16. Fantasmas

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El agarre de Archie era pesado en mi brazo mientras me halaba alrededor de la curva en el pasillo. Las clases ya habían empezado, lo que significaba que solo quedaban unos pocos estudiantes rezagados fuera, pero él me empujó a una esquina cerca de los filtros de agua, queriendo algo de privacidad. Alejé mi brazo de él, el calor fluyendo por mis mejillas mientras unos estudiantes pasaban a nuestro lado, dándonos una mirada. —¿Qué rayos fue eso, Lottie? —Archie siseó.

Cuadré los ojos, devolviéndole la mirada. —Te guardé las espaldas. Un gracias estaría bien.

Él estaba sacudiendo la cabeza y pude ver el miedo tan claro como el día en sus ojos. Él estaba preocupado de que todo este asunto le explotara en el rostro y yo no lo culpaba. Aunque él no me había pedido que me entrometiera y mintiera por él, pero honestamente no debió esperarse nada diferente. Yo nací con fuego en las venas, lista para saltar frente a la línea de fuego por el chico que me había arrastrado lejos de mi propia muerte con una recién encontrada fuerza. —No te pedí que hicieras eso. Yo lo estaba resolviendo.

Un bufido se escapó de mis labios y crucé los brazos sobre mi pecho. —No iba a dejar que te tiraras bajo un bus por tu cuenta. Ahora, ambos tenemos coartadas para ese día. La única persona que sabe la mentira es Jughead y él mantendrá la boca cerrada.

—Y la señorita Grundy —Archie señaló silenciosamente, sus ojos cayendo. Él ya sabía que yo no aprobaba este amorío estudiante-profesor, sabiendo lo mal que eso estaba. Si él no necesitaba decir su nombre cerca de mí, yo tampoco.

Un lento pavor me recorrió, mi mente haciendo tic tac. —Ella es la clase de mujer que salva su propio pellejo, y ni siquiera planeaba decirle a la policía en primer lugar. Creo que podemos confiar en que ella mantendrá la boca cerrada también.

—No me agrada esto, Lottie —Archie confesó, pasando una mano por su pelo. Miré como sus hombros se tensaban y me di cuenta de que el chico despreocupado que solía conocer, se había ido. Quizás él había estado perdido en el momento en el que su profesora de música llegó dándole atención, o quizás ese amable y dulce chico había muerto en el momento en que vio a una de sus mejores amigas tomar la decisión de acabar con su vida. No lo sabía, pero de algún modo me sentía un poco culpable por ello.

Ninguna de esa culpa importaba ahora, sin embargo. Porque si fuéramos a ser tachados de sospechosos, necesitaríamos tener la mente clara. Empujé mi camino a su lado, mi hombro presionando contra el suyo. —No tiene que agradarte, Archie. Es lo que es.

Sin devolver mi mirada hacia él, me dirigí hacia el pasillo, tratando de que mis emociones no me sobrepasaran.


...


Nunca había sido el tipo de chica que cayera tan lejos al punto de ya no poder ser salvada. Mis padres siempre me habían alabado por ser la niña estable, siempre flotando a través de la vida con calma y nunca dejando que los baches en el camino me detuvieran de obtener lo que quería. Rose siempre había sido muy sensible, mientras Quinn no tenía emociones en ningún sentido, siempre tachada como la hermana sin corazón. Yo era la hermana que estaba, de algún modo, en el medio, una buena mezcla. Pero todo eso había cambiado cuando Rose cayó y yo me había tirado a mí misma detrás de ella sin arrepentimientos.

Esa noche después de la cena, abrí la puerta de la habitación de Rose. Todo estaba absolutamente perfecto, nada fuera de lugar desde la noche en que se fue. Mis padres no habían hecho el intento de empacar sus cosas. Me preguntaba qué tan seguido incluso habían puesto un pie aquí, quizás no lo habían hecho en absoluto. La habitación olía a polvo y perfume viejo, el olor obstruyendo mis pulmones. La luz de la luna fluía por la habitación, bañando todo con un brillo plateado. Caminé hacia adelante, mi mirada cayendo en las fotos de amigos y familia que estaban pegadas en su espejo. Pósters de sus películas favoritas colgaban de las paredes, su maquillaje aún estaba en el buró. Viejos libros y ropa estaba desparramada sobre el suelo alfombrado y de pronto, pude oír su ligera voz en mi cabeza.

Mi mandíbula tembló, las lágrimas picando en mis ojos. Flashes de Rose Barns llenaron mi imaginación, viéndola bailar claramente por su habitación, un cepillo de cabello en su mano mientras cantaba alguna canción pop popular de la época. Rose Barns, tan bella y perfecta en todo sentido. Escalofríos recorrieron mi piel y por un momento, pensé que podía sentirla de pie a mi lado. Miré mientras mi mente reproducía algunas escenas que habían sucedido a través de los años; Rose ayudándome a pintar mis uñas, chismoseando sobre chicos que pensábamos eran lindos, y como ella había escondido el vaso roto que yo había dañado accidentalmente al tener nueve años.

Mis rodillas temblaron, mi cuerpo cayendo en la alfombra con un sollozo. Mis manos cubrieron mi rostro mientras las lágrimas bajaban por mis mejillas. Podía oír el leve sonido de escaleras abajo mientras mi familia limpiaban el comedor juntos. Con la familia que me quedaba, estaba sola en la habitación de mi hermana muerta, llorando por su ausencia. Cuando finalmente quité mis manos de mi pegajoso rostro, mis ojos notaron el libro pateado debajo de la cama. A cuatro patas, me arrastré hacia su cama y alcancé el libro abandonado. Las puntas de mis dedos recorrieron la cubierta, leyendo el título del libro favorito de Rose de todos los tiempos. La virgen suicida.

La bilis ascendió en la parte posterior de mi garganta, mi estómago revolviéndose. De pronto, estaba levantándome y saliendo de su oscura habitación con el libro aún en mis manos. Cerrando la puerta de golpe y corriendo hacia el baño. Tiré mis rodillas frente al inodoro, mi estómago dando vueltas dentro de mi cuerpo. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y cuando finalmente terminé, me senté hacia atrás mirando al libro tirado contra las baldosas.

Era el libro que ella me había leído cuando yo tenía once años. Era el mismo libro con el que ambas crecimos, adorándolo, alabándolo de algún modo. Ambas pensábamos que era una historia hermosa y trágicamente triste, la cual era realmente perfecta en nuestras mentes. Era el libro en el que decidimos influenciar nuestras vidas. Era el mismo libro que había inspirado nuestro propio pacto de suicidio, algo en lo que habíamos acordando cuando ambas éramos muy joven para entenderlo.

Pero ese pacto se derrumbó cuando ella tomó el arma y se olvidó por completo de mí, en un loco apuro de angustia y tratando de compensarla por lo que había dejado que le pasara, había decidido honrar ese pacto y unirme a ella.

Pero Archie Andrews me había arrastrado lejos de la oscuridad y yo seguía rota, a pesar de continuar con mi vida y dejar ese pasado atrás. Le había prometido días atrás al único chico que había visto la verdadera yo, que intentaría avanzar pero eso estaba resultando difícil cuando el fantasma de Rose Barns seguía acechándome y rogándome que permaneciera fiel al pacto.

FALSE ALARM ° JUGHEAD JONES (ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora