CAPÍTULO 2

3.4K 208 92
                                    

Manhattan, Nueva York.

—¡Ese muchachito es un idiota! —exclamó furiosa Louise Marlowe, mientras dejaba de lado el trabajo de la cocina y se acercaba hasta la mesa, para poder consolar a su hija.

Susana se encontraba tremendamente decepcionada, ya que su plan no había funcionado. Todo cuanto hizo le había salido mal. La pena la tenía presa y no le dejaba estar en paz... se sentía muy humillada.

—¿Puedes creerlo mamá? —cuestionó la chica, sollozando sin control—. Al cabo de una hora, llamó a la señora Gilbert y entonces, nos trajo a casa a las dos. Pasé el resto de la tarde con esa odiosa mujer, ¡y no con él!

El hecho de recordar a Terry y su manía de estar a solas para no ser molestado, lograba que el coraje le removiera las entrañas, ¿por qué razón tenía que ser así? ¿No podía darse cuenta, de cuánto la hería con esa actitud? Susana no lo comprendía.

—Sussie, hija, creo que ya agotamos todos los recursos... —admitió su madre, sin muchas ganas—. Sinceramente, ya no sé qué más se puede hacer.

Susana se irguió con sutiles y frunciendo el ceño en dirección a su madre, preguntó:

—¿Insinúas que debo dejarlo y rendirme?

—Querida, yo no le llamaría así. Yo más bien, diría: «Dejarlo y tener dignidad» —puntualizó Louise, a sabiendas que su hija jamás querría aceptar la realidad.

—¿Dignidad? —inquirió Susana con auténtico escepticismo, pues, consideraba que esa era una palabra que Louise Marlowe ni siquiera conocía, ¿cómo se atrevía a enseñarle tal cosa? Se cuestionó la incrédula muchacha—. Madre, por Dios, tú no sabes lo que esa palabra significa —respondió con altivez—. ¿Por qué no la mencionaste cuando todo comenzó? Según recuerdo amarrar a Terry era primordial para ti. Que yo me casara con él, ¡era tu principal objetivo!

Louise respiró hondo. Sabía que su comportamiento anterior no tenía justificación, había creado a un monstruo y las facturas por aquél descuido le iban a salir muy caras. Por más que ella lo deseara, no podía decir nada en su defensa.

—Susana, Terry te ha ofrecido su ayuda incondicional: pagará la terapia y tu prótesis. Además, ya podemos solventar nuestros gastos —expresó la mujer con cansancio—. Eso es más que suficiente para mí y también debería serlo para ti.

—¡Pues no lo es! —gritó con coraje, la caprichosa chica—. ¡La caridad de Terry no es suficiente para mí! No me importa el dinero.

—Eres mi hija, te amo y por eso quiero que sigas este consejo: afronta la realidad y ten el valor de cortar de tajo con esto. Susana, el juego con Terry ya está perdido, tú misma le diste su libertad, ¿por qué quieres tenerlo de nuevo? ¿Por qué aceptaste dejarlo, si en realidad no querías hacerlo?

Susana negó enérgicamente.

¡Ella no iba a rendirse!

No pensaba hacerlo. Ni porque la dignidad se le fuera en ello.

Rompió con Terry porque creyó que, podría volver a manipularlo. Pensó que solo de esa forma lo haría reaccionar y hacer que se casara con ella de una buena vez.

—Entonces, ¿debo entender que no cuento más con tu ayuda? —preguntó la muchacha, pero Louise no emitió respuesta—. Bien. Ya que no estás más conmigo, seguiré yo sola.

Louise continuó sin responder. La verdad era que ya no pensaba seguir haciendo lo que su hija quisiera. La tendría bajo vigilancia, mas, no se lo haría notar. Por las buenas o por las malas, Susana tendría que entender que Terry no la amaría jamás. La señora Marlowe sabía que tarde o temprano la decepcionante realidad, dejaría un hueco en el corazón de su hija, no obstante, ¿qué más podía hacer para evitar que eso sucediera? Ya se le habían acabado las ideas. Lo había intentado todo y la muchacha no entendía.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora