Capítulo seis.

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Antes de que lean, ¡quiero avisarles que subiré capítulo todos los viernes! Aún falta mucho de esta historia y espero que la disfruten.

Sin más que eso, le dedico este capítulo a Agus, que fue quien primero leyó el fic y ha estado ahí para enviarme ánimos.

Disfruten.

Bogotá, octubre de 2011.

—¡Es que no lo puedo creer, Juan Pablo! —Escuché un grito desde el cubículo del baño en el que me encontraba. Si lo escuchaba yo, era cien por ciento seguro que lo estaba escuchando todo el colegio. Estaba arreglándome el cabello ondulado, aprovechando el poco tiempo de descanso que tenía. Pero habría preferido no estar encerrada en aquel lugar, no si tenía que escuchar aquello. —¿Cómo vas a ser tan cínico? ¡Me cancelaste una salida por ensayar con tu banda!

Era Daniela. Estaba segura. Aunque no hablábamos mucho, estaba en mi curso y compartíamos inglés. ¿Por qué estaría discutiendo con Villa? Había escuchado poco, pero me parecía bastante bravucón que estuviese discutiéndole por seguir sus sueños. Estaba cayéndoseme aquella imagen de niña buena que tenía de ella.

Decidí encerrarme en el primer cubículo limpio que encontré, aunque en una posición más bien incómoda. Si me agarraban escuchando su conversación adiós a mi reputación -aunque no tenía mucha, para ser honesta-

—Cielo, cálmate. —Le respondió él. Algo en mi pecho se quebró con ese "cielo". —No te la cancelé. Desde hacía mucho te dije que no podía ir.

—Deja de hablar tanta basura, ¿quieres? —Espetó ella. Se podía sentir la rabia a kilómetros de distancia. Tuve miedo por él, de pronto.

—¡No me trates así, Daniela!

—¡Es injusto que no sepas dividir el tiempo entre tus amigos y tu novia! ¡No estoy reclamándote que no te la pases conmigo todo el tiempo, sino que apenas y nos vemos últimamente!

—Eso no es cierto. —Contestó él, un poco más calmado. —Salimos el viernes.

—No me estás dando el tiempo que merezco.

—¿Entonces eso es lo que quieres? ¿Tiempo? —Inquirió él. Su voz sonaba como un susurro. Supe que era mi momento de salir. No quería tropezarme con una escena de besuqueos ni nada por el estilo.

—Quiero que me ames como solías hacerlo. —Le respondió ella. Definitivamente, tenía un nudo atorado en mi garganta. Todas las noches fantaseaba con alcanzar lo que ella había alcanzado, pero la realidad se estrelló contra mí. Estaba demasiado enamorado de su novia como para dejarla.

Abrí la puerta del cubículo y me lavé las manos. Llevaba un par de minutos allí y Martín estaría esperándome para llevarme a su casa; teníamos que estudiar para un examen que había la semana siguiente. Empezábamos a entrar en semana de parciales, pero esa no era mi preocupación en esos momentos.

Cuando abrí la puerta del baño, me di cuenta de que ni Daniela ni Juan Pablo estaban por ahí. A mi lado estaba la puerta entreabierta del salón de Química, y supe por unos sonidos extraños que se encontraban allí.

Tragándome el dolor y el orgullo, caminé, apretando el paso cada vez más, hasta que me encontré con el rostro sonriente de mi amigo Vargas.

—¿Qué sucede, Nina? Parece que hubieses visto un fantasma. —Me preguntó, automáticamente cambiando su semblante a uno más serio.

—Juan Pablo y Daniela—Le contesté, cortante. —Sesión de besos. Salón de química. Imagen desagradable.

Martín lo entendió y pasó un brazo a través de mi cintura. Se quedó en silencio unos segundos hasta que sentí como aquella sonrisa característica de él aparecía de nuevo, exponiendo los brackets que portaba.

—Vamos al McDonald's de la séptima a por un helado—Me propuso. Aunque con él, sabía que era más bien una orden.

—Bueno, pero tú los pagas. —Hice un pequeño puchero. —Y habla con Lucía. Tengo cosas que contarle, pero no he querido hacerlo acá. Ya sabes, las paredes hablan.

