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Podía haber escapado, dejando atrás toda aquella parafernalia. Podría haber vuelto al pueblo y haberme subido en el primer tren que pasara sin importar el destino. Tal vez hubiera sido lo correcto.

Pero por una vez no evalué la situación como quizá debí hacerlo. Solo permanecí allí en el bosque, oculta tras unos árboles, espiando a los habitantes de aquel poblado. Habían hombres en su mayoría, pero también mujeres y niños. Aquello me hizo sentir algo más segura hasta que observé como una de ellas entraba en fase ante el resto y se desvanecía corriendo en la profundidad del bosque. Aquella mujer no era una cualquiera y/o desconocida, era Laia.

Decidí salir de mi escondite cuando una niña pequeña se detuvo repentinamente y miró en mi dirección. Sentía que ya la conocía, pero no sabía con certeza si la había visto con anterioridad o simplemente mi mente divagaba.

Se acercó con una parsimonia peligrosa hacia mí, y cuando estuvo lo suficientemente cerca frunció el ceño.

— ¿Tú quién eres?—Preguntó. Bueno, no destacaría por su amabilidad.
—Ky.—Bufé. Ella negó con la cabeza y se cruzó de brazos.
—Tu nombre verdadero.
—Kylie.

Entonces abrió los ojos como platos y rodeó con sus regorditos brazos mi cintura. Aquella agresiva niña había pasado a ser un caramelo en cuestión de segundos. Quizá sí nos conociéramos. O tal vez solo quería saber mi verdadero nombre y que se lo dijera la hizo feliz.

No, eso sonaba exageradamente pretencioso y extravagante.

—El Alpha te está buscando.
—¿Quién y qué es el Alpha?—Cuestione confusa. Detrás de ella apareció Kaleb y di por hecho que él era el ya mencionado Alpha, aunque aún no sabía que significaba eso.

La niña se giró y se situó de pie junto a mí. Hizo una rara reverencia ante Kaleb y luego corrió hacia un grupo de niños que jugaban al pilla pilla.

Se acercó a mí y retrocedí una distancia similar a la que él había acortado. Era la distancia perfecta, su físico no lograba afectarme ni su presencia asustarme.

—Pensé que te habías ido.—Declaró en vez baja. Pero le oí.
—Debí haberlo hecho.
—Habría hecho lo necesario para encontrarte.

Parpadeé confusa. Comenzaba a pensar que estaba fuera de control, no me conocía y no podía decir eso.

—¿De qué vas?—protesté—No me conoces de nada, Kaleb.
—Te conozco tanto como tú a mí. Y sino te has ido, es porque no has querido, nadie te lo ha impedido. Has querido quedarte y dudo que sea por las vistas, o por la humedad. Estás aquí por mí.

Le saqué el dedo del medio y me alejé de él tan rápido como pude. Tenía razón, estaba aquí por él. No porque me gustara, o porque fuera guapo, estaba aquí solo porque creía que debía hacerlo.

Quise caminar sin mirar atrás. Pero no pude. Me giré una última vez, esperando que él permaneciera allí, quizá burlándose de mi gesto obsceno, pero ya se había ido.

La leyenda del Alpha. | A. PonceWhere stories live. Discover now