3.

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Harry se quito los lentes y frotó sus ojos, cansado de leer. El libro ni siquiera era bueno, era una rechazo definitivo.

—Rosemarie— le dijo a su secretaria por el comunicador—, comunicante con Michael, dile que Galbraith no paso, que esta es la quinta vez que lo intenta y que sólo me esta haciendo perder tiempo.

—Por supuesto que si, Harry. Por cierto escuche a Walt presumir por todo el piso que tú y él iban a cenar esta noche.

Harry jura que vio su cerebro cuando rodó los ojos.

—De acuerdo, de eso yo me encargo. Cuando hayas dado el recado tienes la libertad de marcharte, hoy no hay necesidad de quedarnos hasta tarde.

—Muy bien, que pases buena tarde, entonces.

—Igual tú, Rosemarie— con eso corto la comunicación y se dejo caer contra el respaldo de su silla.

Hoy estaba fatigado y sin ganas de enfrentarse a Walt, así que él iba a regresar a su casa, iba descansar y si a Walt se le ocurría llegar, ya se inventaría algo para deshacerse de él.

Soltando un suspiro se levanto y estiró, su espalda crujiendo, antes de acomodar las cosas en su escritorio.

Después se puso su abrigo y salió, dejando un legajo de papeles en el escritorio de su secretaria, que parecía que hacia rato que se había marchado.

—Que pase buena tarde, señor Styles— le dijo una alfa que estaba como becaria en la compañía.

—Igualmente, Sandra, bonita tarde— dijo sonriendole, igual que a todos los demás trabajadores que lo saludaron desde el tercer piso hasta el sótano, donde se metió a su camioneta.

Se puso el cinturón se seguridad y prendió la camioneta, aunque antes de arrancar saco su teléfono y le marco a su hijo.

—Nikolái— dijo cuando contesto— ¿Ya estás en casa?

—No, papá, estoy en una conferencia ¿Te importa si te hablo más tarde?— dijo susurrando.

—Oh, si, si, lo siento.

—No importa, llego a la casa como en hora y media, nos vemos— y con eso colgó.

Harry suspiro y miro su teléfono con un puchero. Tenia que conseguirse una vida fuera de su hijo porque la verdad sea dicha, estaba cansado de comer y cenar solo, tan cansado que le preocupaba sentirse igual de desesperado por algo de compañía y que en consecuencia alguna vez terminara aceptando salir con Walt, cosa que seria un completo desastre.

Soltando otro suspiro empezó a conducir.

No le llevo más de veinte minutos llegar a su casa y cuando lo hizo se encontró con Louis sentado en las escaleras del porche.

En el pasado mes y medio el chico prácticamente había estado viviendo con ellos, y Louis y su hijo habían reforzado su amistad a una velocidad casi alarmante.

El chico, que dejo de ser sólo el amigo de su hijo y paso a ser Louis después de la segunda semana, no había detenido sus intentos por conquistarlo y aunque no habían podido ser tan frecuentes como seguramente le hubiera gustado porque Nikolái casi siempre estaba presente, Harry estaba cayendo, un poquito, casi nada, lo jura, pero es sólo que se sentía tan bonito recibir esos ramos de margaritas (¿Cómo es que el chico había descubierto que las margaritas eran sus flores favoritas? Harry aún no lo sabia) en el trabajo, esas palabras diciéndole lo bien que se ve y las miradas, joder, las miradas que le dirige. Harry se siente de diez metros cuando Louis lo mira como si fuera una jodida obra de arte.

Harry siempre supo que era bonito porque otras personas se lo decían y por como lo miraban, pero cuando Louis se lo decía él realmente lo sentía. Era de las contadas ocasiones en que realmente lo había sentido.

Dicha. (l.s.)Where stories live. Discover now