La muerte siempre llega. Para algunos de forma inesperada pero, para otros, no.
Hay veces en las que los espíritus no pueden irse del mundo humano cuando aún tienen algo que cumplir. Un deseo que satisfacer.
Y, en el caso de Connor Murphy, su deseo...
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—Sabes...yo nunca creí en los fantasmas —admitió una vez Evan, en otra de sus charlas con el drogadicto.
No había clases ese día, y el castaño aprovechó para aún así levantarse temprano. Connor no entendió el propósito de esto.
—¿Crees que yo sí? —habló con ironía—. Ni siquiera siendo un fantasma creo en ellos.
El castaño lo miró curioso y quería reírse pero, por algún motivo, se contuvo. De repente sentía tanta curiosidad por Connor, quería saber qué se sentía ser algo tan inusual como lo era ahora, cómo es no ser visto por nadie en el mundo a excepción de él (aunque él mismo se consideraba nadie). Un fantasma que no se autodenomina fantasma, muy peculiar, ¿no?
—¿No ves a personas similares a tí? —preguntó Evan. Connor dudó un poco, como si estuviese meditando su respuesta y dijo:
—Es la razón por la que no me siento un espíritu. No veo a nadie aquí que haya muerto y que continúe en este mundo. A veces creo que dejé de existir pero que sigo vivo, ¿muy tonto verdad?
—¡P-por supuesto que no es tonto! —Se apresuró a aclarar—. Tal vez alrededor no puedas ver a alguien como tú pero de existir de seguro que sí.
—¿Eso debería animarme?
—En...en verdad no lo sé.
Se quedaron observándose el uno al otro con silencio. Ambos pensaban en lo mismo, con la excepción de que uno de ellos deseaba que el contrario lo diga en voz alta. Se apresuró a cambiar de tema pero Evan fue más veloz.
—¿Aún no sabes cuál es tu deseo?
Connor suspiró rendido cayendo otra vez en la cama y, luego de un pequeño rebote, tapó sus ojos con el dorso de su brazo. En verdad nunca sabía qué responder cada día que el de cabellos claros preguntaba lo mismo.
—No, todavía no lo recuerdo.
Y no dijo nada más, haciéndole entender así a Evan que tampoco tenía ganas de recordar.
Pero en su lugar, el fantasma decidió devolverle las interrogaciones. Se reincorporó de inmediato y fijó sus orbes en las del contrario. Luego de unos segundos de incómodez para el menor, sonrió conteniendo una risa y prosiguió:
—¿Cómo se siente estar en una situación como la de ahora?
Evan frunció el ceño, desconcertado. «Una situación, ¿como qué?».
—Ya te lo he dicho... —respondió, temeroso por haber comprendido mal.
—No —Lo interrumpió—. ¿Cómo te sientes al estar con el chico que utilizaste para tus mentiras en frente tuyo?
«No otra vez», pensó Evan, intentando ocultar su hartazgo a ese tema.
