11. Evasivas

1.5K 130 4
                                    

Volví a casa esa noche con un sabor amargo en la boca. Constantemente me decía a mí misma que no había sido una buena idea ir a casa de Justin, en lo absoluto, pero mi subconsciente seguía insistiéndome que era algo que necesitaba hacer. Y no siempre es una buena experiencia hacer algo necesario.

Así que me quedé allí, reflexionando en lo que había sucedido. ¿Qué esperaba de él, de todos modos? ¿Qué se abriera por completo, y las cosas dieran un giro drástico en nuestra situación? Si eso fue lo que pensé al tocar su puerta, no conozco a Justin en lo absoluto.

Suspirando con una frustración que sabía no desaparecerá pronto, me desplomé en la cama y me preparé para enfrentarme a otro día de trabajo al día siguiente.

—Así que, ¿me dirás que hacías con el guapo gruñón fuera del consultorio? —Preguntó Lucy con picardía, metiendo un bocado de ensalada de frutas en su boca. Oliver frunció el ceño ante el apodo que Lucy había usado.

—Solo quería sacarlo de ese ambiente. Era una estrategia —me encojo de hombros. No tengo aún la suficiente confianza para hablar abiertamente de mis pacientes con ellos. De todos modos, lo que se habla y hace entre paciente y doctor es confidencial.

—Lucy, eso es algo confidencial —la regaña Oliver, como leyendo mis pensamientos. Ella mastica más lentamente su comida, como si hubiera sido atrapada haciendo algo malo.

—Lo sé, y lo siento. Lo siento mucho, Cheryl. Es que el chico es tan... inexpresivo, tan plano y oscuro. ¡Como Edward Cullen! —Exclama a susurros.

Yo pongo los ojos en blanco. —No metas a Edward Cullen en esto, Lucy. Estoy segura de que todos los pacientes que atiendo son humanos.

Ella se encoge de hombros. —Y Bella pensaba que todos en su clase de biología eran humanos.

—¿En qué me he metido? —Oigo susurrar a Oliver para sí mismo, pero la sonrisa en su rostro me dice que está jugando.

En el fondo, me pregunto cómo van las cosas entre ellos, y hago una nota mental de preguntarle a Lucy cuando estemos solas.

Justin no fue a la siguiente sesión que le correspondía. Ni a la siguiente, ni a la siguiente después de esa. Así que, tanto porque era mi deber como porque la curiosidad me carcomía, levanté el teléfono de mi oficina y llamé a Jade, su hermana.

Mordisqueé el final de un bolígrafo mientras esperaba al teléfono, hasta que su voz reemplazó los constantes pitidos. —¿Diga?

—Hola, Jade. Soy Cheryl.

—Oh, hola, Cheryl. La verdad no puedo decir que esperaba tu llamada.

Hice una mueca, aunque ella no la podía ver. Más que todo porque ella no la podía ver.

—Quería saber por qué Justin no ha venido más a sus sesiones —por más tonto que sonara, hice la pregunta que ella ya había visto venir.

Se oye un resoplido del otro lado de la línea. —Eso me gustaría saber a mí. Pasó una semana hasta que me di cuenta de que no había estado yendo. Llegué temprano un día a casa y él solo estaba ahí, encorvado sobre el sofá. Tuvimos una discusión y él me dijo que no había vuelto a asistir —hace una pausa—. Desde entonces he intentado llevarlo yo, pero cuando él momento llega, él solo se ha ido con mi coche, hacia Dios sabe dónde.

La sensación que esas palabras me dejan en la boca del estómago no me gusta para nada, pero en el fondo de mi mente sé que esto es por mi culpa. No debí nunca cruzar la línea, no debí ir a su casa.

—Yo hago mi mejor intento porque Justin se sienta cómodo conmigo y con las sesiones —digo con sinceridad, y en mi interior siento que estoy a la defensiva.

—Lo sé, no tengo dudas de eso. Es decir, vi cómo te comportaste con él en el proyecto benéfico el otro día, ¿sabes? Me siento apenada contigo. Es que, ugh, él solo no se deja ayudar.

