CAPÍTULO 8 (Segunda Parte)

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Lakewood.

Terry hubiera deseado no enterar a Candy del chisme que leyó en el periódico, pero, al recordar la plática que tuvo con Albert concluyó que, lo mejor, era enfrentar el problema y hablarlo. Así que, al sentirse más tranquilo, se dispuso a confesarse con la chica.

—Hoy en la mañana, estaba leyendo el diario y me encontré con esto... —Terry extendió el trozo de periódico que recortó para mostrárselo—. Está un poco maltratado, porque yo... bueno... intenté deshacerme de el.

—¿Deshacerte de el? ¿Por qué? —Candy no preguntó nada más, de inmediato tomó el trozo de periódico y comenzó a leer.

Terrence Grandchester, el actor más cotizado de Broadway, se encuentra tomando unas vacaciones en nuestro bello estado.

Eso parecía muy normal. La muchacha continuó con su lectura, sin embargo, después de varias líneas coherentes, la decencia del artículo comenzó a desaparecer.

Fuentes confiables, afirman que Terrence está viviendo una aventura amorosa con una joven, cuya residencia se encuentra  en un poblado cercano a Chicago.

Aquellas palabras se clavaron en el corazón de Candy... «¿Aventura amorosa?», eso le sonaba inmoral y sucio, ¡ellos no tenían una aventura de ese tipo! ¡Ellos se amaban! Candy siguió leyendo el artículo, no sabía ni para qué lo hacía, mas, no pudo parar de leerlo...

La misteriosa señorita, ha mantenido una estrecha relación con el actor, desde sus años de colegio y todo parece indicar que ella y Terrence, han estado involucrados,  sentimentalmente, aun  cuando el joven Romeo era novio de la actriz Susana Marlowe.

Candy ya no pudo seguir con aquella nefasta lectura, tomó el periódico y lo hizo pedazos. Esas terribles palabras habían sido demasiado para su sensible corazón.

Su nombre no estaba escrito en ese horrendo chisme, pero, era más que obvio que se estaban refiriendo a ella, «¿Quién hizo eso?», se preguntó con temor... ¿Acaso había sido Susana?

—Fue Elisa —declaró Terry, esclareciendo sus dudas—. Albert lo confirmó esta tarde, él visitó a los Leagan y al parecer ella no tuvo problemas en aceptar lo que había hecho.

Los ojos de Candy se llenaron de impotencia y rápidamente, Terry se acercó a ella para estrecharla entre sus brazos.

—Es un chisme, solo eso. No te agobies por favor, Candy —Terry la obligó a levantar la mirada y añadió—. Me pediste confianza y por ello te he enterado del asunto. De saber que ibas a sentirte tan mal, ni siquiera te lo hubiera mostrado.

Ella lo miró directo a los ojos y entonces, emitió una respuesta.

—No sufro por lo que puedan decir de mí, Terry —admitió intentando calmarse—. Más bien me preocupo por ti y tu carrera. No deseo que te envuelvan en chismes, así de malintencionados.

El actor no se sorprendió por la respuesta de la rubia, pues, Candy era tan generosa, que resultaba normal que le preocupara alguien más, antes que por ella misma. Terry no sabía si eso era un defecto o una virtud, mas, en ese momento, decidió que específicamente en ese tipo de problema, solo importaba ella... solo Candy. No interesaba ni él, ni su carrera.

Terry nunca esclarecía los chismes en donde lo metían, no obstante, con Candy todo sería diferente. No dejaría que nadie se atreviera hacerle daño.

—Yo siempre estoy envuelto en chismes —aceptó apenado—. Suena mal, pero, ya estoy acostumbrado a eso —Terry acarició las mejillas de Candy y enseguida confesó—. Si estoy molesto, es porque esa desgraciada quiso hacerte daño. Tu nombre no aparece ahí, pese a ello, los periodistas son persistentes y nunca se sabe hasta dónde llegarán. No deseo que nadie te lastime Candy.

InesperadoWhere stories live. Discover now