El resto del día prosiguió con total normalidad y monotonía. Tenía clase de danzas a la última hora. De nuevo, exponerme bajo el sol para ensayar la presentación era un esfuerzo que no estaba dispuesta a hacer. Le dije al profesor que no me sentía del todo bien y que necesitaba descansar. Yo no era una chica que pidiese muchos permisos, por lo que accedió automáticamente. Saqué mi libreta de nuevo y empecé a garabatear cualquier cosa que se me ocurriese. Unas flores, quizá, o algunos árboles. El dibujo terminó siendo un desastre, pero al menos yo estaba bajo la sombra.

Escuché unos pasos y levanté la vista. A unos metros de mí había un lavabo al aire libre. Ahí estaba Isaza, lavándose las manos. Al parecer, ellos tenían artes plásticas porque tenía todo el uniforme manchado de pintura.

Me levanté de mi posición y me situé a su lado, con la libreta bajo el brazo.

—Pareces un niño pequeño. —Comenté, con total naturalidad. Por lo general, no me daba pena hablar con la gente. Si no lo hacía era porque no me nacía o porque me sentía intimidada. Sin embargo, después de la sesión musical del sábado, el muchacho alto a mi lado no me provocaba miedo en absoluto. Su amigo, Villamil, era otro caso.

—Respeta a tus mayores, Nina, ¿no te enseñaron eso tus padres? —Comentó, soltando una corta carcajada al instante.

—Al parecer eso de las enseñanzas de tus padres es algo que tienes arraigado y no sueltas. Recuerdo que se lo dijiste el sábado a Juan Pablo.

—Tienes buena memoria, ¿eh? Sí, digamos que el respeto es algo muy valioso para mí.

—Es bueno que te hayan sembrado eso. Mucha gente en este lugar no respeta a otros por el hecho de tener dinero. —Me quejé, y al instante una mueca se dibujó en mi rostro.

—Eso no me importa. —Admitió, mirando sus manos mientras se las lavaba. —La sencillez es para toda la vida.

Aquella frase me agarró por sorpresa, pero no hice nada aparte de asentir y sonreírle de nuevo.

—Suerte con lo que sea que estés haciendo. —Deseé, apuntando a sus manos manchadas con la barbilla. Isaza asintió y me despidió con la mano, mientras yo me devolvía a donde se suponía estaba viendo mi propia clase. Sin embargo, antes de poder sentarme, lo escuché caminar hacia mi algo agitado. Pero si solo eran unos metros... vaya, el estado físico de aquel muchacho debía estar por los suelos.

—¡Nina! Se me olvidaba—Puso una mano sobre mi hombro y yo me giré. A él sí tenía que verlo para arriba. —Este sábado también tenemos ensayo. Todos queremos que asistas. Incluso Villito. Espero que se haya disculpado por su actitud de la otra vez.

—No te preocupes. Lo hizo. —Le tranquilicé. Intenté lucir como si aquellas palabras de "él también quiere que vayas" no me hubiesen afectado ni un poquito, pero era difícil.

—Me alegro mucho, entonces. —Sonrió de vuelta y, dejando un pequeño beso sobre mi frente -cosa que me sorprendió, pues no pensé conocerlos lo suficiente para eso- se encerró en su aula correspondiente.

En aquellos momentos, no estaba del todo segura de qué quería Juan Pablo conmigo. Es más, estaba creyendo que no quería nada. Era más que obvio que amaba a Daniela y yo no tenía ánimos suficientes para hablarle sabiendo mis propias intenciones.

Aunque en ese momento tiré todos mis pensamientos de aquel día a la basura y me propuse a relajarme.

Era mejor tenerlo como amigo que no tenerlo en lo absoluto. Mi reciente contacto frenético con el menor de los Villamil me había hecho darme cuenta de todo lo que me estaba perdiendo por cobarde.

Bueno, no sé si alguna persona esté pensando esto, pero sé que llevo desarrollando la historia de una manera lenta y casi no ha habido interacción con el protagonista de nuestra historia. Sin embargo, ese ha sido el propósito. Quiero desarrollar muchísimo a Irina para que puedan comprenderla. No pierdan la esperanza, estoy segura de que Villito va a darse cuenta de que conocer a Irina puede ser beneficioso para su vida.

Sin más que decirles, muchísimas gracias de nuevo por leerme. No olviden comentar sus opiniones. 

Sending love;

—S.O.C. 

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