Capítulo 10: Comienzo del fin

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Sinai:

Le di tiempo a Alejandro de que escapara, mientras tanto las personitas ya me habían visto y surgió de nuevo el caos. Corrían por todos lados, se atropellaban incluso entre ellos mismos, por la desesperación pasaban encima de otros haciendo que murieran al instante.

Acabado el tiempo que le había dado a Alejandro, proseguí a empezar a destruir todo. Pisaba todo lo que se movía y destruí casas, hasta que llegué a lo que parecía un castillo y justo cuando iba a destruirlo apareció una pequeña persona con una corona en la punta de la torre del castillo, esta personita quiso hablar conmigo

– Gigante, este es mi reino y si no te retiras de inmediato sufrirás las mismas consecuencias que tu madre.

Un frio recorrió todo mi cuerpo, mi madre había sido asesinada y por estas pequeñas criaturas, no podía perdonarlos. No podía dejar a ninguno con vida.

Agarré al rey con mis enormes manos y lo aplasté como si fuera un mosquito, destruí todo el nuevo reino que habían construido y el castillo, no quedó nada.

Alejandro:

Continué andando lo más rápido que podía en mi caballo, a lo lejos escuchaba el grito de las personas que estaban siendo masacradas.

Como pude le advertí a unos pocos de lo que pasaría pero fue inútil, Sinai estaba destruyéndolo todo y no se detendría hasta acabar con toda la humanidad y mi reino solo sería el primero. Mientras andaba noto como la Guardia de mi ciudad se dirigía a luchar contra Sinai, pero sabía que sería inútil, ella no era como su madre, era mucho más ágil y mucho más fuerte, iban a una muerte segura.

Luego de casi todo un día cabalgando, me detuve en un pequeño pueblo cerca de un reino vecino a descansar. Sólo pensaba en como detenerla, pero sabía que hablando con ella sería inútil, hasta que recordé que ella portaba un collar muy parecido al de su madre, quizá si se lo quitaban se encogería y pudiera ocultarla para que nada le pasará. Todo eso pasaba por mi mente pero no podía decidirme así que me acosté a dormir.

Por otra parte. Sinai había acabado de destruir la ciudad, no tardó mucho, miles de vidas acabadas en poco tiempo, para ella fue como un juego, bastaba con caminar y todo era aplastado. Ella estaba cansada por el viaje y todo lo que había hecho así que decidió recostarse hasta el día siguiente. En medio de la noche llegó el ejército de manera silenciosa y con unas enormes cuerdas comenzaron a atarla. La amarraron desde los dedos de los pies hasta el último cabello. La mañana llegó y Sinai despertó.

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