2. Mikeila y el tenista.

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Mikeila

La música de misión imposible sonaba en mi cabeza. Tita, la cocinera, se había esmerado esta vez al esconder los panecillos dulces. Lo que ella no recordaba es que se enfrentaba a un As de las escondidas.

Mamá se enfurecía cada vez que consumíamos algún alimento que no estuviese en su lista de permitidos. Yo la llamaba la dictadura del azúcar.

Para que comprendan un poco de mi vida creo conveniente comentarles que "sufro" de sobrepeso. Si, utilice la palabra sufro porque para mi familia es un padecimiento. No para mí.

La hija gorda, la hermana la gorda, la prima la gorda y la amiga gorda. Esa soy yo para ellos. Mala suerte la suya que no me importa lo que piensen.

Canto victoria cuando al fin los tengo en mi poder. Saboreo cada uno como si de un verdadero manjar se tratase. Reviso el reloj de mi muñeca y veo que la hora de entrenamiento está por comenzar.

Calmadamente me dirijo escaleras arriba hacia mi habitación, me cambio a unas cómodas leggins y salgo de casa.

La casa de Nicole se encuentra a tres cuadras de la mía. Sobre una pendiente.

Luego de que seguridad se cerciorara de que no soy una terrorista o, en un caso absurdo una asesina me dejan pasar a la gran mansión.

Nikki me recibe soñolienta y muy alegre. Como todos los días.

—Estoy segura de que tu madre notara que escapas hacia mi casa en lugar de cumplir con la rutina de ejercicios que te dio la nutrióloga.

Ruedo los ojos exasperada. ¿Y a quién le importa?.

—Lo único que pido es tener palomitas cuando a la reina de la anorexia le de ese infarto— me burle de mi propia madre.

Quiero aclarar que "mamá" había ganado a sangre y sudor ese estúpido sobrenombre.

La reina de la anorexia y el plástico.

Igual, apreciaba demasiado mi rechoncha vida como para decir la segunda parte. Papá aseguraba que los años le sentaban cada vez mejor, y yo indiscutiblemente le concedía ese logro a su cirujano.

Tomábamos el té en unas tazas muy monas, de cerámica y rosas talladas en ella. Si, los padres de mi amiga la habían criado como a una princesa.

—No lo sé, Nikki. ¿No te parece sospechoso que nos inviten al cumpleaños de Lana cuando ella ni siquiera nos saluda en el colegio?

La zorril reina de la zorrería o como todos la llamaban "Lana", había decidido invitarnos a su fiesta de cumpleaños. ¿Para qué? ¿Por qué?. No lo entendíamos.

— ¿Quizá notó el nombre del hotel?— dijo Nicole con ingenuidad— ¿le sonara familiar el apellido?

—No lo creo, pero de igual manera iremos— cambie de tema— ¿Qué sucedió en la charla con tus padres?

Ella suspiró exageradamente y acomodó su sweater de una manera muy femenina. Como acostumbraba.

—Despues de que finalice mis estudios me casare con este muchacho. Hijo de uno de los socios de papá— bebió un poco de su té— él se hara cargo de la cadena comercial de mi familia.

—¡Puras mierdas!— contesté— tu tranquilamente puedes estudiar economía y hacerte cargo de los negocios. Es estúpido que te quieran atar a alguien que no conoces.

Ella rápidamente tomo mi mano para tranquilizarme. En estos momentos parecía yo la escandalizada por un matrimonio arreglado EN PLENO SIGLO XXI.

—Mikki cálmate, sabes que yo soy... bueno —se señaló de arriba abajo— mujer. No tengo las aptitudes para llevar un negocio tan grande, por eso necesito un marido. Además —sus ojos se iluminaron— nos conoceremos en dos semanas.

Maldición. ¿Qué decirle cuando la veía así de ilusionada?

— ¿Qué tal y es una mujer?— la chinché— mira si tus padres te consiguen una amazona para que te proteja.

La expresión horrorizada de mi amiga hizo que carcajeara durante toda la noche. Al parecer ya tenía una nueva broma personal hacia ella.

La fiesta en el hotel era rosa chillón, con globos dorados indicando que la cumpleañera llegaba a sus dulces 18. Tome un par de globos que decoraban el pasillo y los desordene formando así el 81, el 118, el 181.

— ¡Mikeila! Deja eso. Terminaran por corrernos de la fiesta— dijo Nikki bastante preocupada.

—Es divertido, inténtalo— la reté a tomar aunque sea uno de los globos, ella se negó— al menos beberemos alcohol ¿no?.

Hoy no venía con complejo de madre superiora o buscando una canonización. Quería portarme mal. Explorar mi lado salvaje.

Nicole me repetía una y otra vez que veníamos a divertirnos. Sanamente. Sin alcohol o disturbios.

—De verdad Nikki, al menos inténtalo— pretendía convencerla de que jugáramos por unos shots de tequila.

+++

Bailaba con el pesado de Blaine. ¿Cuál era su maldito problema?. Habíamos sido compañeros de colegio durante 4 años y jamás notó nuestra presencia. Incluso cuando nos sentábamos detrás de él en clases de francés.

Justo esta noche, en la que quería despertar mi lado salvaje, se le ocurría la brillante idea de que bailáramos.

Okey, no es que piense que nos casaríamos si bailaba con él, pero si me aseguraba formar parte de una cacería de brujas dirigida por parte de sus locas admiradoras y fanáticas.

Tenía que irme. Ahora.

—No veo a Nikki, debo ir por ella —me excuse. Al menos seria educada. O lo intentaría.

Contra todo pronóstico el urgido tenista me acompañó. Comenzaba a cansarme pero le hice caso cuando me aconsejo que Nikki quizá estuviera en una de las habitaciones. Mi amiga era tímida y podía asegurar de que se escondería si yo no estaba a su lado.

Una vez dentro revise por la ventana, en una de las terrazas pude divisar la figura de Nicole, hablando con un muchacho. No podía ver su cara, pero sí que veía como acorralaba a mi amiga.

Bastardo.

—Ajá, todo muy lindo contigo. Ahora debo marcharme, mi amiga está sola. Afuera.

Quise retirarme rápidamente pero el atolondrado de Blaine sufrió un ataque de macho alfa con un exceso de testosterona y me apretó  contra una de las paredes. Percibía su olor a alcohol y recién ahí caí en cuenta de que había sido una muy mala decisión venir hacia una de las habitaciones a solas.

— ¿Qué mierdas pasa contigo Blaine? Suéltame. —deseé que se retractara en lo que pensaba hacerme. Pero no se movió, dijo unas mierdas de la rudeza o un chico rudo,no lo sé.  No le presté atención.

Mala decisión para él. Aquí donde me tienen soy cinturón negro en Taekwondo, 5° dan señoras y señores. Su instructora mayor Mikeila para servirles.

Despues de enseñarle de lo que era capaz me dirigí hacia la puerta. No sin antes dejarle bien en claro con quien se entrometía.

Lo noté incomodo, hiperventilando. No me importo. Abría la puerta cuando sentí sus pesadas manos en mis hombros.

—Tú no te vas de aquí salvavidas— no reconocí su escalofriante voz.

Me giré lentamente dispuesta a acomodarle sus ideas con unos cuantos puñetazos, pero el color rojo de sus ojos me dejó pasmada.    
Estaba frita.

Un banquete para BlaineWhere stories live. Discover now