Capítulo 23

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   Gardienne pasó una hermosa tarde con el culo en la silla, pues tenía que saber todo el rito del Oráculo de principio a fin. Largas fueron las horas, muy largas.


 El día del inicio del festival llegó, ella se despertó temprano, tal vez demasiado, pues el manto de estrellas todavía cubría el cielo. Valkyon, (el cual estos dos últimos días había dormido en el sofá de su habitación) seguía descansando profundamente. Se levantó, y comenzó a cambiarse, ya sin tapujos de pensar en que él la iba a ver, pues por algo su líder fue elegido como guardián, pensar en eso le hacía resonar su típica frase "Un cuerpo es solo un cuerpo". Se colocó el mítico vestido blanco que llevaba puesto hace días, pues este la purificaba mientras el alma del Cristal se arraigaba a ella. Finalmente dejó caer el velo blanco sobre su rostro, ya se había acostumbrado a el.

 Tocaron la puerta, enseguida ambos despabilaron por completo, Eweleïn se adentró sin rodeos. Entre ellos se miraron y asintieron, ya era la hora del primer rito.

    Caminaron hacia las afueras del C.G. seguidos de los dos jefes restantes y unos guardias. Bajaron por unas no muy seguras escaleras del acantilado, para llegar a la cueva sumergida, que debido a la época del Cristal, se encuentra en marea baja. Gardienne tenía un grave nudo en la garganta, y en el estómago, aquel lugar le daba mucha claustrofobia de solo pensarlo, más el mar... Miraba cada tanto a su guardián, quién le regalaba una mirada tranquila que le calmaba un poco.

 En la entrada se encontraban varios miembros del C.G. apegados contra la pared tomados de las manos, la observaron llegar, y luego siguieron mirando al horizonte. Un poco aturdida, avanzó segura a pasos temblorosos. Se adentró en aquel orificio, varias gotas del techo se arrastraban por su velo al caer, estas brillaban como ases de luz. El agua que le llegaba a por encima de las rodillas, parecía un manto blanco celestino, tibio de olas tranquilas y acariciantes, que resplandecía debido a unos corales fluorescentes; las paredes parecían de cristal, cuales bajo una ilusión óptica (o no) hacia parecer que las hileras de roca se movían a cierto compás. Más aún, algunas piedras preciosas incrustadas allí alumbraban como estrellas. Ella, a pesar de que el pavor la carcomía por dentro, haciendo latir hasta las venas de su cuello, veía ese escenario hermoso.

  Buscando quién le diera valor para seguir avanzando (pues el agua cada vez era más alta, y ella iba de cabecera), buscó una mirada atrás de si. No era ni de Ewe, ni de Valkyon. Cruzó brevemente sus ojos con el de Nevra, quién asintió sonriendole con paz. Volvió la vista al frente y continuó.

  El agua ya estaba en su cintura cuando se encontraron con Miiko y HuangHua, suspiró aliviada.

 De pronto ambas comenzaron a murmurar algo en un idioma extraño para ella. Gozaba de cada segundo que le quedaba, pues sabía bien que sucedería después de esto.

 Finalmente terminaron sus rezos, y miraron con seriedad a Gardienne. Ella tragó saliva y asintió.

- Respira hondo- le dijo Miiko, aspiró tanto aire como pudo, y sintió como las manos mojadas de ellas hundían su cabeza en el agua, para luego la médico y el guardián tomaran sus piernas, haciéndole hacer la plancha boca abajo. Finalmente la pusieron boca arriba, y ella respiró con un poco terror en su suspiro. Quedó flotando sin abrir los ojos, intentando mantener el control sobre si misma.

   Luego las amigas de la infancia, empezaron a recoger de aquellas piedras preciosas adheridas a las paredes que brillaban con tanta intensidad. Una vez recolectadas, comenzaron a colocarlas en sus distintos chackras. Empezaron desde el tercer ojo hasta del ombligo. Miiko colocó una piedrilla en su corona y la sostuvo ahí con su palma, para luego HuangHua hiciera lo mismo en su chakra pélvico.

  La situación le resultaba incómoda, pero una extraña brisa fría, y fresca le invadió, desviando todos sus pensamientos. Y como si pequeños remolinos de menta surgieran en su interior,  se fueron eliminando todos los pesares que estuvieran juntando polvo en las esquinas de su cuerpo.

  Concluyeron el acto ambas arrastrando las piedritas por su cuerpo hasta el centro, HuangHua cruzando por su vientre, Miiko por entre sus pechos (Ahora comprendía porque no podía usar sostén), las juntaron, las elevaron entre sus manos, esperaron ahí hasta que saliera el sol. Lo cual no tardó mucho, los presentes se movieron de sus lugares dejando entrar los primeros rayos de calor de afuera, y produciendo una extraña gama de colores reflejados en el agua, la cueva se tornó lila, como los ojos de Gardienne. Finalmente las piedritas fueron consumidas por la luz del sol. No quedó de ellas ni las cenizas.

  Con cuidado la dejaron volver a pararse.

- ¿Cómo te sientes?- le preguntó la morena.

- Bien, muy bien- dijo con bastante calma, el mar no parecía aturdirla para nada.

 Volvieron caminando al C.G. (se alegraba de que fuera una mañana cálida, o moriría de hipotermia), para llegar a la sala del Cristal, allí, dejaron que avanzara sola hasta quedar ante la magnificencia de la piedra. Se arrodilló, y musitó las palabras que le correspondían.

- Óraculo que nos nutres desde el Cristal, yo, a quién tu ya has elegido con anterioridad, he sido purificada para residirte en tu totalidad, en mi totalidad. Óraculo que nos nutres desde el Cristal, le ofrezco mi cuerpo para que se anide, y bajo este acto honrar el sacrificio que se hizo por su nacimiento, por nuestro nacimiento, por el nacimiento de Eldarya. Óraculo que nos nutres desde el Cristal, por favor, poseame para poder transmitir a los que no puedan, tu afecto y divinidad. Oh Óraculo, por el tiempo en que hemos de rendir su honor, yo seré suya. Por favor hágame de usted-.

  Terminó de recitar el párrafo sagrado, el Cristal comenzó a iluminar la sala con potencia, encandilandola aún con los ojos cerrados. La luz de pronto desapareció, los de afuera vieron como su portadora yacía inconsciente allí.

Me haces feliz. (Nevra)Where stories live. Discover now