Yo sabía que Jade estaba intentando ser la mejor hermana que puede. Pero todos nos cansamos un poco a veces. En silencio, me compadecí de ella. Debía estar en otras cosas, viviendo una vida completa para sí, y no con un ojo en la vida que intenta llevar y el otro en su hermano deprimido y de luto.

Pero nadie escoge pasar por estas cosas.

—No te preocupes. Es normal que estas cosas pasen. Él no es el único que no ha querido abrirse conmigo —y eso no era mentira, sin embargo, Justin era diferente. Un caso aparte—. Solo quisiera que él vuelva, es todo.

—Haré lo que pueda —me aseguró, y casi podía oír la sonrisa triste que seguro estaba esbozando—. Lo prometo.

Pero lo cierto es que Justin no vino por otra semana más. Y yo no podía evitar verlo en cada paciente, en cada cara triste, en cada chico de capucha y hombros encorvados. Sentía que podía estar volviéndome loca y me preguntaba si esto les pasaba a todos los psicólogos en los inicios de sus carreras.

Francamente, lo dudo. Y es que no he sentido la conexión que siento con Justin al ver a ningún otro paciente mío. Claramente, sé que se debe al hecho que nos unió incluso cuando no éramos conscientes de ello, pero aun así desearía poder verlo como cualquier otro paciente nada más.

Will, mientras tanto, pasaba cada vez más tiempo en el patio trasero practicando fútbol, y para ser sincera, pienso que secretamente lo tomaba más en serio de lo que dejaba ver.

—Deberías buscar a alguien que te enseñe profesionalmente, no lo sé, inscribirte en algunas clases —le dije una noche—. Porque realmente eres muy bueno.

Él solo me dio una de sus sonrisas doradas, después de poner sus ojos en blanco juguetonamente. —Sé que te quieres deshacer de mí, pero te la pondré un poco más difícil que eso.


[...]


Finalmente encontré a Justin en el proyecto benéfico al que asistimos ambos. Las obligaciones del trabajo me habían mantenido lejos de las tartas por un tiempo, pero cuando por fin pude ir, estuve impresionada de verlo allí.

Gabrielle ni siquiera me preguntó por qué me encontraba descolocada. Si iba a asistir aquí regularmente, debía contarle al menos un poco sobre lo que pasa con Justin. Le dije lo esencial, omitiendo lo del accidente, y con eso se conformó.

Volver aquí me hizo reflexionar sobre él por qué Justin hacía estas cosas. Se había visto involucrado en un accidente de auto. Él perdió al amor de su vida en un accidente de auto. Supongo que él pensaba que aportando en estos proyectos, ayudaría un poco a que menos personas tengan que pasar por lo que él pasó. Por lo que Stacy pasó.

Justin ni siquiera nota mi presencia, así que las cosas transcurren con bastante normalidad hasta que Carol, la anfitriona de la dinámica, entra en la cocina con una alegre y educada sonrisa.

—Muy bien, damas y caballeros —empieza, como si tuviera una gran audiencia en frente—. Ya que los tengo a todos reunidos, no está de más agradecerles por el aporte que están haciendo. No saben el impacto que está causando en los hospitales de todo el estado, y el alivio que significa para los más necesitados. ¿Podemos darnos un aplauso a nosotros mismos?

Se oyen unos cortos aplausos en los que Justin, me doy cuenta, no participa. Cuando todo queda en silencio de nuevo, Carol habla de nuevo.

—Por lo que quería hacer una pequeña dinámica para que todos se puedan conocer un poco mejor. Sé que han venido con una pareja, pero por hoy, estarán trabajando con alguien más. Así podemos sacar algo más de todo esto, ¿quién sabe cuántas bonitas amistades podemos formar? —Dijo, un poco excesivamente dulce, y después se apresuró a organizar las nuevas parejas.

Ahí fue cuando la mirada de Justin cayó sobre mí, tomándose un segundo para reconocerme. Lo miré de vuelta. Al parecer Carol lo notó, ya que lo miró a él y después a mí, y su sonrisa se ensanchó. —Como parece que ya se conocen, tendrán oportunidad de conocerse un poco más.

Hizo un gesto para que nos colocáramos en la misma mesa. Como si hubiera un modo de conocer un poco más a este chico, dije para mis adentros.

Cheryl's Heart → j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora