26

7.8K 548 21
                                    

4 meses después.

Narra Kaleb.

Terminé de colocarme la corbata. Estaba nervioso, casi avergonzado de lo que iba a suceder. Cerré los ojos y, cómo me había enseñado Sandy, traté de calmarme. Inspirar y expirar, sólo quería pensar en ello.

Pero no bastaba. Hoy no. No cuándo tenía que estar al otro lado del altar mientras se acercaba la novia a éste. No sabía como había sucedido; una mañana me había despertado, y todo había surgido como arte de magia. Ya me había advertido mi prima, el tiempo se me acababa para desposar a Sandy, la manada ya comenzaba a sospechar. Y tenían motivos para hacerlo, era una buena chica, pero le faltaba esa mirada dulzona frente a su manada.

No quise hacer comparaciones absurdas.

Entró Laia a la habitación.
— Estás increíble —me aseguró.
— Increíblemente nervioso, sí.
— Calmate, ya has tenido un infarto, ¿quieres dos?

Sonaba ridículo. A mis veintiún años y teniendo un infarto, no sabía ni yo como había llegado a pasar, me levanté en mitad de la noche, oí un ruido en la habitación contigua, que alguna vez había pertenecido a Ky. Todos tenían terminantemente prohibido entrar allí. Así qué, cuándo oí el ruido, mi corazón gritaba que fuera. Corrí y, cuándo llegué a la puerta, observé su cabello negro, largo, aunque menos de lo que recordaba. Entonces se giró.
Sandy —bufé— ¿qué haces aquí?
Venía a leer un libro, cariño. No quería molestarte con la luz.
Siempre piensas en todoadmitíno te acuestes muy tarde.
Se acercó y depósito un ligero beso en mis labios y abandoné la habitación. Cuando llegué a la mía, comenzó un profundo dolor en mi brazo izquierdo.
Lo demás es historia.

No entendía por qué seguía pensando en ella de esa manera. Hacían casi cinco meses que se había ido, incluso James había vuelto a hablar con Laia. Pero nada, Ky no parecía tener ningún interés en mí.
— No sé si hago lo correcto, Laia.
— ¿Y qué es lo correcto? —cuestionó— No sé, dímelo Kaleb, ¿esperar a esa zorra? Tienes una tía de oro, no jodas todo por alguien que no vale la pena.

Asentí. Tenía razón.
— Iré a ver a Sandy.—me dijo y salió de la habitación. Salí yo también, estar encerrado entre aquellas cuatro paredes no me hacía bien.

Reconocí a James y a mi omega, Mike. Corrió el segundo hacia mí, y como todo un hombre que era, se le saltaron las lágrimas mientras me abrazaba.
— ¡Cómo pasa el tiempo! —exclamó— Parece que fue ayer cuándo babeabamos por las de la manada del este.
— Es que fue ayer.—le recordé. Había tenido una despedida de soltero algo peculiar; en vez de ir a ver una stripper, nos dedicamos a intentar buscarle una pareja a Mike. Misión imposible, su mate no aparecía por ningún lado.

Era el más joven de todos, a sus dieciocho años parecía un cachorro desesperado por acostarse con todo lo que se movía.
— Felicidades, tío. Es una buena chica.—me felicitó James. Nada había vuelto a ser lo mismo desde que ayudó a Ky a escapar de mí.
— Lo que tú digas, James.—Le dije.
— Es la hora.—Me avisó Mike. Con los nervios a flor de piel, salí del castillo seguido por ambos.

La leyenda del Alpha. | A. PonceWhere stories live. Discover now