15. Las discusiones matan

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Al día siguiente, me encuentro realmente feliz y satisfecha. El pensamiento de que he logrado que Justin confíe en mí para contarme sus cosas y experiencias, me persigue como un bonito recordatorio, y logra ponerme de buen humor durante todo el día.

Hoy es mi día libre, así que mientras hago mi rutina diaria, planeo qué haré durante la mañana. Probablemente pueda hornear un pastel, o quizás ordenar los documentos de mis pacientes. Hay una gran pila de ellos en mi escritorio que deben ser organizados, pienso para mis adentros mientras entro en la tina. Lo mejor es que no piense en cosas estresantes mientras estoy tomando un baño de burbujas.

Buscando en la aplicación de música de mi celular, finalmente encuentro una canción relajante para poder escucharla mientras me relajo en la tina. Wildest Dreams, de Taylor Swift. Me pierdo en la melodía y, sin darme cuenta, dormito por diez minutos.

Es cuando salgo del baño que oigo un ruido extraño en la sala de estar. Frunciendo el ceño, rápidamente me deshago de la toalla, cambiándome a una camiseta blanca y unos jeans, para así poder salir de mi habitación y ver cuál es la causa del ruido.

—¿Hay alguien ahí? —Preguntó desde el pasillo, pero mi respuesta es el silencio. Sin querer pensar que hay algún ladrón en la casa, reúno valor y camino los pasos que me separan de la sala de estar.

Y ahí está él. Se encuentra en el sofá, un ramo de girasoles en su mano. Cuando siente mis pasos, se da la vuelta, una gran sonrisa pintada en su rostro mientras abre los brazos para recibirme.

Will. Mi Will.

—¡Sorpresa! —Dice, aunque ya un poco tarde. Rápidamente, acorto la distancia entre nosotros y lo abrazo fuertemente, haciéndolo reír.

—Will. Oh, Dios, hola —lo beso en los labios, sus manos yendo rápidamente hacia mi cintura, mientras las mías se pierden en su cabello. Solo han pasado unas semanas desde la última vez que nos vimos, pero noto que su cabello ha crecido un poco—. ¿No venías mañana?

—Quería sorprenderte —responde, y sus hombros caen un poco—. ¿No te ha gustado?

—Por supuesto que sí, mi amor —aseguro, besándolo nuevamente. Esta vez, la sonrisa vuelve a sus labios—. Simplemente me has tomado desprevenida. Pensé que estaba siendo víctima de un ladrón, ya iba de camino por mi cuchillo de carnicero.

—Culpa de mis pies que se tropiezan con todo —ríe tiernamente—. Espero ser más silencioso la próxima vez.

Rio, envolviendo mis brazos a su alrededor una vez más. —Entonces... ¿me ayudas a hornear un pastel?


[...]


Me hubiera gustado que el ambiente entre nosotros se hubiera mantenido como cuando llegó, pero lo cierto es que no fue de ese modo. Mientras horneábamos el pastel, Will me contaba con gran entusiasmo las cosas que hizo mientras no estaba en casa. Aunque estábamos haciendo un pastel, su mente estaba en el campo de fútbol.

Y lo entendí. Es decir, yo sabía más que nadie que era una de las mayores pasiones de Will. Pero mientras comíamos el pastel y esperaba que avanzara, y hablara de cosas diferentes, él siguió hablando de cómo su amigo Mike paró el que pudo haber sido el mejor gol de su vida. Y seguí escuchando con una sonrisa en mi rostro, o bueno, tanto como puedes sonreír cuando tienes un bocado de pastel de cereza en la boca. Pero entonces como que dejé de escuchar un poco y empecé a preguntarme si esto iba a ser así todo el día.

No sé si su redundante conversación tuvo o no que ver en que mi emoción por su presencia cediera un poco. Supongo que sí, pues esto no me había pasado nunca antes.

Cheryl's Heart → j.bМесто, где живут истории. Откройте их для себя