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Ella, solo ella. Siempre ella.

La diosa que deja en ridículo a las musas. Su amor es como una caída libre, cualquier otro sabría a poco. El arte no tiene sentido si ella no está presente en cada una de las palabras del poeta. Solo los ciegos serían capaces de resistir el deseo. 

Recuerdo que tenía el pelo negro cayendo como si fuera una cascada hasta acabar en su ombligo. Se dice que su belleza era capaz de arrodillar al más orgulloso de los reyes; su carácter, capaz de derribar montañas. Cuando bailaba parecía que volaba y el color de sus ojos era un misterio. Los que se han enganchado a sus caderas han conocido lo que significa el miedo a la pérdida; que después del salto de fe que supone quererla, no queda nada. 

Eso es lo que le pasó a él. La diosa lo salvó de la caída y lo enamoró sin palabras. Todo lo que antes parecía un agujero sin salida, ahora parece un mal sueño.

Pero las diosas son caprichosas y efímeras, tan pronto como vienen se marchan. Sin importar las consecuencias. Los hombres solo son simples mortales llenos de defectos. Nadie era capaz de alcanzarla. ¿Cómo me iba a comparar con ella?

Arisha.

OcasoWhere stories live. Discover now