Eran las diez y media en la "granja de jirafas", caminé de puntillas desde el segundo piso, Viktar me había traído la cena a la biblioteca y ya se estaba acabando. El sonido de mis pasos era considerablemente ligeros, sin embargo, lo que era muy fuerte era el sonido de mi estómago, llorando y pidiendo comida hasta el punto en que sentí lástima por la enorme mansión que era tan silenciosa como un cementerio.
En la esquina de la escalera, en el primer piso, había un grupo de hombres con trajes negros, agrupados mientras se susurraban unos a otros en voz baja. Todos los ojos voltearon hacia mí, incluidos los de Viktar. A pesar de no abrir la boca para preguntar, la mirada en esa cara tenía un signo de interrogación. Por lo tanto, respondí con el gruñido de lo vacío que estaba mi estómago. La otra parte hizo un gesto con su mano hacia la cocina al final del ala este. Entrando por la puerta que estaba ligeramente entreabierta, en el interior, encontré a media docena de hombres con trajes negros, así como mucha comida que era más que suficiente para alimentar a un distrito entero. El apetitoso aroma de la comida me impulsó a empujar para abrir la puerta y unirme a ellos, sin embargo, la pesada atmósfera interior me hizo reconsiderar mi decisión.
La cocina se calmó una vez que toda la comida fue enviada para ser servida, lo más curioso fue Jessica, chillando alegremente mientras cocinaba con el chef, los dos chismeando alegremente el uno con el otro.
¿Crees que el chef es un hombre tailandés de los boonies? ¡Ajá! El chef era un tipo de cuarenta y tantos años con pelo de canoso, y estaba enseñando a mi amigo cómo hacer una sabrosa sopa de naranja. Los ojos de Jessica eran amplios e inocentes mientras escuchaba al chef explicar, su concentración se centraba en remover la sopa.
Para tener una conversación así de buena, no era la primera vez que venía aquí. No es de extrañar que ella estuviera tan inmóvil cuando la inspeccionaron en busca de armas. Además mira, mira, eso no es todo, Jessica sumergió su dedo en la sopa para probar el sabor, solo para que el chef le diera una palmada en la mano, poniendole una cara seriea. Hua , y una vez que dejó de hacer pucheros, sirvió una cucharada de sopa e incluso se la dio al chef.
Y ¿de qué estaban hablando? Al escuchar sus palabras en alemán e inglés, mi cerebro comenzó a palpitar.
Gruñido…
El llanto de mi estómago llamó su atención cuando ambos voltearon para mirarme; a lo que respondí con una sonrisa avergonzada.
Terminé sentado en la cocina con una fragante sopa de naranja frente a mí. Sabía tan delicioso que no me molestaba tener que aguantar a Jessica mientras hablaba implacablemente.
