Capítulo 19

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Ariana se había despertado temprano como ya era costumbre. Había intentado desayunar algo, pero como cada mañana que pasaba, su estómago había sido incapaz de ingerir los alimentos. Por fortuna tomaba las vitaminas religiosamente, y tales náuseas no impedirían que su bebé se desarrollara con normalidad.

Alimentó a Rambo y a Odett, y después decidió que limpiaría un poco la sala, y después vería si se le ofrecía algo a Damien, o si deseaba desayunar. Sabía que en ese momento se encontraba dormido, y no quería despertarlo.

Había pasado ya una semana desde el incidente con el toro, y hacía un par de días que había sido subido a su habitación para que estuviera más cómodo.

Todavía pensando en él, tomó la aspiradora para limpiar el suelo, aunque no encontró mucho polvo, después se puso a sacudir los cojines de los sofás, y ahí se entretuvo un buen rato.

Mientras seguía limpiando, dejó la manguera de la aspiradora en el suelo, y no volvió a acordarse de ella. Se distrajo pensando en que ese día tendría consulta con la obstetra pues la doctora Sarandon le había llamado para decirle que era importante evaluar el progreso de las vitaminas y los suplementos semanalmente al menos por el siguiente mes.

En ese mismo instante, y sin que ella lo notara, su marido que acababa de despertarse bajó de poco en poco la escalera, teniendo buen cuidado de no lastimarse la herida, colocando su mano sobre el costado y evitando así que el dolor por el esfuerzo fuese mayor.

Cuando vio que Ariana se encontraba en la sala, de inmediato clavó la mirada en ella. Menuda, y frágil, con aquella delicada y aún pequeña protuberancia sobresaliendo de su vientre. El soldado prefería ignorar lo que el verla embarazada causaba en su ser, y optó por concentrarse en lo que hacía... La limpieza, evidentemente.

Todavía le incomodaba mucho que fuera tan terca e insistiera en realizar labores domésticas cuando eso era algo que como su esposa, no le correspondía hacer.

Sin más, Damien terminó de bajar los escalones. Caminaba lentamente hacia la sala cuando se dio cuenta de algo... Algo terrible. Y todo fue en cuestión de segundos.

Ariana tropezó con la aspiradora, y estuvo a punto de caer al suelo, lo que sin lugar a dudas iba a ser demasiado contraproducente para su embarazo.

Por fortuna ninguna catástrofe ocurrió. Ariana no cayó porque unas fuertes manos detuvieron su caída. Las manos de Damien... Esas manos que rodearon su cintura y la pegaron a su pecho.

Gracias a sus rápidos reflejos, que le habían salvado la vida en más de una ocasión, el soldado había conseguido llegar hasta ella en tiempo récord, sin importarle la herida. Corrió como gacela para protegerla.

Los sorprendidos y enormes ojos de la joven se clavaron en los oscuros masculinos, y él también la miró fijamente.

Las respiraciones de ambos latiendo con adrenalina. Damien sujetándola con fuerza, Ariana envuelta por la enormidad del cuerpo viril, protegida, a salvo en sus brazos.

Sin embargo la magia debía romperse...

La sangre manchó los vendajes, y también la camiseta blanca. Una mancha escarlata apareció en las costillas de Damien, y los dos lo notaron.

–T...tu herida– susurró la castaña asustada. –¡Cielo santo, Damien! ¡Siéntate!–

Damien había estado reprimiendo aquel dolor, pero en ese mismo instante la vista se le nubló. Casi se tambaleó pero el sofá estaba cerca, y logró tomar asiento.

Ariana corrió por el botiquín de primeros auxilios, y cuando regresó hizo que él se quitara la camisa.

Ella misma quitó las vendas, y casi gimió de horror cuando miró lo empapadas que estaban de sangre.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora