Rápido.

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Rápido. Demasiado, quizá. Pero rápido. No puedes parar. Tampoco quieres. Sientes que te estás precipitando. Sigues con cierto gusto. Rápido. Un pestañeo. Una mirada. Una sonrisa. Un corazón acelerado. Parece que fuera a explotar. Un lametón. Una caricia. Un gemido. Un gesto. Rápido. Demasiado. Sabes que no hay vuelta atrás. No serviría tampoco de nada. Hasta el final, ¿eh? El  viento corriendo a través de tu pelo. Gotas de lluvia en tu cara. ¿Eran lágrimas? No lo recuerdas. No quieres. Corres. Despacio, puede. Pero corres con lo máximo que tienes. Los pulmones llenos de aire. Los labios cansados de gritar. La lengua seca de tragar. Un instante. Un paisaje. Un abrazo. Un sonido. Ya puedes parar pero no quieres. Sabes que se irá todo, no quedará nada, y te quedarás esperando una carta que jamás llegará. Una curva muy cerrada. Una despedida. Un "adiós". De repente, nada. Oscuridad. Rápido. Tu corazón late rápido mientras te reincorporas a la cama, apagando un despertador que lleva sonando diez minutos y secándonte las lágrimas que recorrían tus mejillas. Observas unas fotos que tenías agarradas mientras soñabas. Cae otra lagrima. Sonríes mientras abres la cortina que mantenía la oscuridad en tu cuarto.

Inktober 2017, de La Maldición del Escritor.Where stories live. Discover now