Capítulo 4

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Alex

Abrí la puerta de la casa de los Stickson y debo admitir que esperaba gritos por todas partes, como es usual. A Jay no le gusta traerme a su casa, pero las veces que me autoinvité esto era lo opuesto a mi casa, no había silencio, todos hablaban al mismo tiempo, uno más fuerte que el otro. Pero hoy no, de no ser por las luces encendidas y porque sé que ellos no salen juntos, habría pensado que no hay nadie en casa.

Cargué mi maleta hasta la habitación de Jay y entré sin tocar. La habitación también estaba vacía. Me fui a la cama que tenía una foto de nosotros colgada muy cerca de la cabecera. No era la primera vez que veía esa foto. Yo se la regalé en su cumpleaños 15 junto con una pulsera con dos dijes  de nuestras iniciales. Le advertí que si la perdía era mejor que ella también se perdiera. Ella y yo no solíamos darnos regalos tan cursis, pero era sus 15 años, ¿no se supone que las chicas hacen un gran escándalo por eso y organizan fiestas y todas esas tonterías? Pues ella no. Oliver estaba internado en el hospital de nuevo y sus padres no le prestaban atención a nada más. Ni ella ni yo los culpábamos, pero yo quería que fuera especial para ella. Era una doble foto, en la primera estábamos los dos de pequeños, con nuestros uniformes de Jiu Jitsu y nuestras medallas. Teníamos una pose bastante ridícula, estábamos con gafas oscuras y espalda contra espalda, mostrando nuestras medallas. Yo quería que la segunda foto fuera exactamente igual y me costó varias súplicas y comida chatarra convencerla para esa pose tan ridícula frente a tanta gente que veía a los campeonatos.

— ¿Qué haces tú aquí? — preguntó Leslie, de pie en la puerta. Desvié la vista de la foto para dedicarle mi mejor sonrisa seductora.

— Voy a ser tu hermana por una semana.

— ¿Dónde está Jaydin? —preguntó ella con la misma expresión de siempre.

— En mi casa… — y antes de que pudiera seguir explicándole ella sacó el celular de su bolsillo, marcó y se lo puso en la oreja. Esperé con una sonrisa a que sonara mi bolsillo. Jay sabía que ella iba a llamarla para regañarla así que me dio su celular. Sonó su tono: el coro de Pompeii.

Tomé el celular y lo contesté.

— ¿Hola? ¿Hermanita? —ella resopló y colgó el celular. — ¿Por qué te enojas? Si nos llevamos tan bien en esa fiesta, ¿lo recuerdas?

— No se lo dijiste a Jaydin, ¿verdad? Alex, dime que no lo hiciste.

— ¿Decirle que su hermana mayor, la hermana ejemplar, la hermana perfecta, estaba ebria y me besó en la fiesta que se supone que ninguna Stickson debía ir? Jaydin me comentó que esa noche fuiste a estudiar en casa de tu amiga, no tenía idea de que tu amiga viviera en mi casa…

— Es suficiente. No digas nada.  — me estudió con la mirada mientras yo le seguía sonriendo. — ¿Qué quieres a cambio de tu silencio?

— Algo simple. Sé que desde mañana le toca cocinar a Jay, pero como eres buena hermana tú cocinarás.

— Bien, pero olvidamos lo que ocurrió.

— Yo puedo hacerlo, pero no sé tú. Dijiste que fue el mejor beso de tu vida.

Antes de que pudiera responderme, Oliver entró y saltó a la cama para abrazarme.

— ¡Se va a quedar con nosotros, Les!— dijo con genuina emoción.

— Ojalá no sea un estorbo como Jaydin lo es.

— ¿Jaydin es el estorbo? Porque hasta donde yo sé ella es la menor de edad aquí y la que debe vivir con sus padres. Tú que ya eres mayor podrías buscarte un trabajito de medio tiempo y dejar de depender de tus padres.

A mil KilómetrosWhere stories live. Discover now