Amor es de dos.

XXIV

¿Alejas a la gente, dices?

Eres una de las personas más dulces que he conocido.

Pero me he dado cuenta que también tienes defectos. O bueno, actitudes que no siempre van conmigo. ¿Cómo es que de ti brota tanto aire de tecnología y modernidad, contrastando con mi alma vieja y ya muerta desde el día en el que supe que jamás podría tenerte? ¿Cómo es que sabes tanto de series, actrices, cantantes, modelos, historias...? Y la manera en la que escribes, ¡es tan cliché! ¡Tan común y mundana!

Pero, ¡carajo! ¡Todo lo que haces tiene un respiro a ti! Tiene una escencia especial, algo que me indica que es tuyo—¿es eso posible?—. Tienes una forma especial de hacer las cosas, y espero que nunca se vaya.

No eres la persona con mejores curvas o músculos del mundo, no siempre me río de tus chistes (aunque finjo hacerlo para no hacerte sentir mal), muchas veces no te das cuenta de mi presencia, te preocupas tanto por los demás que te olvidas de tu propio bienestar (aunque te enseñé un poco más a pensar en ti), tienes altibajos de emociones por tus malestares de cabeza o estomacales, te duermes en algunas clases importantes o charlas interesantes (no sé por qué eso me molesta, pero lo hace), todo el mundo se interesa por ti y te mima como a un bebé y te niegas a darte cuenta... Son tantos los pequeños detalles que me vuelven orate y me enfadan, ¡mucho!

Pero aún así me gustas, y eso me está asustando. ¿Es este un escalón más arriba? ¿Querer a pesar de los defectos? Porque siento que de todas las tonterías que me enfadan, cuando eres agradable conmigo, me vuelves a hechizar...

Oh mierda, y ahora hablo como una novela cursi mal escrita.

Estoy mal.