Parte 35 - El perdedor

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Me metí en el cuarto de baño en cuanto llegamos a la habitación del hotel y cerré la puerta. Apoyé las manos sobre el lavabo y contemplé mi rostro en el espejo. Los ojos enrojecidos e hinchados, la piel pálida, el labio inflamado. ¿Qué se suponía que significaban aquellos papeles? ¿Renato me había mentido? Cuando había hablado conmigo durante el concierto me había dicho que estaba haciendo todo lo posible por echar a Sara para que yo pudiera volver. ¿De verdad era así o solo había querido darme falsas esperanzas para que los chicos no se sintieran mal por lo que habían hecho? ¿Y si lo había entendido mal debido al ruido y me había dicho lo contrario, que no había manera de hacer que se fuera? Me senté sobre la tapa del váter y enterré la cabeza entre las manos. Pensé que al hablar con Christopher y decirme que tenían un plan, todo se solucionaría; pero no había hecho más que empeorar. Cada vez que creía que todo iba a empezar a ir bien, había algo que acababa estropeándolo. Aquello que creía que era un sueño hecho realidad, se estaba convirtiendo en una pesadilla. Comenzaba a arrepentirme de haberme embarcado en aquella historia. Estaba sin proyecto; el chico que me gustaba estaba lejos; mi hermana estaba cabreada con el mundo; su novio a distancia se había convertido en su peor enemigo; una chica a la que odiaba había conseguido quedarse con mi puesto. ¿De qué estaban sirviendo todos los esfuerzos que estábamos haciendo? ¿De qué valía que siguiéramos planeando nuevas soluciones si después no arreglaban nada? Grité entre dientes, frustrada mientras alzaba la cabeza hacia el techo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué todo era tan complicado? Unos golpes secos en la puerta hicieron que diera un salto y me levantara de golpe.

–Irene, tu móvil no para de temblar –la voz ronca de mi hermana resonó al otro lado de la habitación–. Cógelo ya porque me está poniendo nerviosa.

–Voy –dije con un hilo de voz.

Me eché agua en la cara para quitarme los restos de lágrimas resecas en mis mejillas. Me llené la boca de agua fresca y la escupí. El lavabo se llenó de un líquido semi rojizo. Había olvidado por completo la herida del labio. La contemplé un instante. Estaba de un color parduzco. No sabía si era malo o bueno, pero no iba a quedarme a averiguarlo. Cogí aire para tranquilizar los nervios. Lo solté poco a poco por la nariz y abrí la puerta. Me dirigí hacia la habitación. Mi hermana estaba tumbada en la cama, aún con la ropa puesta, mirando la televisión sin ver nada, la mirada perdida en las imágenes que iban pasando en la pequeña pantalla. Me quedé contemplando su rostro serio. No habíamos hablado nada desde que había leído los papeles. Se había quedado callada, sumida en sus pensamientos. En parte lo agradecí, no me apetecía hablar sobre el tema. Me senté en el borde de la cama y cogí el teléfono de la mesita de noche. Lo desbloqueé y me quedé contemplando el icono verde y blanco de Whastapp. 7 chats abiertos. Seguro que uno sería de mis padres preguntando qué tal había ido todo. Otros serían grupos. Y probablemente, alguno de ellos sería de los chicos. Suspiré. Miré la hora. 2:37 de la mañana. Probablemente mis padres ya estarían dormidos. Toqué la pantalla para que salieran los ajustes del teléfono y desconecté internet. No me apetecía hablar con nadie y menos con los chicos. Lo más seguro era que me hubieran preguntado sobre los papeles. ¿Y qué les iba a decir? No quería hablarles de lo que realmente eran. Ya me sentía bastante mal por haber leído esas palabras en las hojas, como para encima desilusionar a los chicos después de todo por lo que habían tenido que pasar para intentar sonsacarle a Sara la verdad. Hacerles ver que no había servido para nada me hacía sentir peor. No quería ser yo quien se lo dijera. Creía que era cosa de Renato hablarles sobre ese tema. Me tumbé en la cama tras dejar el móvil en la mesita y me quedé contemplando el techo, entrelazando los dedos sobre mi barriga. ¿Qué debía hacer? No quería firmar esos papeles sin saber antes por qué. Renato había dicho que estaba haciendo todo lo posible por que Sara estuviera fuera. ¿Por qué tenía que firmarlos entonces? Ahogué un gruñido frustrado y di media vuelta en la cama, intentando ordenar las ideas. ¿Qué se suponía que debía hacer? Al día siguiente tendría que ir a Madrid. Hacer un viaje de casi cinco horas para llevarle a Renato unos papeles que no quería firmar, pero que se suponía que eran urgentes. Alcé la cabeza un poco para ver mi mochila tirada en el suelo. Dentro, aquellos malditos papeles que tantos dolores de cabeza me estaban dando. Cerré los ojos. Tenía que descansar. Al día siguiente me esperaba un día duro. Y, además, aún me quedaba la peor parte: decirle a mi hermana que teníamos que ir a Madrid para volver a ver a los chicos. No sabía cómo iba a reaccionar y tampoco sabía cómo se lo iba a decir. Tendría que ingeniármelas para que no pusiera muchas quejas. Pero no me dio tiempo a pensar mucho más. Habían sido tantas emociones que los ojos se me fueron cerrando poco a poco hasta quedarme dormida.

CNCO - Más que un sueño [COMPLETA]Where stories live. Discover now