47. Harry.

8.2K 412 28
                                    

Tomó apenas un poco de distancia de mí, abriendo sus ojos de par en par frente a los míos. Contuvo su risa algunos segundos, pero más tarde la dejó salir. Fruncí el ceño, preguntándome si había dicho algo gracioso.

-Oh, vamos. ¿Vas a decirme que alguna de todas tus perritas falderas no te dijeron "te quiero"?- interrogó la castaña.

-Hablo de palabras sinceras. De un "te quiero" realmente sincero. Jamás pude sentirme tan querido como ahora, ni siquiera con mis padres. Ellos jamás me dieron esa sensación- suspiré.

Hizo una mueca con sus labios y tomó mi rostro con sus manos. Sentí el contacto frío de sus dedos y me estremecí por completo. Sus labios se posaron en mi boca y bailaron junto con mis labios. Me hizo saber con ese simple gesto que ella estaría allí para mí. Y al ver su intensa mirada color caramelo supe que ella me comprendía como nadie más.

Alcé mi cabeza al cielo y pude observar cómo éste se teñía de un color gris oscuro. La noche había llegado más rápido de lo que pensé. O simplemente había perdido por completo la noción del tiempo.

Becca abrazó su cuerpo y mordió su labio inferior. Supe que tenía frío. Y no era para menos. Un aire húmedo y helado se hizo presente en el lugar.

-Deberíamos entrar- dije. Ella se limitó a asentir con una delicada sonrisa.

Días antes me había tomado la molestia de acondicionar el lugar lo suficientemente bien como para que todo fuera perfecto. ¿Qué podía decir? Ella me importaba enserio, sería capaz de cualquier cosa con tal de ver en su rostro aquella sonrisa honesta que tanto me gustaba. Entonces allí estábamos, disfrutando del calor agradable que aquella pequeña chimenea trasmitía.

-Mira lo que traje- sonreí mostrando unos viejos dvd's de capítulos recopilados de Friends que había encontrado en la mañana.

-Oh, adoro Friends- dijo aplaudiendo como una niña pequeña antes de acomodarse en el desgastado y antiguo sofá.

No demoré en acostumbrarme al adorable sonido de su poco sutil risa. Era cómo música para mis oídos. Debo admitir que mi risa no era únicamente provocada por las tonterías de Joey o los papelones de Ross, sino más bien por aquella contagiosa y ruidosa carcajada que provenía de la chica de ojos caramelo que se encontraba a mi lado.

El ruido de un trueno la sobresaltó, haciéndola pararse de un salto. La miré alzando una ceja y ella se acercó al ventanal. La seguí.

Una tormenta feroz se hacía presente en la ciudad. El agua golpeaba con fuerza el piso en las afueras de la cabaña.

-Deberíamos volver.- murmuró rodeando su cuerpo con sus delgados brazos, cubriéndose de aquél viento helado que se colaba a través de un ventana.

-¿Estás loca?- la miré divertido.- ¡Está lloviendo a cántaros! ¿Piensas caminar con esta tormenta? ¿Y de noche?- dije ahora mirando hacia afuera.

-Hace frío.- musitó sonriendo débilmente. Sonreí de lado y me acurruqué junto a ella para rodear su frágil cuerpo con mis brazos. -Las tormentas me asustan- dijo algo avergonzada. Reí ante su declaración.

-Todo estará bien, gatita.- la apreté con fuerza haciéndola reír.

Cuando su risa cesó, ella acomodó su cabeza justo a la altura de mi cuello y sus manos frías se encontraban en mi pecho. Nuestras miradas se cruzaron, de una forma distinta, ella se veía algo nerviosa. Dejó un intenso beso en mi boca, par luego bajar sus labios hasta mi cuello para besarlo pausadamente. Tragué saliva, sorprendido y sin saber cómo reaccionar. Me estaba volviendo loco la forma en la que dejaba besos por todo mi cuello.

Bajé mis manos hasta su cintura y levanté un poco su blusa para colocar mi tacto en la cálida piel de su vientre. Fue mi turno ahora de besar su cuello, a lo que ella respondía con discretos jadeos.

Sus manos recorrieron todo mi pecho hasta llegar al límite de la camisa, la cuál comenzó a desabotonar con cuidado. Me observó entonces ahora con un brillo especial en sus ojos miel. ¿Hasta dónde estaría dispuesta ella a llegar? No quería apresurar nada, no quería que se sintiera obligada, mucho menos, a nada. Pero maldición, Becca me estaba volviendo completamente loco.

Con cuidado, fui levantando su blusa, esperando que ella me detuviese o algo así. Pero no lo hizo. Sonreí al ver su torso nada más cubierto por aquél sostén de encaje negro. Sonrió avergonzada, y sus mejillas se pintaron de un color rojo carmín que me derritió por completo. Intentó cubrirse un poco.

-Eres perfecta, Rebecca Pierce- susurré en su oído haciendo que se estremeciera por completo.

Ella se deshizo por completo de mi camisa y de su corta falda de colegiala. Hice lo mismo con mis demás prendas, hasta quedar únicamente, ambos, en ropa interior.

¿Para qué describir lo que siguió después? Si basta con resumir que jamás, jamás algo se había sentido tan jodidamente bien. Sentí como si fuera mi primera vez, como si deseara tener su cuerpo junto al mío más que mi propia vida. Había sido mucho más que un simple polvo, había sido una prueba de amor, sin lugar a dudas. Había sido especial, inolvidable.

Ahora yo me encontraba mirando hacia el techo, con esa tonta sonrisa que dudaba poder borrar de mi rostro alguna vez. Ella estaba acurrucada a mí lado, durmiendo como un ángel, con su cabeza en mi pecho. Eran momentos como este en los cuáles me preguntaba por qué tuve tanta suerte.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora