|No vuelvas|

88 14 5
                                    

La capacidad de su cuerpo no se le hacía aburrida, incluso desarrolló cierto interés por averiguar las causas que lo posibilitaban a mantenerse activo, resistir el tiempo de ejercicio que tomaba todos los días para despejarse de su problema, la ag...

Ups! Ten obraz nie jest zgodny z naszymi wytycznymi. Aby kontynuować, spróbuj go usunąć lub użyć innego.


La capacidad de su cuerpo no se le hacía aburrida, incluso desarrolló cierto interés por averiguar las causas que lo posibilitaban a mantenerse activo, resistir el tiempo de ejercicio que tomaba todos los días para despejarse de su problema, la agilidad de sus manos y los reflejos que le servían para evitar que la losa y los utensilios de su trabajo cayeran en un descuido. Ciertamente podía dormir en cualquier lugar, pero nunca se sintió realmente a gusto.

El sofá de Mike estaba desgastado, incluso traía manchas de pintura en los reposabrazos y polvo en la parte trasera y entre los cojines. La casa olía a palomitas con mantequilla y marihuana, misma que escondió el chico de gorra gris en su bolsillo cuando los vio llegar corriendo.

Steve se veía preocupado desde que supo que el taxista se había marchado sin ellos, lo tomó del brazo y emprendieron la carrera hasta ahí. Esos dos habían estado discutiendo en voz baja a un lado de la cocina mientras Caín se acomodaba al costado de la mochila donde se hallaba su preciado cofre. Quería abrirlo en ese instante, lo deseaba con todas sus fuerzas, pero Caruso fue muy claro cuando le advirtió sobre su amigo.

No podía saber de dónde lo había conseguido y mucho menos conocer lo que hubiera en el interior. Si quería conservarlo, debía esperar hasta el día siguiente.

El rubio quiso negarse a pasar la noche en su casa bajo esas condiciones, pero tampoco tenía alternativa; aún seguía sintiendo ese extraño cosquilleo en la nuca, como si alguien respirara tan cerca suyo que terminaba rodeándolo. Era asfixiante.

El sofá se veía muy pulcro a comparación del cuarto donde Mike dormía y el menor de los Caruso lo ayudó a limpiarlo de tal forma que se consideraría decente. El pelinegro dormiría a su lado, en el suelo. La incredulidad que se formaba en la cara de Mike al enterarse logró sacarle una sonrisa. ¿Por qué ese tipo estaría interesado en un cofre cualquiera?

−No sé qué clase de embrujo le hiciste a mi amigo, pero quiero dos, para llevar. −bromeó, aunque se veía poco confiado en hablarle, solo se acercó a él cuando Steve entró a bañarse.

−No sé de qué hablas.

−Esto es lo que haremos −El chico se acomodó la gorra mientras se tumbaba a su lado en el sofá−. Jamás me viste en ese lugar y yo nunca te ayudé a entrar a Hexensatz, mucho menos sé quién eres.

Su anterior actuación de no conocerlo previamente fue buena, tampoco tenía intenciones de contarle a Caruso, pero aprovecharía la ocasión para deshacerse de algunas dudas.

−Steve dijo que se conocieron cuando entró a la escuela -Intentó sonar seguro, como si recordara− ¿Alguna vez me viste?

−Quizás un par. ¿Por?

−Curiosidad. Es distinto verte desde los ojos de alguien más. Se lo preguntaría a tu amigo, pero no es una fuente muy confiable.

La sonrisa torcida de Mike arrugó sus labios enrojecidos y sus largos dedos liberaron las agujetas para que, descalzo, pudiera cruzar sus piernas en el asiento.

Caín [EN EDICIÓN]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz