabellos azules se alteró —Es retórica retrasadas— la aclaración hizo que ambas cerrarán la boca.

Luego de jugar con las mentes de sus prisioneras decidió que sería más castigo enfermar lentamente al feto que tenía adentro la morena para que al final hiciera un aborto natural, así que con el látigo preparado, la rubia desnuda del torso, puesta de espaldas y la morena viendo en dirección a Peridot empezó el castigo.

El primer latigazo hizo gritar de dolor a la rubia, y dejó un surco en esa espalda llena de cicatrices.

El segundo hizo que se lastimase la garganta por la blasfemia que salió de sus labios, pero eso no le gustó a su captor.

—Mala perra, no se blasfema— y el tercer latigazo arrancó un aullido de dolor a la más baja.

Lapislázuli veía con horror los surcos que dejaba aquel látigo, surcos que luego de un rato empezaron a inflamarse, dando la incomoda visión de que no eran marcas, sino gusanos que se encontraban bajo su piel.

Al parecer lo había hecho a propósito, ¿La razón? Sencilla, cualquiera que conociese lo suficiente a aquella embarazada sabría su gran desagravio para con los insectos, de cualquier tipo, incluso las mariposas le parecían totalmente repugnantes, y definitivamente la visión de la espalda de la rubia con esas marcas incomodaban de gran manera, y no sabía que era peor, escuchar los gritos de Peridot, ver las marcas en formas de gusanos o toda la sangre que estaba saliendo de aquella herida monstruosa de la espalda de la más pequeña.

Peridot por su parte no podía estar más feliz de que el castigo le estuviese tocando a ella y no a la de cabellos azules que empezaban a ser negros, su alegría se debía a que si la golpeaban a ella se olvidarian de Lapislázuli, así el bebé y la madre estarían a salvo de las garras del joven Beamound.

Y aquel pensamiento que había sido antes hipotético se volvía real, tan real como los azotes que estaba recibiendo.

...

Cuando terminó aquel castigo gracias a que el cenizo se había cansado Peridot fue tirada al igual que una muñeca de trapo en el suelo, no se tomó la molestia de amarrarla, no la creía tan resistente para que luego de casi una hora de azotes pudiese levantarse y hacer algo.

Pero claro, tenía razón, la rubia estaba a punto de perder la consciencia por la brutal paliza que le habían dado, y no era para menos, su espalda estaba casi hecha jirones de carne y sangre, algo sumamente desagradable, doloroso y sobre todo destructivo, cumpliendo el objetivo de darle una lección a la rubia.

La de ojos verdes apenas y podía mantenerse despierta, sus ojos ardían por las lágrimas y su garganta estaba lacerada totalmente por los gritos y aullidos de dolor que había dado gracias a los azotes recibidos, pero se sentía bien, no había arruinado más la vida de Lapislázuli, y con eso se daba por bien servida.

O al menos eso creyó hasta ver la mirada de disgusto de la morena, mirada que parecía que iba a quemarla viva y lo haría lenta y dolorosamente para disfrutar de su sufrimiento.

Las emociones de Lapislázuli estaban totalmente revueltas, la compasión y todo el cariño que sentía por la rubia era opacado por la ira, tristeza, importancia y una masa gigante de emociones negativas que recorrían su sistema nervioso.

"—Prisionera ¡Otra vez soy prisionera! ¡Debí irme cuando pude! Pero no, ahí voy de pendeja a hacerle caso a mis putos instintos y a esa estúpida, es la última vez que caigo en alguna situación por culpa de esa enana, ¡La última!—" trataba de blasfemar, pero la mordaza limitaba todo a sus pensamientos, y vaya que Peridot debía estar agradecida por eso, de otro modo sentiría la furia de una embarazada de casi 5 meses, y vaya que enserio debía agradecer el que Lapislázuli estuviera amarrada, porque de otro modo aquella tanda de azotes sería solamente la primera parte de su martirio.

—Que bueno que te encuentras bien— la voz del gremlin se escuchaba rasposa y gutural, tanto que entre su voz y la de salad fingers no había mucha diferencia.

"—¿¡A esto llamas bien estúpida!?—" sus ojos reflejaban toda la furia que sentía.

Y si, volvía a odiar a Peridot.

Porque por su culpa estaban secuestradas por un maniaco.

Por su culpa ambas serían dañadas.

Y lo más probable es que sería lo último que verían en sus miserables vidas.

Los Rescatistas (Terminada)Where stories live. Discover now