05: Amor de pendejos (II)

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Narra Amanda.

Esperé mi transporte en la entrada cerca de la casa y cuando este llegó subí con una sonrisa ladeada en la cara, allí se encontraba mi amiga Marta ansiosa por lo que había pasado el fin de semana pasado. Y sí, aunque suene loco yo también quería saber. Todo pasó tan rápido y fue tan confuso que no entendía exactamente qué carajos había pasado. Así que estuve meditando durante la llegada a la secundaria todo lo ocurrido; le dije a Marta que le contaría a la par con Mateo para no tener que hablar de ello tantas veces, y ella como buena amiga, aceptó. 

Las dos primeras clases, Historia y Ciencias Naturales, habían pasado lentamente mientras yo reflexionaba las palabras de Richard. Y me di cuenta que había estado tan despistada que, hasta que la hora de receso llegó, no me di cuenta que había olvidado mi desayuno. 

Marta me jaló del brazo para que no hubiera manera de escapar y contar "el gran acontecimiento", así que fuimos por los pasillos hasta el patio principal en busca de mi mejor amigo mientras ella compartía su comida conmigo. 

Yo tenía una sonrisa en el rostro porque Marta había estado comentando algo sobre un chico de penúltimo año llamado Fernando, amigo de su hermano, que era guapísimo. Ella me decía que en caso de que Richard metiera la pata, pues aún tenía oportunidad con alguien más. Ella sabía que las cosas no habían resultado del todo bien.

—¡Te lo juro! Es que es tu tipo.

—¿Y cómo sabes que es mi tipo?

—Ay vamos, todo blanquito con su morenita.

—Si es tan guapo como dices, ¿por qué habría yo de gustarle?

Mi amiga me miró con un rostro bastante triste, como lamentando mi baja autoestima.

—Amanda, aunque siempre haya algo que no nos guste de nuestro físico, siempre habrá algo que nos hará ser especiales.

—Especialmente ingenua y estúpida, tal vez sí soy.

Ambas reímos ante mi autosaboteo, pero mi risa se paró al ver a mi mejor amigo limpiando lo que parecía ser jugo en el zapato de Dalia. Mi sangre comenzó a hervir a fuego lento, me enfurecía con razón.  No soportaba ver lo estúpidamente bobo que mi mejor amigo se había vuelto por ella, al punto de parecer su sirviente.

 ¡Allí! Primero corriendo por su desayuno, después haciéndole las tareas que sabía que le hacía ¡Y eso! ¡Le estaba limpiando el zapato! Era mi límite, fue la gota que derramó el vaso.

—¡Bayer! —Se sorprendió la chica al verme frente a ellos.

—¡Mateo! —exclamé, ignorando a la chica—. Necesito contarte algo.

Mi mejor amigo subió la mirada lentamente dejando de insistir en el zapato de la chica; fruncí el ceño cuando nuestros ojos se encontraron y él sonrió de medio lado, mostrándose apenado. Le extendí la mano para ayudarlo a pararse del suelo y accedió. Lo miré.  Sé que lo miré a los ojos durante algunos segundos, quería demostrarle con eso que mi sangre hervía por lo que estaba haciendo y por el simple hecho de estar con esa chica.

Quería que me dijera algo y saliéramos de allí para poder reclamarle, aunque espera... ¿Exactamente por qué debía reclamarle? Él pudo haber hecho eso por mí ¿no? Vaya que lo pensé, e inhalé para controlarme.

—Te veo al rato —le dijo finalmente a Dalia, sonrojado por alguna razón y tomándome del brazo que Marta ya me había soltado al momento en el que como saeta fui a la escena—. ¿Qué? 

Pero su "¿Qué?", oh Dios, sonaba fastidiado ¡Como si yo lo hubiese fastidiado! ¿Acaso no veía que era ella? ¡Su Dalia! Era quien, desde que habíamos comenzado la secundaria, lo fastidiaba, la que realmente lo fastidiaba todo era ella.

Un amor que no es amor #LoveYourselfWhere stories live. Discover now