Capítulo 23.

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Conduje por la carretera directamente hacia el norte, por horas hasta que la gasolina se terminó justo en medio de la nada. Había oscurecido completamente en nuestro trayecto, y ahora el frío había comenzado a calarnos los huesos, pero ninguno de los dos se quejó de ello. 

   Paul bajó de la moto, evidentemente conmocionado, y se sentó a un lado de la carretera por la que no pasaba ningún coche. No tenía idea de a donde habíamos ido a parar. 

   —¿Estás bien? —le pregunté, poniendo la moto de Will entre el pasto que separaba a la carretera del bosque. Al no saber dónde estábamos, tampoco podía saber si había algún pueblo cercano, o mínimo un hotel donde pasar la noche. Creí que eso era lo que le preocupaba a Paul, pero en cambio se soltó a llorar y negó con la cabeza, y entonces entendí que se sentía mal por haber perdido el control. 

   —Oye, lo siento —le dije, tomándolo del hombro. Salí despedido hacia atrás casi al instante, como en los viejos tiempos. Al revisar que no me hubiera hecho daño me di cuenta de que tenía una buena parte del cabello quemado y la cara cubierta de ceniza—. ¿Viste a mi papá en la casa? —me preguntó Paul, limpiando sus lágrimas. 

   —No, quedé atrapado con Mike antes de encontrarlo —contesté, consiguiendo que Paul volviera a soltarse a llorar, cubriéndose el rostro con las manos—. Dios, maté a mi papá —chilló Paul. 

   —¡No! Paul, mierda, no pienses eso. 

   —¡Maté a mi papá, John! —me gritó, y casi al instante se comenzó a incendiar un pequeño pedazo de pasto, al que corrí a apagar a toda velocidad con ayuda de mis pies y un poco de tierra. Al menos cuando terminé de apagar el fuego, Paul había dejado de llorar como mártir y ahora me miraba con un poco de culpa—. Deja de prenderle fuego a todo lo que ves, Paul —le ordené. 

   —Yo no soy —gimió, poniéndose de pie. 

   —Bueno, supondré entonces que la casa y ese pedazo de fuego se incendiaron sólo porque sí —ironicé, cruzándome de brazos—. Creo que esto es como cuando me tocas, no hay forma de controlarlo, pero se puede evitar, así que deja de enfurecerte. 

   Nos quedamos en silencio, mirando el pedazo de pasto quemado, mientras yo pensaba en la casa de Paul prendiéndose en llamas en menos de un minuto, el calor que había dentro de su habitación y el miedo de sentir el fuego tan cerca de mí. Sabía que era muy probable que el padre de Paul hubiera quedado atrapado entre las llamas, que quizá estaba muerto, pero no quería decírselo a Paul. 

   —Fue tu culpa —me dijo Paul, sacándome de mis pensamientos. 

   —No fue culpa de nadie —contesté, aunque quería gritarle que la culpa era exclusivamente de él, pero dudaba que eso fuera a solucionar el enorme problema en el que nos habíamos metido. 

   —¡Fue tu culpa! ¡Tú llevaste a Cynthia frente a mi casa y la besaste, por eso perdí en control, y por eso la casa se incendió! 

   —¡Besé a Cynthia porque era mi novia, maldita sea! 

   —¡Ustedes habían terminado hace muchos días! ¡Ahora yo soy tu novio, y tú la besaste frente a mi casa! ¡¿Cómo querías que reaccionara?! 

   Me quedé callado, procesando las palabras de Paul, y de pronto sentí unas irremediables ganas de ponerme a reír que tuve que suprimir mordiéndome los labios. 

   —Explícame cómo es que terminaste siendo mi novio, Paul —pregunté lo más serio que pude. 

   —Me besaste, y estuvimos a punto de tener sexo ¿No es eso lo que hacen los novios?

   Me quedé callado, intentando encontrar palabras para explicarle a Paul cómo era que se definía nuestra relación, pero al parecer eso no fue necesario, porque un par de segundos después Paul preguntó—: ¿No soy tu novio? 

