43. La disputa

459 38 16
                                    

Los amigos de Pablo eran más que agradables, y la verdad que entre copas, risas y anécdotas de Pablo de cuando era más pequeño la noche comenzó a parecerme bastante divertida. No volvimos a ver a Marta en un buen rato y cuando volvió agradecí que se mantuviera callada y al margen de los demás, solo jugueteaba con su móvil con el ceño fruncido:

- ¡Oye!- gritó Sandra de golpe- Vamos a dejar de hablar un rato y vamos a bailar, que si no hubiésemos quedado en un lugar más tranquilo.

- Apoyo la proposición- dije, sonriéndole.

Begoña y Celia también parecieron animarse y los chicos, algo fastidiados, suspiraron que no tenían otro remedio. Pablo se acercó a mí tras más de dos horas a penas sin hablarnos y parecía haberse relajado un poco, quizás también por el alcohol:

- ¿Te puedes creer que te he echado de menos incluso teniéndote a dos metros?- susurró en mi oído mientras me abrazaba por detrás, provocando un perturbador aunque placentero cosquilleo en mi estómago.

- Pensaba que estabas molesto conmigo...- me sinceré.

- ¿Por qué iba a estarlo?- preguntó preocupado dándome la vuelta para encontrarse con mis ojos.

- No sé... te noto raro, como tenso.

Estaba dispuesta a saber qué era lo que le había provocado estar de aquella manera, pero pareció volverse a cerrar en banda e incluso noté el brillo de sus ojos oscurecerse de nuevo:

- No te preocupes por eso, no tiene nada que ver contigo- dijo intentando disimular de nuevo su malestar- Solo estaba algo extrañado de volver a verles a todos, no debes preocuparte.

- Como sea...

Desistí. Sabía que me iba a ser imposible hablar de aquello en ese momento y menos en ese lugar. Quizás al volver a casa o al día siguiente tendríamos la oportunidad de hablarlo mejor, aunque a lo mejor me estaba preocupando demasiado por algo que, como decía él, solamente era melancolía o extrañeza.

Sin esperármelo, noté los labios de Pablo atrapar los míos mientras cogía mi cara con sus manos, un beso lleno de ternura que incluso hizo que mis piernas flaquearan:

- Alegra esa carita, princesa.- dijo acariciando mis mejillas con sus pulgares.- Hemos venido a pasarlo bien, ¿no?

- Sí...- respondí no muy convencida.

- ¿No te caen bien mis amigos?- preguntó asustado.

- ¡No! Quiero decir, sí que me caen bien. Son todos muy majos...

- ¿Pero?- preguntó mirándome.

La cara y la mirada de Marta vinieron a mi cabeza: "pero esa tal Marta no me ha acabado de convencer", pensé. No obstante, no me atreví a decirle nada, al menos no allí:

- Pero nada, solo estaba un poco cortada al principio porque hablabais de cosas de tu infancia y me sentía un poco fuera de lugar... pero bueno, es normal, lo entiendo. Las chicas han intentado hacerme sentir bien en todo momento.

Pablo pareció convencerse con mi improvisada explicación y la llamada de Sandra acabó por cortar aquella conversación que sin duda no iba a acabar en ningún buen lugar. Por suerte, ambos parecimos olvidarnos del tema y nos unimos a los demás bailando, cantando y pasándonoslo bien.

Las horas pasaron volando, el alcohol cada vez estaba más presente y enseguida llegó la hora de irnos. Pablo seguía sin parecer estar del todo a gusto y fue él mismo el que propuso irnos:

- Vaya Pablito...- comentó Juanma- Ya no aguantas nada.- bromeó una vez ya estábamos fuera.

- No tengo excusas para contestarte, amigo. Me hago mayor.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETAWhere stories live. Discover now