28. Enamorada

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Pablo me miró a través del cristal, con sus ojos llenos de arrepentimiento, tristeza, enfado... no supe cómo interpretarlos, así que simplemente desvié mi mirada hacia el frente. Me dolía verle más de lo que esperaba. Oí cómo abría la puerta de atrás y como entraba, dejándome poder oler su característico perfume, olor que me abrazó tensando todo mi cuerpo:

- Hola- dijo él una vez cerró la puerta.

- Hola.- le contestó Lolo arrancando el coche.

Lolo me miró, de reojo, y reaccioné:

- Ho-hola- saludé yo también con mi voz temblorosa.

No abrí más la boca en todo el camino hasta la comisaria. Lolo y Pablo iban hablando de vez en cuando de algún tema de trabajo, pero las respuestas de este último eran escuetas y bastante evasivas, denotando las pocas ganas que tenía también él de hablar. Cuando llegamos a la comisaría, salí de aquel coche casi corriendo, pues la tensión que había en aquel pequeño espacio ya comenzaba a ahogarme. No me estaba gustando nada la forma en que las cosas habían cambiado entre nosotros. La incomodidad y la angustia que sentía entre los dos era horrible y muy oprimente.

Una vez dentro de la comisaría nos atendió un guardia que nos hizo pasar a una sala de espera a Pablo y a mí, Lolo tuvo que quedarse fuera. Estar a solas con él en aquel lugar aún fue peor y deseé no haber ido con ellos. Notaba su mirada clavada en mí, sentí que quería decirme algo. Su pie se movía con nerviosismo y rapidez mientras yo mordisqueaba mis uñas por lo mismo. No iba a aguantar mucho más rato así, quería huir de aquello. Era insoportable:

- Henar, yo...- comenzó a decir.

- Pablo Moreno de Alborán, por favor.- dijo uno de los guardias que nos atendió el miércoles- Entre a la sala.- le indicó.

Pablo me dedicó una última mirada casi suplicante y se levantó para entrar en la que era la sala de interrogatorios, aún cojeando. Estuvo allí dentro unos quince minutos y en cuanto salió, y después de que el guardia me hiciese señales para que entrara, me levanté y me crucé con él si ni siquiera mirarle. No podía soportar encontrarme con sus ojos, aquel día me desestabilizaban demasiado entre lo mucho que me intrigaba todo lo que se reflejaba en ellos y las ganas de tirarme a sus brazos que me provocaban. Cuando entré en la sala, el guardia me hizo sentar y me ofreció un vaso de agua que acepté con gratitud. Tenía la boca seca y mucho temí que aquel interrogatorio no tenía nada que ver. Era increíble todo lo que Pablo provocaba en mí tanto física como emocionalmente.

El guardia me preguntó algunas cosas sobre lo ocurrido la noche del miércoles, sobre de dónde veníamos, a dónde íbamos, que fue exactamente lo que pasó, qué nos dijo aquel hombre, etc. Al final me contó que justo antes de atacarnos había intentado robar en una gasolinera de la ciudad y que, al no conseguirlo tras llegar ellos, salió corriendo y, desesperado al vernos, fuimos su opción para conseguir dinero, al parecer para drogas. Acabamos rápidamente con las preguntas y el policía nos agradeció a ambos que hubiésemos ido, al igual que nos dijo que en los siguientes días pasaría a disposición judicial. El policía nos dijo que podíamos irnos y, después de agradecerle al agente su trabajo, me adelanté a Pablo para salir de allí. Quería refugiarme en la compañía de Lolo inmediatamente o explotaría de alguna u otra forma, no sabía si llorando, gritando o besándole. Al parecer, Pablo quería ponérmelo difícil y se apresuró en ponerse a mi lado:

- ¿Todo bien en el interrogatorio?- preguntó él.

Me paré en seco, mirándole frunciendo el ceño confundida:

- ¿Qué clase de pregunta es esa?- dije yo intentando controlar mis formas, aunque soné bastante borde. No me reconocía.

Pablo bajó su mirada. Sin esperármelo, se acercó a mi y puso una de sus manos en mi mejilla, paralizándome. Clavó su mirada en la mía, quedando atrapada de nuevo en ella y pude leer en él una tremenda tristeza que me hizo sentir mal al instante:

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora