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Éramos como una suerte medio echada, una metáfora mal formulada y el ocaso de una tierra inventada. La decadencia de un corazón cuya razón de latir es escuchar el ritmo de la música. Y no se da cuenta de que él es su propio perdón y su condena. 

Con él aprendí que el tiempo cura y la vez envenena. Las cicatrices son permanentes pero gracias a ellas somos la persona de hoy. Nunca hablamos del mañana, de si estaremos juntos o trazaremos un camino por separado, no merece la pena preocuparse por lo que no está al alcance de nuestras manos. El ayer se queda reflejado en nuestros pensamientos y silencios mientras nos abrazamos. 

Al final, la diosa rompió un corazón humilde y dejó huella. Pero yo he reconstruido una ciudad en ruinas, y eso, queda marcado para siempre. 

Arisha. 

OcasoWhere stories live. Discover now