   Al mirarlo directamente a los ojos no pude dejar de sentir ese horrible nudo en mi estómago que me hacía sentir mala persona, pero realmente no me sentía preparado para salir con Paul de esa forma. Él intentaba avanzar muy rápido, y yo apenas estaba asimilando todo. Me encogí de hombros y rasqué mi nuca nerviosamente, sin saber muy bien qué decir. 

   Vi los ojos de Paul llenarse de lágrimas, acompañados de una sensación helada producto del viento, pero Paul no se tiró a llorar desesperadamente, simplemente mantuvo su rostro sin expresión alguna, y eso me dolió mucho más que un buen golpe. 

   —Bien, entonces vete —me ordenó Paul. 

   —¿Qué? 

   —Regresaré a Liverpool por mis propios medios. Toma esa horrible chatarra y vete a tu trabajo de grumete, y nunca vuelvas —contestó éste, comenzando a caminar por la carretera con decisión, tanta que sí creí que podría irse caminando a Liverpool, pero no podía permitirlo. Paul no debía de volver a Liverpool, y al parecer todo el mundo me lo había dicho desde antes y nunca lo había entendido. Will era el único que había tenido el valor de decírmelo directamente y yo no le creí hasta que sucedió el accidente. Quizá si yo lo hubiera escuchado no habría sucedido el incendio. 

   Pero de nada servía lamentarse, ahora debía de encargarme de que Paul no regresara a Liverpool. Creo que por fin lo había entendido; Paul era un peligro para todos, y para sí mismo. 

   —¡Paul! —le grité, corriendo detrás de él—. ¡No puedes volver a Liverpool! 

   —¡Lo estoy haciendo justo ahora! —me gritó, acelerando el paso. Tuve que correr para alcanzarlo, pero al parecer Paul deseaba que lo detuviera, puesto que en cuanto lo toqué no me sacó volando lejos de él, ni siquiera hizo nada para detenerme en mi tonta idea de tirarlo al pasto para detenerlo. 

   Me coloqué sobre él después de la caída y le sujeté las manos por encima de la cabeza, impidiendo que se moviera. 

   —No vas a regresar a Liverpool, así tenga que amarrarte a un árbol. Es peligroso. —le dije, sintiendo como lentamente comenzaba a enfurecerse bajo mi cuerpo. 

   —Voy a regresar porque mi hermano me va a necesitar después de... —a Paul se le quebró la voz, e incluso en la oscuridad de la noche pude ver bien sus lágrimas. 

   —Mike va a estar bien, Paul. Estoy seguro de que tu papá está bien y encontrarán una forma de volver a hacer su vida, pero tú no puedes regresar a Liverpool, en cualquier momento puedes volver a provocar un accidente. No regresarás hasta que aprendas a controlarte —le susurré. Paul se quedó callado bajo mi cuerpo y finalmente pareció tranquilizarse lo suficiente como para que yo lo soltara. 

   —No quiero que te quedes conmigo por lástima —me dijo, acariciando los mechones de cabello que se habían salvado del incendio—. Puedo estar bien por mi cuenta. 

   —Lo sé, pero me quedaré contigo —contesté, sintiendo el aliento tibio de Paul saliendo de sus labios. Tenía el impulso de besarlo, pero sabía que era una muy mala idea. 

   —¿Por qué? —preguntó Paul, paseando su pulgar por mis labios con cuidado, a penas un pequeño roce perceptible—. ¿Por qué te quedarás conmigo? 

   Sabía qué era lo que tenía que contestar para arreglar las cosas con Paul, como si las palabras se atoraran en mi garganta listas para salir de mí, pero aún necesitaba tiempo para decidir si eran verdad o mentira, por lo que sólo susurré—: No lo sé. 

   Casi al instante dejé de sentir el pulgar de Paul en mi labio. 

Sweet Creature. [McLennon]Where stories live. Discover now