Beau es un joven universitario que, como todos nosotros, está en una constante lucha. Lucha contra los obstáculos de su carrera. Lucha contra los estragos de un corazón roto y la inminente soledad que siente. Lucha contra sí mismo, y lucha contra es...
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En medio de la eterna lucha, la conmoción y el sufrimiento del mundo externo; tú despiertas. Despiertas, estirándote y gruñendo, quejándote de cuál fuera la razón que te sacó del profundo abismo del sueño y maldiciendo tus veintitrés años de existencia.
Luego de contemplar el techo por un momento, intentas mover tu pequeño y regordete cuerpo, incluso cuando las horas sin dormir son una carga cuyo peso apenas y te deja sentarte. Suspiras, con el rostro apoyado sobre las manos.
Tengo cosas que hacer.
Eh, por supuesto que tienes cosas que hacer: has estado vagando durante toda la semana. Eres un desastre, Beau.
Observas tus ojos oscuros en el espejo del baño y las grandes ojeras que los rodean. Eres un desastre. Soy un desastre. Sacudes tu cabeza, negando. Está bien. Suspiras una vez más. Sí tengo tiempo.
No sabes qué comer así que te saltas ese paso. Estudiarás primero, y lo que necesites para las prácticas lo arreglarás después. Mañana, si es necesario. Trabajas por varias horas hasta entrada la tarde. No te preocupes, que por almorzar un poco más tarde no pasa nada y no tienes hambre, de todas maneras. Aunque siendo honesto, no sé para qué te esfuerzas. Durante todos estos años te he dicho que no sirves para esto, y todavía insisto. En el fondo, tú lo sabes también.
