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"Las personas más insoportables son  los hombres que se creen interesantes y las mujeres que se creen irresistibles"

Oscar Wilde.

Thanos

— ¿Puedes dejar de hacer eso? — dejo a un lado el crucigrama que me entretenía, — Eric, estoy hablando contigo.

El viaje en el ascensor hasta la suite presidencial se torna un fastidio debido a que el inmaduro de mi hermano había decidido adquirir recientemente una especie de obsesión por un juego en su teléfono móvil: Candy Crush. El hartante sonido de la voz masculina regocijándose entre sweet, excellent y demás me incentiva a partirle el cuello en dos.

Aterrizamos en Las Vegas en la mañana y no es hasta pasado el medio día que podemos irnos hasta nuestra habitación.

—¿Y a ti que te sucede? — pregunto a mi hermano menor Blaine, quien se ha mantenido en un extraño mutismo nada propio de él. Ni siquiera emitió palabra cuando la azafata del jet le pregunto si deseaba ver algún juego de tenis en su portátil.

—Pues su amiguita no le hace caso— comenta Eric riendo y tocándome con su codo como si de dos mugrosos amigos nos tratásemos. Le observo con una ceja arqueada y él repara en su error.

Lo que me faltaba, uno de mis hermanos "sufriendo" por una mujer.

— ¿La gorda? — deduje — Pensé que con la paliza que te di el otro día se alejaría de ti, para siempre.

Las puertas del ascensor se abren y el joven botones del hotel respira aliviado. Como toda respuesta a mi provocación, Blaine rueda los ojos, toma su celular y se aleja hacia su habitación.

—Ja, ja muy gracioso Thanos ¿acaso tú no tienes una pequeña fan que gusta de olisquear tu cuello? —Eric comienza a lanzar la sarta de idioteces del día. Parece que sin su dosis diaria de estupidez él no puede comportarse como alguien propio de 25 años.

—Cállate, no te atrevas a seguir hablando.

—Oblígame — continúa, — no eres Benedict para someterme a tu voluntad.

—No me retes, podría fracturarte las piernas y allí veríamos cuanto te ríes.

Un carraspeo involuntario escapa de la garganta del botones. Me giro a observarlo y percibo el momento exacto cuando su respiración se detiene y su saliva se torna espesa.

Eso es amiguito, tu sistema nervioso se prepara para la huida. Pero que sería de mi vida sin un poco de diversión.

— ¿Necesitas algo? — pregunto serio, Eric rueda los ojos y le sonríe.

—Se...señor... por... por supuesto que n...no —responde en un muy afeminado tartamudeo.

—Aquí tienes tu propina, muchas gracias por tus servicios — Eric lo despide amablemente de la habitación, — tengo el leve presentimiento de que algún día pagaras por ser así... tan quisquilloso.

—No te lo he preguntado. Limítate a vivir a tu modo Eric.

Dejo mi maletín en uno de los muebles y me dirijo al minibar para beber algo. De reojo veo mi reloj de muñeca y me lamento de tener tan poco tiempo. Debo darme un baño y partir cuanto antes.

Acomodo uno de los gemelos de mi traje. Sí, es un maldito tic nervioso. Cuando las cosas no van de acuerdo a mis planes tiendo a sufrir de ansiedad. Una de las mejores formas que he encontrado para combatirla es posicionar mis gemelos de manera que ambos indiquen un ángulo de 90°.

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIROWhere stories live. Discover now