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Ella era lo único que brillaba en la habitación. Siempre era así, pero ¿qué otra cosa podrías esperar de ella? Tomó uno de los álbumes en manos, viejos, polvorientos, un poco quemados debido al incendio, y comenzó a hojearlos. No habían muchas fotos en verdad. Al menos no al principio. Había alguna que otra que Ámber y Chloé de bebés, otras de niñas. Había una que ella recordó fue tomada por André en la última fiesta de cumpleaños de Chloé que estuvo. En ella estaba despeinándose junto con la niña de Sabine Cheng. Soltó un suspiro, recordó la jaqueca que le había producido tener que volver a peinar a Chloé y lo mucho que odiaba a esa niña.

Era algo extraño. El único motivo que tenía para odiarla era que era hija de Sabine y sin embargo había una parte de ella que quería a la niña, una parte que siempre había tratado de reprimir. Eso la molestaba. Marinette era igual que su madre: no podías odiarla, algo en ella te empujaba a quererla, y eso la fastidiaba.

Cerró ese álbum y tomó otro que no estaba tan maltratado. Habían recortes de periódico y fotos individuales de Chloé y André. Ella no se sintió sorprendida de que él no se tomara ninguna con su propia hija, si ella era un vívido recuerdo de lo que él quería olvidar. Habían recortes de las veces que André había sido reelegido como alcalde de París, artículos sobre Chloé como influencia juvenil en las redes, eventos sociales a los que habían asistido. Oh, como deseaba ella volver a esa vida de gala... sin ninguno de ellos.

Tomó otros artículos que estaban sueltos y plastificados, muy gastados y rotos. El primero hablaba del gran incendio del 2007, cuando ese estúpido mariposón terminó incendiando su hogar. Al menos le hubiera avisado para salir de allí con anticipación, así podría salvar a sus hijas y no tendría que lidiar con los problemas que la atormentaban ahora. Aunque de todos modos tampoco le avisó de su fallido intento de asesinato, así que qué más daba. El segundo artículo hablaba de los sobrevivientes de la casa y relataba los acontecimientos como ellos lo recordaban. Un nombre relució entre la lista: Nathalie Sancoeur. ¡Claro! La hija de Etienne y Delphine. Había olvidado que esa noche ella se encontraba en su casa. Cómo no suponerlo, la chica esa tenía una fascinación hacia las mariposas... y vaya que pagó un precio por ello. Se preguntó detrás de cuál Agreste estaría ella ahora: Gabriel o Félix... El viejo Damien seguro había muerto, ya nadie podría defenderla de las atrocidades del insufrible Agreste. ¿Dónde estaba esa chica metida ahora?

—Mi reina. —Ámber entró en la habitación sin hacer reparos en pedir permiso para entrar o esperar algún señalamiento—. André Bourgeois no está en el edificio.

—Esa alimaña... —comenzó a decir ella—. ¿Qué hay de Chloé?

—La han dado por desaparecida. La policía cree que usted es la culpable.

—Ojalá y yo ser la culpable —tuvo ganas de escupir pero no lo hizo—. Basura francesa. Los Raincomprix nunca saben nada. Al final, todo se resume a las mismas patéticas familias de siempre.

Ámber se retiró sin esperar permiso o agregar más. En momentos como ese sabía que no era bueno importunar a su madre.

Style Queen miró el último recorte. En él decía que Aixa y ella habían muerto en el incendio. Tonterías. ¿Y qué con los cuerpos? ¿Chamuscados hasta no quedar nada? Soltó un bufido. Había estado rodeada de impertinentes toda su vida. Pero seguía viva, y Aixa y Nathalie también. Eso no duraría mucho. Destruiría a ambas, de eso estaba segura, pero su lista negra tenía tantos nombres...

No sabía con quién empezar. Si con Sabine Cheng o Gabriel Agreste, pero estaba segura de que disfrutaría cada una de las torturas que tenía en mente. Ahora sólo debía encontrar su rastro, buscar un punto débil y atacar. ¿Pero cómo hacerlo? Lo sabía: sólo debía seguir a las mariposas, y para poder encontrarlas debía encontrar a su preciosa seguidora.

¿Quién es Chat Noir? [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora