|Destierro|

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Caminaba buscando un rastro fresco entre las hojas

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Caminaba buscando un rastro fresco entre las hojas. Sentía un leve sudor en las palmas de sus manos y las presionaba contra el bolsillo de su pantalón para limpiarlas. Eso no funcionaba del todo, puesto que tenía casi una semana en el mismo lugar, con la misma ropa sucia, las zapatillas llenas de tierra, comiendo los mismos aburridos vegetales día tras día y, últimamente, sin mucha suerte con los animales.

— ¿Podrías mandarme un insignificante cerdo? —preguntó con cierta arrogancia al cielo, frunciendo el ceño ante el ardiente sol que azotaba esa mañana.

Llevaba unos días buscando un animal y, aunque los árboles lo satisfacían de algunas frutas, lo cierto era que buscaba carne. Le llevo alrededor de dos horas más encontrar a su presa. Un ruido entre los árboles llamó su atención y se detuvo en seco al ver a su objetivo. Se agachó sin hacer el mayor ruido posible y recogió las piedras que había intentado torpemente afilar la noche anterior. Tomó aire y llevó su brazo de atrás para delante en movimientos rápidos y empleando fuerza al lanzar los "proyectiles" contra el indefenso animal.

Luego de la cacería, vio con un aire de satisfacción el cuerpo peludo sobre el suelo. No era un cerdo...pero le servía.

Lo atajó por la cola mientras, victorioso, regresaba a su guarida. Una vez ahí, tomó una rama y una de las piedras afiladas haciéndole un agujero. Insertó otra rama más delgada y la hizo girar frotándola contra ambas manos. Cuando el fuego empezaba a formarse, colocó la hierba seca que recogió en el camino, poniéndola sobre este para que no se apagara.

Empezaba a oscurecer y el ambiente se tornaba frío. Aún frente a la fogata donde se cocinaba el cuerpo de la ardilla, pasaba sus manos sobre sus brazos desnudos repetidas veces para provocarse calor. Tenía un tiempo viviendo así. Le fastidiaba la comezón en el cuerpo y tanto su cara como las extremidades estaban mugrientas. La ropa con la que había despertado aquella vez era la única que poseía y, aunque había tratado de cuidarla saliendo incluso en ropa interior para cazar, no pudo evitar las marcas que causaba dormir a la interperie.

Las ruidosas bocinas que se encontraban a lo lejos le incomodaron. Muchas veces estuvo tentado a salir de ese lugar para adentrarse al bullicio de la ciudad, pero prefirió la seguridad de su refugio.

∘◦◦∘

Eres un mal hermano. Lo sabes, ¿no?

El suelo se siente frio, áspero al tacto y un ligero sabor a sangre contamina su boca. No puede levantar la vista, una luz cegadora llenó la habitación momentos antes y sobre su espalda ahora recae el peso de un pie que lo obliga a darse vuelta. Hay un hombre frente a él. No alcanza a ver su rostro cuando una patada le quita el aliento y dispara sus nervios. ¿Dónde está? ¿Quién es él? ¿Por qué hace eso? Las preguntas se amontonan en su mente mientras dos manos rodean su cuello y lo empujan una y otra vez contra el suelo.

Escucha su cabeza ser levantada una vez más y recibir un golpe. Le duele. Duele y mucho. Más aun sabiendo por su premisa sobre los lazos de sangre que comparte con quien lo agrede. No conocía sus razones, pero podía sentir su odio. Su impotencia.

Caín [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now