29. La bludger loca

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Todos los personajes pertenecen a J. K Rowling.


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<< He tomado un decisión sobre la continuación de la historia...

Pero todavía no la voy a hacer pública... 

Sé que habrá quien piense que lo hago solo por fastidiar...

Y a esa gente quiero decirle algo:

No os equivocáis... >>


— o —


Tras las vacaciones de Navidad, el curso reinició sin cambios, Harry seguía siendo observado con recelo por la mayoría de los alumnos. Pero al ojiverde había dejad de importarle, su familia y amigos le habían demostrado cuanto lo querían y se preocupaban por él, y eso era más que suficiente.

El sábado se jugaría el partido que Gryyfindor y Slytherin tenían pendiente, y todo el colegio lo esperaba con enorme expectación. 

La principal razón era ver como se comportaban las serpientes y leones que se habían proclamado amigos, y que ahora se enfrentarían entre ellos para ganar la copa de quidditch.

La semana transcurrió sin incidentes. Oliver se volvió loco y volvió a ser el dictador que todos conocían y querían, aunque aveces les entrasen dudas de lo último. Tuvo al equipo de los leones muy ocupado toda la semana, tanto que sus jugadores caían rendidos cada noche en sus camas. Hasta los gemelos habían dejado de hacer bromas, demasiados agotados para pensar en travesuras o maldades.

Draco y Blaise estaban muy nerviosos por el partido, ya que sabían que estarían sometidos a un escrutinio exhautivo por parte de algunos de sus compañeros de casa, que los acusaban de traición a sus orígenes. Por suerte, sus compañeros de equipo compartían sus ideales de que las casas estuvieran unidas, lo que les facilitaba mucho las cosas.

Y por fin llegó el gran día, el que todos llevaban meses esperando: el partido de Gryffindor y Slytherin.

Oliver había convencido a Molly de que dejara que su equipo desayunara en un aula en desuso, ara evitar la presión de las miradas en el Gran Comedor. La pelirroja felicitó al capitán de los leones por preocuparse por sus jugadores, y le dijo que no se preocupara, que ella se encargaría de todo.

Wood les había dicho, la noche anterior, a sus jugadores que se reunirían todos en la sala común por la mañana. 

Harry había sido incapaz de quedarse dormido la noche antes del partido, por eso había salido a dar una vuelta por el castillo, a ver si así se calmaban sus nervios.

Sirius lo había encontrado y lo llevó a las cocina a comer algo. Después fueron al cuarto del animago, y éste ayudó al niño a meterse en su cama.

El menor terminó por quedarse dormido, hipnotizado por las suaves y relajantes caricias de su padrino sobre su cabello.

A la mañana siguiente, cuando abrió sus ojos, se despertó descansado y relajado. Se acurrucó un poco más del hombre al que sentía como su padre, y se permitió disfrutar del momento familiar.

UN REGALO PARA HARRY: Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora