Capítulo diecinueve.

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Bogotá, Noviembre de 2011.


  —C-Claro—Titubeé, y mordí mi lengua para reñirme. Daniela me ponía muy nerviosa; su sola presencia era imponente y me sentía como un gato flaco y desgarbado a su lado.

  —Eh...—Empezó ella, pero también se veía nerviosa. Debía confesar que me sentía ligeramente amenazada por su presencia, específicamente porque fui una espectadora de la pelea que había tenido con la chica de décimo y me aterraba la idea de correr el mismo destino.—Conoces a Juan Pablo, ¿no?

—Ajá.—Afirmé, más cortante de lo que me hubiese gustado. En mi defensa, internamente estaba temblando como una rata recién nacida y con frío.

—Hey...—Empezó, pero se le cortó la voz apenas empezó. Relajó su ceño con sus dedos pulgar e índice derechos, como si le doliese mucho la cabeza.—... sé que viste la pelea que tuve con Abril. ¿Quién no la vio?—Bromeó, más para sí misma que para mí.—Y también sé que hubo un... incidente con Juan Pablo en el bosque.

Me ahogué con mi propia saliva. ¿Qué? Empecé a toser, y ella paró su cháchara, pegándome suave palmadas en la espalda para ayudarme a respirar mejor. Sólo a mí me ocurrían esas cosas. ¿Ahogarme con mi propia saliva mientras la ex novia del chico al que casi beso cuando aún seguía con ella me decía que lo sabía con un tono completamente relajado?

—Ya-Ya estoy bien.—La tranquilicé, inspirando con profundidad. Quería que me tragara la tierra y me escupiera en Andrómeda, a no sé cuántos años luz de la tierra.

—¿Te tomé por sorpresa?—Soltó una pequeña risita, negando con la cabeza.—Lo siento, no puedo evitarlo. Digamos que soy un poco sin filtro.

—Me di cuenta...—Susurré.—Oye, Daniela... No quiero malentendidos, ¿vale? Entre él y yo no ha pasado ni pasará nada.

Daniela se quedó callada durante un momento, mientras caminábamos juntas hacia la gran cancha de fútbol donde octavo y décimo estaban jugando un partido amistoso. Me aterraba la idea de que Juan Pablo nos viera y se armase toda una escena en su cabeza. Sabía que era capaz y que duraría días enteros sin hablarme. Con el poco tiempo que llevábamos hablando, había aprendido a leerlo con una facilidad absurda. Quizá era porque me gustaba mirarlo hablar y expresarse y me fascinaba analizarlo.

—No tengo problemas contigo, Irina.—Me contestó, negando con la cabeza con una expresión pasiva en su rostro.—Tengo problemas con él.

—Ya, vale, pero honestamente ese no es mi asunto.—Añadí, parándome en seco.

—Lo sé, Irina. Lo que quiero decirte es...—Jadeó, se veía que tenía problemas con su expresión.—Querría creer que no piensas que soy la loca que viste en el almuerzo ese viernes. Mira, conozco a Juan Pablo muy bien, y la relación no sólo terminó por la infidelidad. ¿Crees que no sé todos los deslices que ha tenido?—Confesó, y debía admitir que el dolor que embargó mi pecho en aquel momento era más del que podía soportar. ¿Acaso estaba intentando advertirme de que enamorarme de él era tóxico y poco saludable para mí?

—¿Deslices?—Pregunté, con un tono de voz más dolido del que habría querido expresar.

—Sí. Sé que besó a Abril, que casi te besa a ti, que hace dos años, cuando comenzamos, besó a otra chica borracho.—Contó con los dedos. Mordí mi lengua. ¿Era así como acababa, finalmente, mi fantasía?

Esa vaga esperanza de cría era la que me hacía creer que conmigo sería distinto. Las señales que me había dado Simón, las palabras de aquella noche en el automóvil, la cercanía, el sonido de su voz.

  —Ah, vaya, así que dices que es muy perro—Concluí, apretando mis labios en un intento de contener un gruñido.

  —Exactamente, a eso me refiero.—Asintió con la cabeza, con una sonrisa de satisfacción. Le había dado al clavo y lo sabía. No me sorprendía su actitud, pues sabía que ella me veía como una amenaza, pero me dolía en el orgullo saber que antes la tenía en un concepto de Diosa y era igual de egoísta a todos los seres humanos pisando la faz de la tierra.

La Última VezWhere stories live. Discover now