|Una voz en tu cabeza|

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Hacía círculos con el hollín en la yema de sus dedos, mitigando el abanico de ideas que le rondaba

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Hacía círculos con el hollín en la yema de sus dedos, mitigando el abanico de ideas que le rondaba. La casa estaba vacía, lo que se pudo salvar de ella ya no estaba. Sus padres, su hermano, todo se había desvanecido en el instante que miró su hogar arder.

Según Steve, no hubo víctimas y llegaron a la conclusión que se trataba de un accidente. Pero Caín no lo veía del mismo modo. Sentía un vibra extraña desprendiéndose del lugar.

−¿Estuviste aquí antes? −lo cuestionó, recorriendo la cocina dónde se originó el siniestro, buscando algo que aún no tenía nombre en su mente− Cuando era...habitable.

−No exactamente.

De nuevo esa inquietud en el pecho. El estómago le rugía sin que le prestara mucha atención, caminó hasta el sillón irreconocible observando la habitación, todo era lo mismo. Manchas negras, basura, la inevitable sensación de asco en su boca. No lograba recordar nada. Ninguna conversación, ningún rostro, ningún nombre. Y eso lo exasperaba.

¿No debería significar algo para él estar en casa?

Salió a grandes zancadas hasta el patio, necesitaba aire fresco y no le importaba el frío que le calaba los huesos como consecuencia. El cielo había desaparecido durante el trayecto, solo quedaba un mar de nubes amontonadas sobre sus cabezas, no estaba seguro de cuánto tiempo estuvo en silencio indagando el interior y divagando, incapaz de ceñirse a la situación.

Caín paró en seco y alzó un poco la vista para enfocarse en el espacio que ocupaba el cuarto de madera frente a ellos. Sintió la mano de Steve posarse sobre su hombro y acariciarlo con el pulgar encima de su abrigo.

−Esta es...−tocó la madera vieja con cierta melancolía, acercándose al desorden que se encontraba dentro. La entrada estaba rota, el polvo se había acumulado picándole la nariz, algunas medallas, herramientas, un candado y clavos derramados en el suelo daban la impresión de haber sido arrogadas en algún tipo de arrebato, pero eso no fue lo que llamó su atención. Movió el montículo de cajas abolladas en una esquina, hurgando en su interior con un singular presentimiento.

Ambos pedazos de una desgastada navaja cayeron en sus manos. El ruido de una patrulla alertó sus sentidos e inconscientemente se rezagó tras la madera mirando al piso. Steve se escondió a su lado, haciéndole una seña en silencio para que evitara moverse y hacer crujir el material. Escuchó unas pisadas, Caruso giró la cabeza y el torso hacia la abertura que servía de ventana, acercándose a Caín y pegándole la mano al pecho intentando mantenerlo abajo.

"Primera regla, Steven". Repítelo.

Las personas se alejaron segundos después, no entendía por qué el escondite, pero debía estar conectado a la pulsera en su muñeca. Su acompañante se volvió hacia él, sonriéndole levemente sin quitar su mano.

Repítelo.

Un ligero dolor lo obligó a obedecer.

−Primera regla, Steven −declaró, sin entenderlo

Caín [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now