|¿Quién eres?|

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A pesar de las negativas, sus brazos cedieron al agotamiento. Habían escarbado en la tierra por mucho tiempo, le dolía contraer los dedos y se le imposibilitaba respirar por la nariz, dejando su garganta seca.

Nada.

No había encontrado rastro del cofre donde vio sentado al hombre sin rostro.

Pero no era posible que estuviera equivocado, todo encajaba. Tal como dijo el psíquico: «Te esperan bajo tierra» «Regresa a casa»

«Debes encontrarlo ahora, pirata»

Las palabras del desconocido retumbaban en su mente. ¿Qué pasaría si no lo hallaba? ¿Había algún mapa que lo ayudase? La respuesta estaba en alguna parte de sus recuerdos, mismos que aparecían sin previo aviso y pocas veces entendía.

−Vamos, come algo –Steve le alcanzó una botella cuyo interior bebió sin casi respirar−. Las papas fritas no son un buen desayuno, necesitas proteína.

De su mochila sacó un par de latas, huevos y cubiertos. Su ropa también estaba sucia, lo había estado ayudando en su búsqueda sin hacer preguntas y solo había parado cuando lo vio exhausto.

−Dime que no sabías nada sobre esto –exigió, abriendo la lata de atún.

−Tenía la idea de que te gustaba mantener tus cosas escondidas, pero esto no.

Empezaron a comer en silencio. Le agradaba el sabor del pescado, podría comerlo en repetidas ocasiones y aun así sentirlo como la primera vez.

−¿En verdad crees que me acordaré de ti? –preguntó, la crudeza obligó a Steve apartar su mirada de él.

Lo sabía. Detrás de aquella pose preocupada y amable, solo pensaba en sí mismo. No le daría más información que el lugar donde vivió hasta que su rostro tuviera sentido en su mente, como si eso bastara para hacerlo recordar. Steve no debió significar mucho para él si nunca pudo verlo en sus memorias

El pelinegro sintió el desinterés de sus palabras, limitándose a guardar las sobras en una bolsa dentro de su mochila sin responder. Caín lo imitó, su cuerpo empezaba a enfriarse y continuar descansando solo significaba volver abrigarse, lo cual le resultaba incómodo para su tarea.

−No podemos seguir cavando a lo bruto –sentenció, mirando los agujeros en el jardín−. Dijiste que eran tres metros, a este paso hallaremos un fósil.

−¿Y qué esperas que te diga? –Aceleró el ritmo de su pala mordiendo la tierra, la obviedad le era irritable− Si supiera el punto exacto hubiera iniciado por ahí.

Steve dejó la herramienta a un lado para liberarse de su segunda prenda, quedando solo en mangas cortas. Caín era incapaz de creer que, aún a esa temperatura, pudiera sentir tal nivel de calor. Estaba de espaldas a él, con la prenda visiblemente húmeda, subiendo la parte posterior de su cabellera con los dedos de su mano izquierda.

Míralo bien.

Su cuello.

−¿Qué es..? –susurró para sí, estirando el brazo hasta tocarlo.

Sus dedos se enredaron en el collar, obligándolo a voltear y verlo de cerca. Ambos tenían la respiración agitada, pero, al menos para el amnésico, no tenía mucha relación con escavar.

−¡Ya está listo!

La mujer se acerca posando la mano cálida en su hombro, da unos pasos más hacia el cúmulo de tierra removida y vuelve la vista hacia él. Esta feliz con el resultado, puede sentirlo.

Caín [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now