Capítulo 4.

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 Ezarel no volvió a salir de la sala de alquimia, y a Gardienne le deparaba un destino.

-Hoy no harás ninguna misión, harás reposo- ordenó firme Miiko. Bufó por sus adentros, resignada, porque no era la primera vez que tenía que quedarse como una inválida, cuando ella sabía y sentía que estaba perfectamente. Aunque un poco si le asustaba pensar en aquel hombre, un escalofrío le trepó la espalda de tan solo recordarlo.

 Toda la guardia de Eel, sabía lo inquieta que era la humana, y se turnaban con miradas para que dejara de andar dando volteretas por ahí suelta, más que nada ahora que había una amenaza asechando.

 Miiko sabía perfectamente que Gardienne no era una chica tan frágil como lucía, y que no le agradaba para nada ser una carga. Pero aún así, estaba un poco más tranquila bajo esa decisión, sabía que decirle "No saldrás del C.G. hasta que este asunto haya terminado" sería casi como decirle "Atrévete a salir si puedes". Aunque no sabía por cuánto tiempo más la podría contener. 

  Otro diluvio había hecho pesar la atmósfera, los interiores del C.G. estaban alumbrados por una luz opaca, gris de las nubes que pronosticaban una tormenta hostil. Todo ese ambiente de película de terror ponía incómoda a Ewleïn, ella dentro de la enfermería miraba preocupada seguidamente por la ventana, mientras revisaba el estado de salud de Gardienne.

- Que estoy bien- quejaba ella. Dio una sonrisa comprensiva a esa actitud caprichosa que le salía cada tanto a la humana.

- Sí, sí... ya lo veo, pero es por precaución- siguió paciente.

- ¿No te gustan estos climas?- preguntó finalmente, un tanto casual.

- Nunca me dieron un buen augurio, debilita a las personas y no se puede ver el sol- desvió la mirada de Gardienne- parece como si estuviéramos atrapados en eterno momento- dijo acompañando esa metáfora con una sombría expresión. Volvió en si con una cálida sonrisa, palmeó suavemente la pierna de su paciente -Anda, puedes irte- ella automáticamente pegó un saltito de entusiasmo y salió trotando hacia la puerta. Cuando abrió la puerta, otra persona también lo hacía desde el otro lado.

- Vine a buscarte <3- dijo felizmente Nevra, mientras invadía el espacio personal de Gardienne, al paso que ella retrocedía, había recordado que él la vio desnuda, se sentía muy descubierta y avergonzada.

- ¿Acaso eres mi niñera?- preguntó intentando remontar actitud mientras avanzaba un poco vacilante, empujándole con ambas manos contra su pecho, que latió un poco ante el contacto. 

- Sí, dejé mi cargo de jefe para cuidarte pequeña fugitiva- simuló eficazmente no haberse sobresaltado. Se extrañó de aquel espasmo, él estaba bien acostumbrado a todo tipo de contacto, entonces ¿Por qué?

- ¿Fugitiva?- preguntó ya caminando por los pasillos.

- Oh, entonces realmente pensabas quedarte reposando en tu habitación- fingió sorpresa.

- Bueno, tal vez no reposando, pero sí merodeando...-.

- ¿Ves?-.

- Desde que se dio la orden que no he estado ningún segundo sola, se están turnando para ser mis niñeros ¿no?-.

-Sabía que te darías cuenta- dijo casi para si.

- Pues no me dejan opción, más que escaparme por la ventana de mi habitación- dijo pensativa mientras iban por el pasillo de las guardias.

- Si lo haces no tendré de otra que castigarte- Por un instante Gardienne recordó el tema que le estaba dando vueltas, se apagó y luego volvió a brillar.

- ¿Ah sí? Me siento desafiada- dijo parándose y haciéndole frente.

- Con esa actitud, tendré que dormir contigo para asegurarme de que no te escapes- clavó su mirada divertida en la de ella.

- Ya lo veremos- terminó de retar, mientras entraba a su habitación y le cerraba la puerta en la cara.

- Mis oídos  son mucho más finos cuando se trata de ti, te estaré escuchando- dijo desde el otro lado y se fue.


El resto de la tarde, a noche, se la pasó reflexionando sobre aquello. 

Él iba tras Gardienne, como lo hacía como el resto de chicas. Repetía esa frase una y otra vez "Es sólo como el resto".



Ella entre las frazadas se removía transpirada, gimiendo de preocupación.

No, no, aléjate de ahí. Ese hombre, ese hombre... Se está adentrando en el C.G. 

¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Deténganlo!

Le agarro el brazo con todas mis fuerzas, pero el me arrastra consigo como si nada.

Se adentra en el pasillo de las guardias.

¡Sal! ¡Aléjate!

Cruza hacia el pasillo simple

¡No! ¡Basta! ¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Ayuda!

Forcejea la puerta de mi habitación, le doy golpes con todo lo que puedo. Rápidamente voy hacia la habitación de Nevra, fuertemente golpeo la puerta, no contesta. Miro por el cerrojo y veo que esta ocupado en otra de sus trasnochadas. 

Golpeo lo más desesperada.

¡Nevra! ¡Ayúdame!

Empiezo a golpear todas las puertas de los pasillos, nadie me contesta.

Voy corriendo hacia mi habitación, aquel hombre ha entrado, se acerca a mi cama.

Allí estoy yo durmiendo.

¡No! ¡No! ¡Basta! ¡Sal! ¡Ayuda!

Se adentra y acerca sus manos a mi cuello.

¡No!

grito rompiendo la propia lógica de mi voz.

Me haces feliz. (Nevra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora