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—De acuerdo

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—De acuerdo...— ya me sentía más calmada, así que prefería olvidar el asunto.

—Eres distinta.— reí ante su comentario, de nosotros dos yo era la menos común para Dash.—Lo digo en serio, cualquier otra persona normal estaría en shock.

—En realidad tenía la ventaja de que mi abuela me había hablado sobre los vanhirds.— me quedé mirando al cielo, pensando cuántas leyendas serían ciertas, y porqué no la había creído nunca.

Desde muy pequeña mi madre me explicó que la abuela ya era muy mayor y a veces decía cosas sin sentido, efectivamente estaba trastocada por el paso de los años, pero resultó que no todo lo que decía eran simples tonterías.

Ambos estábamos tumbados en el suelo, con las chaquetas extendidas bajo nosotros a modo de mantas.

Acariciaba con sumo cuidado las pocas escamas que quedaban en su piel, el resto habían ido desapareciendo según se secaba.

—Creo que a esto se referían las runas, este era el misterio en mi presente.— otro de los cuentos de mi infancia cobraba fiabilidad, temí que si se cumplía todo el Ragnarok fuera posible, supongo que ese también había sido el mayor miedo de muchos durante un largo tiempo.

—¿Runas? ¿Tienes un erilaz?— preguntó sorprendido, noté cómo las escamas se desvanecían en su dermis, y con ellas mi excusa para seguir acariciándole.

—Es Kara.— debería haberla preguntado porqué era una lectora de runas tan buena.

—Dime, ¿qué más te depara el futuro?— se colocó boca abajo apoyado sobre sus codos y tomó un mechón de mi pelo para juguetear con él.

—Bueno, después de Perth, salió Berkana: el despertar, el crecimiento y la fertilidad.— él sonrió maliciosamente en cuanto dije la última palabra, casi podía oír lo que Dash estaba pensando.

—Parece que todo terminará bien para ti.— acercó la nariz hasta mi cabeza e inspiró profundamente; como si llevase deseándolo desde que nos conocimos, incluso antes, desde que nos encontramos en aquel estúpido pasillo. —Mmmmm... miel y almendras.— acertó con el aroma de mi mascarilla.—No te causaré problemas.— en su rostro se notaba alivio, parecía tener plena confianza en las predicciones.

—Yo no estaría tan segura.— juro que vi cambiar el tono de sus ojos y volverse algo más claros, como una ola de color amarillo que salió desde el borde de la pupila e inundó todo el iris.

—¿De qué hablas?— soltó un gruñido casi inaudible al final de la pregunta.

— Laguz: la unión entre la vida y la muerte.— frunció el ceño y empezó a levantarse como si se estuviera preparando para huir de mí.

—¿Qué más vio la erilaz?— su respiración cambiaba y su voz se hacía menos humana.

— Hagalaz: tiempos duros y difíciles.— admití con el mismo miedo que él.

Tragué saliva, mi futuro empezaba a darme escalofríos.

—¡No voy a herirte!— la misma frase que me había reconfortado, ahora me aterraba.

Se agachó hasta llegar al suelo y cuando me miró de nuevo sus ojos habían cambiado, eran los inexpresivos ojos de un animal carnívoro.

Abrió la boca y en lugar de hablar aulló dejando ver unos colmillos desgarradores.

Recé por que la última runa, Algiz, me brindara la protección que prometía, traté de convencerle de que todo estaba bien e hice el amago de acariciarle por muy asustada que estuviese.

Entonces Dash echó a correr bosque a través y le perdí la pista, a lo lejos me pareció ver que se movía a cuatro patas pero no estaba segura, apenas podía llegar a verle con la distancia que había alcanzado en tan pocos segundos

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Entonces Dash echó a correr bosque a través y le perdí la pista, a lo lejos me pareció ver que se movía a cuatro patas pero no estaba segura, apenas podía llegar a verle con la distancia que había alcanzado en tan pocos segundos.

Entonces Dash echó a correr bosque a través y le perdí la pista, a lo lejos me pareció ver que se movía a cuatro patas pero no estaba segura, apenas podía llegar a verle con la distancia que había alcanzado en tan pocos segundos

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Vanhird (Entre Vikingos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora