Hacía frío, y había humedad por las recientes lluvias. Damien estaba sucio, tenía la ropa empapada y sentía pegajoso por todas partes.
Las cosas no estaban bien en aquel lugar de Sudamérica. Había guerra, se habían levantado civiles contra civiles, y civiles contra gobierno, y todo empeoraba con el pasar de los días. Pobreza extrema, hambre, robos, enfermedades, narcotráfico, trata de blancas, trata de órganos, tiroteos contra inocentes, entre otras atrocidades era todo lo que se vivía a diario.
El ejército Americano estaba ahí para ayudar, para poner paz y detener de una vez todo aquello.
Damien era duro, había vivido y había visto suficientes desgracias que habían hecho de él un hombre de acero, un hombre que podía ser capaz de soportar aquella infinidad de atrocidades sin siquiera inmutarse ni un poco. Sin embargo eso no significaba que no fuera difícil. A veces le costaba mantenerse inescrutable cuando era testigo de cómo niños eran reclutados para portar armas y pelear por su país, niños más pequeños que Jake. O de cómo las mujeres eran maltratadas y sometidas por policías y civiles, cómo las prostituían y las violaban, y en su mayoría adolescentes así como Ariana, tan jóvenes y llenas de vida, pero arruinadas.
A Damien le dolía el pecho ante aquellas circunstancias, pero se consolaba pensando en que él y su Brigada estaban ahí para rescatarlos de ese infierno.
Sonrió como nunca antes lo había hecho en ninguna otra misión. Y sonreía porque ahora tenía esperanza, ahora sabía que siempre habría un rayito de luz prometiendo que las cosas irían mejor.
El Damien Keegan del pasado jamás habría podido tener aquellos pensamientos, pero aquel Damien no existía más, no del todo.
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Ariana estaba preocupada. Las facciones de su cara no podían esconderlo aunque lo intentara. La angustia estaba torturándola de maneras poco tolerantes.
Damien no había llamado ni una sola vez, salvo cuando aterrizó en suelo americano, pero eso había sido ya hacía dos días. Entendía que en esos lugares debía estar incomunicado, sin embargo no podía evitar sentir toda aquella preocupación al no saber nada de él.
Por la noche no había conseguido dormir, era imposible intentar hacerlo si Damien no estaba ahí a su lado.
Las horas habían transcurrido con demasiada lentitud, y debido a eso se había despertado incluso más temprano de lo usual para preparar el desayuno. Necesitaba mantenerse ocupada para así evitar pensar en eso que la mantenía tan angustiada.
–Ya quita esa carita– habló la voz de Meryl haciéndola volver. La mujer se encontraba ahí con ella en la cocina, y se ocupaba de darle su biberón a la pequeña Stella que permanecía sentadita en su portabebés.
Ariana suspiró, pero no respondió nada.
Meryl la comprendía.
–Él volverá con bien, ya lo verás. Siempre regresa, y ahora lo hará con mayor razón porque las tiene a ustedes–
–Sí, lo sé, pero...–
–Lo extrañas– completó la mujer.
Ariana asintió.
–Sí–
Meryl sonrió al ver lo mucho que esa jovencita amaba a Damien. Siempre iba a resultarle algo fascinante.
–¿Te das cuenta de que no eres cualquier mujer?– le preguntó. –Eres la esposa de un soldado. Y para eso debes ser fuerte y valiente, debes hacer sacrificios porque al traerle honor a su país, Damien también te honra a ti. Él es un hombre especial, pero tú también eres una chica muy especial. No cualquiera podría llevar ese nombre que tú llevas, el de su mujer, Ariana, así que pórtalo con orgullo y siéntete orgullosa de él–
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Mitades Perfectas® (AG 2)
FanfictionLa vida les ha dado demasiados golpes a sus cortas edades. Ellos van por ahí sin rumbo, lastimados, destrozados, resignados. Ellos tienen roto el corazón. Ellos están incompletos. Ellos son sólo mitades... Damien Keegan es un soldado de las Fuerzas...