Las cosas van abajo.

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Narra Autora.

—¡Es hora de la comida!— gritó Sanji en el marco de la puerta de la cocina, luego volvió a adentrarse.

Los tripulantes fueron a cenar muy animados, la arqueóloga cogió un camino distinto. Se dirigió a la sala de entrenamiento de Zoro para avisarle que debía bajar si quería comer.

—Espadachín-san, despierta.— le dejó un dulce beso en la mejilla. Tocó su hombro unas cuantas veces.

Zoro gruñó.

—Hey, es hora de cenar, vamos a abajo.— los toques se hicieron más frecuentes, haciendo que el peliverde se levantara.

—Déjame en paz.— refunfuñó Zoro claramente molesto, pero no era algo nuevo, así que ella lo dejó pasar.

—Es hora de cenar.

—No quiero. No voy a comer, déjame ya.

—¿Por qué?

—Porque no.— respondió mirándole como si fuese obvio.

—Estás extraño, te noto...diferente.— admitió Robin con ligera tristeza en su tono de voz.—Siento que me evitas, ¿es eso cierto? ¿Quieres evitarme?

—No me hagas caso.— soltó de momento, se frotó los ojos y se giró para no verla.—Creo que sabes que no iré al comedor, ¿qué esperas?— preguntó fríamente, su sinceridad le hirió a Robin casi como si tres katanas la estuvieran atravesando.

—Bien, entonces buenas noches.— respondió la arqueóloga aún sin perder la compostura, sus labios temblaban ligeramente, pero antes de que el peliverde la viera, prefirió irse, sus fuerzas fallarían en cualquier momento.

No sabía qué le había hecho para que se comportara así, y si en caso de que hizo algo que a él le afectará, ¿por qué comportarse así con ella? ¿no podía decírselo y ya?

Robin fue a tocar la puerta de la habitación que compartía con Nami, pero antes de entrar notó cómo se le escapó una lágrima y resbaló hasta sus mejillas. Rápido, la secó con su dedo, no quería que alguien la viese. Estiró un poco su cara, para que las sospechas fueran menos, y entró a la habitación al ver que Nami nunca respondió.

—Nami, es hora de cenar.— se dirigió a donde ésta, pero ella fue más veloz y se sentó en su cama, aún mareada por levantarse tan rápido.

—Voy.— dijo somnolienta.—Ugh...no he podido dormir bien. Robin, ¿puedo decirte algo?— la observó, la contraria al mirarle se percató de las ojeras y su tono apagado de voz.

—Dime.— contestó serena, aunque atenta, parecía ser importante.

Nami sacudió la cabeza sacando sus ideas de la cabeza.

—Nada, nada, olvídalo.— fue a ir a la cocina.—Vamos.

Robin la siguió algo desconcertada. Cuando llegaron vieron el abucheo y el revuelto que se había formado mientras no estaban, Nami reaccionó y comenzó a repartir golpes por cada estúpidez que se les ocurría a los chicos. La cena continuó bastante corriente, bueno...para ser los Mugiwaras...en fin, todos terminaron hartos de comida, se encontraban sentados acariciándose la barriga mientras recuperaban el aire.

Robin miraba al capitán, lo conocía muy bien, y sabía que no dio el cien por ciento hoy, por lo que intuyó que algo le sucedía. Y, como nakama, quiso ayudarle personalmente.

Narra Robin.

—Capitan-san, ¿podrías acompañarme al acuario? Creo que dejé un trozo de carne allí, y no quiero desperdiciarlo, ya que no lo quiero.— comenté llamando su atención al instante, y más cuando mencioné la palabra "carne".

La Ola [One Piece]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora