Parte 13

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Sin ser tan fogoso como el hermano, Martín también parecía ser un amante dedicado; al menos, por lo poco que Marisa alcanzó a descubrir esa noche de viernes, antes de que su teléfono comenzara a sonar y los interrumpiera. Su primer intención fue no coger la llamada, pero la insistencia del repiqueteo la llevó a pensar que algo serio debería estar ocurriendo; tomó su móvil de encima de la mesa de noche y miró el número que figuraba en la pantalla, dando un salto en la cama y pulsando para atender al mismo tiempo.

- ¿Vane... qué pasa? - preguntó, algo alterada, sabiendo que su amiga no la estaría llamando a esa hora si no se tratara de algo urgente, más aún estando en compañía de Bianca.

- Tuvimos... tuvimos un accidente... - respondió Vanesa entre sollozos.

- ¡¿Cómo que tuvieron un accidente?! ¿Qué tipo de accidente?- exclamó Marisa, acomodándose un poco la ropa mientras Martín la miraba sin entender lo que pasaba.

- Íbamos en un taxi, casi llegando a casa de Bianca, y un idiota se pasó el semáforo en rojo... - Vanesa lloraba desconsolada, y la amiga se dio cuenta de que estaba asustada; intentando calmarla, le preguntó dónde estaban - Estamos en el hospital; Maru... los padres de Bianca no están en su casa, llamo y no me responde nadie...

- Tranquila, Vane... ya mismo salgo para allá; pero tienes que estar tranquila... dime, ¿Bianca cómo está... y tú... se han golpeado mucho? - mientras hablaba, Marisa comenzó a prepararse para salir; cuando colgó la llamada, miró a Martín por un segundo, con los ojos llenos de súplica - Vas a tener que perdonarme... mis amigas, tuvieron un accidente y están en el hospital... Tengo que ir, Martín; lo siento... 

- No necesitas disculparte, Marisa... Vamos, te llevo - Martín se acomodó la ropa y salieron juntos; cuando subieron al coche, ella se acercó y le dio un tierno beso en los labios, a modo de agradecimiento.

Llegaron al hospital y Marisa llamó a Vanesa, para saber en qué sector estaban, y luego ella y Martín fueron con prisa en busca de las dos amigas; Vanesa tenía un corte mínimo en la frente, y Bianca varios golpes por todo el cuerpo, producto de viajar sin el cinturón de seguridad puesto. El accidente se había producido cuando el taxi iba cruzando una bocacalle, y un idiota que venía un poquitín entonado se pasó el semáforo en rojo, chocando la parte trasera del auto en el que venían las muchachas; en realidad, a ninguna de las dos le había sucedido algo demasiado grave, pero Vanesa se había llevado un gran susto, y se desesperó cuando no pudo avisar a los padres de su amiga lo que les había pasado.

- Vamos, las llevo... - dijo Martín, cuando al fin el médico dijo que las jóvenes podían irse a casa.

- Gracias, pero... ya te has tomado demasiadas molestias acompañándome, Martin; no quiero abusar, ni arruinarte completamente la noche - le dijo Marisa.

- No te preocupes; no tenía otros planes para hoy - respondió él, guiñándole un ojo y haciéndola sonreír - Ustedes díganme a dónde quieren ir, y yo las llevo.

Bianca tenía una cierta dificultad para moverse, por causa del dolor a la altura de las costillas, así que Vanesa decidió que se quedaría con ella, al menos por esa noche, y el grupo salió en el coche de Martín hacia casa de la primera; una vez que Marisa ayudó a sus amigas a acomodarse, le pidió a Martín esperar hasta que llegaran los dueños de casa para no dejarlas solas, y luego ellos irían de regreso al departamento. Así hicieron; los padres de Bianca llegaron y se encontraron con la novedad de que su hija y la amiga se habían accidentado y, después de que la pareja le diera las gracias a Martín por llevarlas a casa, éste se fue con Marisa.

Entraron al departamento y ella dejó su bolso sobre la mesa, mientras Martín se quedaba de pie cerca de la puerta, sin saber si quedarse o irse; ella se giró y se lo quedó viendo, mordiéndose el labio con picardía, y luego se acercó a él lentamente. Con las manos juntas por detrás de su espalda, Marisa se paró a pocos centímetros de él, mientras Martín la miraba con una sonrisa, y comenzó a frotar la nariz por su mejilla; el joven no aguantó más y la tomó por la cintura con fuerza, besándola de un modo por demás apasionado, mientras ella se colgaba de su cuello con las piernas alrededor de su cadera, dejándose llevar de nuevo hacia la cama.

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