Capítulo 17.

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Cuando nos separamos, de alguna forma habíamos llegado hasta la pared con los brazos y piernas enredados. No me preocupaba mucho saber de quien era cada extremidad, parecía ser que para todo lo que tenía mente era para Paul sonrojado a unos centímetros de mí. 

   —Eso fue inesperado —susurró Paul. 

   —¿Estuvo mal? —pregunté, separándome un poco más. Mi mente estaba procesando todo a toda velocidad, debatiéndose internamente en qué tan buena idea había sido besarlo, besar a mi mejor amigo. A un chico. 

   —Un poco. Estamos en un funeral —Paul finalmente se separó de mí y acomodó su cabello lo mejor que pudo, tenía recuerdos vagos sobre el beso, pero sabía que habíamos intentado tragarnos, a juzgar por como teníamos la ropa. Pareció que recordar en qué lugar nos encontrábamos tuvo un efecto negativo en Paul, que rápidamente volvió a su apariencia enferma y triste. 

   —Lo siento, debí de escoger otro momento —admití, recargándome en la pared del pequeño cuarto para evitar la tentación de volver a tocar a Paul. 

   —Me gustó que lo hicieras. Pero no es correcto que me sienta feliz en un momento tan triste —susurró y, antes de poder decirle mis verdaderas intenciones con ese beso, salió del cuartito. 

   Tallé mis ojos para intentar sacar el estrés de mi interior, que parecía dispuesto a recriminarme el resto de mi vida el haberlo besado. Había sido un impulso estúpido, impulsado por alguna otra cosa estúpida y que al juntarse habían provocado esa catástrofe. 

   —Lo siento mucho, Mary —me disculpé en voz alta—. Creo que acabo de arruinar todo. 

   ...

   El funeral fue relativamente sencillo, sólo me dediqué a permanecer recargado contra la puerta de la cocina mirando como los amigos de Mary le daban en pésame a toda la familia. Nadie parecía notarme, y eso estaba bien para mí; nadie sabía de la relación que Mary y yo teníamos, y que yo mismo la estaba echando de menos como cualquiera de su familia. Simplemente no me notaban. 

   Las cosas cambiaron a la mañana siguiente en el entierro. Para Paul era fácil aceptar que su madre permaneciera dentro de la casa, pero saber que se la llevarían y nunca más volvería le supuso un golpe muy fuerte. 

   Se había ofrecido para sujetar el ataúd en su camino hacia el coche, pero ni su padre ni yo lo consideramos una buena idea, por lo que se vio relegado como niño pequeño. 

   Aprovechando la extraña casualidad de que ahora podíamos tocarnos sin causar desastres, Paul me abrazó y enterró su cabeza en mi pecho durante todo el proceso, sollozando en silencio y negándose a ver como era que su madre desaparecía de su vida para siempre. 

   El sonido del ataúd tocando la fría tierra hizo que Paul finalmente se decidiera a ver, y casi al instante el ataúd se prendió en llamas. Todos retrocedieron asustados, quizá creyendo que se trataba de alguna aparición o cosa sobrenatural, sólo su padre, su hermano y yo miramos a Paul para que intentara controlarse, pero al parecer la madera se chamusquearía primero antes de que Paul lo lograra. 

   Tomé su mano discretamente y, aprovechando que todos estaban muy ocupados mirando las llamas, lo abracé tan fuerte como la noche anterior. 

   —Detente —le susurré directamente al oído. 

   —Lo siento —susurró Paul, comenzando a llorar. Supe que las llamas se habían apagado en cuanto sonó un chillido colectivo de parte de todos los presentes, pero por cualquier cosa sujeté a Paul hasta que todo terminó. 

   —Necesito un momento —pidió Paul cuando todos comenzaron a retirarse de la tumba, que tenía la tierra recién removida como última marca de Mary McCartney. 

   Paul y Mike se quedaron frente a la tumba un buen rato, mientras Jim y yo los esperábamos a una distancia prudente bajo los rayos de sol que no calentaban nada. 

   —Gracias por detenerlo —me dijo Jim después de un par de minutos mirando a Mike y a Paul llorando—. Mary decía que tú eras el único capaz de hacerlo, y te detesto por ello. 

   —Creí que me detestaba sin razones —comenté, intentando aliviar el ambiente. 

   —¿Tienes idea de lo frustrante que es saber que nunca vas a poder ayudar a tu hijo? 

   —¿Lo está ayudando ocultarle la verdadera razón de la muerte de su madre? —pregunté recuperando la seriedad. Metí la mano a mi bolsillo para asegurarme de que el pañuelo que Mary había usado seguía ahí, como prueba de mis palabras. 

   —Ella quería hacerlo —explicó Jim—. Paul podría haberla curado, pero Mary dijo que era antinatural, que era su momento de irse, pero no quería que Paul se culpara por no haber hecho nada. Respeta la última voluntad de mi esposa, niño. 

   Me quedé callado, deseando poder contestarle a su padre, pero al parecer Paul y Mike ya habían tomado el valor de separarse de la tumba y ahora estaban caminando hacia nosotros. 

   —Las cosas empeorarán con el tiempo, para ti y Paul —me dijo Jim—. Ella también sabía eso. Creo que esa fue otra de las razones para irse. 

Sweet Creature. [McLennon]Where stories live. Discover now