Capítulo 21.

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 —Insisto en que la mejor forma de hacer esto es llamando a la puerta, John —susurró Paul, caminando con sumo cuidado al jardín de la casa de Mimi, hasta llegar justo debajo de la ventana de la que alguna vez había sido mi habitación.    

   Después de aceptar el empleo como grumete el capitán me había dado tres días para empacar ropa para un año y todo lo que quisiera llevarme, incluido una pequeña cantidad de dinero, por si la ocasión de gastarlo se presentaba. Pero, como era bastante obvio, no tenía absolutamente nada que fuera completamente mío, ya que todo lo había vendido. 

   Todo lo que conservaba de el día que escapé, era la hoja arrancada de algún libro que Will amablemente había colocado en mi mochila. 

   Tardé un par de horas en convencer a Paul de que me ayudara a entrar a mi habitación para tomar ropa y dinero, aunque ahora se había acobardado diciendo que lo que estábamos haciendo entraba en la categoría de robo. 

  —No es robo si estoy tomando mis cosas, Paul —insistí al ver su cara llena de temor. Paul rascó su nuca nerviosamente y finalmente levantó las manos, directo hacia mi ventana. Casi al instante se escuchó como era que el seguro se abría—. Escala por la pared, yo evitaré que te caigas —me ordenó. 

   —¿No es mejor que me subas volando? Sería más rápido y más divertido —propuse sonriendo. 

  —Aún no lo domino, podría romperte el cuello —confesó Paul nerviosamente. 

 —Bueno, será escalando —me quejé, acercándome a la pared de la casa, esperando no hacer mucho ruido. No tenía ni idea de como Paul esperaba que eso funcionara—. Tienes que trepar como simio, John —susurró Paul, y a pesar de no estarlo viendo directamente, sabía que se estaba riendo. 

   —No me digas simio, Paul. 

   —Bueno, entonces como araña. Pero hazlo ya. 

  Rodé los ojos y me sujeté de un ladrillo salido de la pared, tomando impulso para levantarme del suelo. Creí que sería estúpidamente difícil tomando en cuenta mi peso, pero Paul estaba haciendo algo para hacer las cosas más fáciles, casi como si yo no pesara, por lo que lograr llegar a mi ventana no fue cosa muy complicada. 

   Una vez dentro de mi habitación me asomé al jardín, donde Paul sonreía satisfecho de poder haberme subido. 

   —Busca tus cosas, te alcanzo en un momento —susurró. Me di la vuelta para ver mi habitación, que seguía exactamente igual a como la había dejado días atrás, incluso dudaba que Mimi hubiera abierto la puerta después de mi huida. No supe como interpretar eso. 

   Me acerqué a la puerta silenciosamente, y la abrí esperando encontrar a Mimi al otro lado, dispuesta a encarcelarme en mi habitación por haberla hecho molestar tanto, pero en cambio sólo estaba el pasillo vacío. No había ni un pequeño ruido en toda la casa, lo que me indicó que seguramente Mimi había salido a algún sitio. 

   Escuché como Paul entraba por la ventana y bajaba al piso haciendo un poco más de ruido que un gato gordo, pero eso no importaba mucho ahora que sabía que no había nadie además de nosotros. 

   —Creo que primero debí de mandarte a ti y a tu vista de rayos X a inspeccionar si Mimi estaba en casa, así habría podido entrar con mi llave de repuesto —me quejé, sentándome en mi cama con los brazos cruzados. 

   —No tengo vista de rayos X, y te dije que entráramos por la puerta —contestó Paul, inclinándose a abrir la pequeña mochila que habíamos llevado para echar todo lo que fuera a llevarme. Lo primero que metí ahí fue mi alcancía de cerdito, con todos mis ahorros. Paul y yo inspeccionamos mi cuarto de arriba a abajo para sacar las cosas que fueran a tener más utilidad para mí; pantalones, camisas, desodorantes y un par de rastrillos. 

   Tomé un álbum de fotos que Mary me había regalado muchos años atrás y lo metí en la mochila sin dudar demasiado, seguido de un par de zapatos. 

   —¿Calzones de osito, John? —preguntó Paul, sosteniendo mi par de calzones con una enorme sonrisa en el rostro. Se suponía que él no tenía que revisar ese cajón, pero ya lo había hecho, consiguiendo sonrojarme a niveles inimaginables—. ¡Deja eso, Paul! —me quejé, intentando arrebatarle la prenda a Paul, pero éste se echó hacia atrás con el afán de evitarme, pero de alguna forma ambos tropezamos y terminamos en el piso, con mis calzones entre nosotros. 

   Paul comenzó a reírse frentéticamente, aún sin soltar la tela. 

   —Mimi me los regaló, y nunca los uso —le dije a Paul, intentando conservar mi dignidad; aunque yo sabía bien que sí los había usado un par de veces. Paul no dejó de reír, y pronto me di cuenta que había entrado a mi cabeza para comprobar si eso era cierto o no—. ¡Deja de hacer eso! —me quejé, intentando arrebatarle mi ropa interior a Paul. 

   —Detenme —propuso sonriendo. Estuve a punto de darle un buen puñetazo que estaba seguro que lo detendría, pero entonces se mordió el labio y entendí mejor a qué se refería. Casi sin pensarlo me incliné a besarlo, en un gesto tan familiar que esta vez no me incomodó. Paul pasó sus brazos por mi cuello y me acercó más a él, besándome con un poco de torpeza. 

   Cuando nos separamos me fue inevitable no sonreír. Después de un tiempo había comenzado a tomarle el gusto a besar a Paul. 

   Éste comenzó a pasear sus manos por mi espalda, y entonces sentí un pequeño bulto frotándose en mi muslo. 

   —John —susurró Paul, sacándome de mis pensamientos—. ¿Tú y yo podemos hacer lo que le hiciste a Cynthia? —sabía que hacerme esa pregunta le había tomado mucho esfuerzo a Paul, a juzgar por su expresión de vergüenza extrema. De ninguna forma esperaba esa pregunta, una cosa era besar a Paul ocasionalmente y otra era querer tener sexo con él. 

   —Creí que habías dicho que era sucio —contesté. 

   —No dejo de pensar en ello —confesó éste, haciéndome sentir un pequeño tirón debajo del ombligo—. ¿Puedes creerlo? No dejo de pensar en ti desnudo, no sé qué es lo que me pasa. 

   Miré a Paul, sintiendo como lentamente mis ganas de besarlo incrementaban hasta un punto que no creí posible. Sentía que me estaba aprovechando de él, yo sabía que él era virgen y que lo mejor era darle oportunidad de experimentar con una chica para que decidiera que le gustaba más, pero sus últimas palabras me habían descontrolado. 

   Me froté contra él, haciéndolo gemir casi al instante, y entonces decidí que definitivamente iba a experimentar el sexo gay con Paul. 

   Seguí frotándome contra él, sintiendo como Paul se derretía entre mis brazos, acariciando mi cabello con fuerza para evitar que me separara mucho de él. Ni siquiera podía detenerme a pensar en quitarle la ropa, simplemente deslicé mi mano por debajo de su camisa para recorrer su torso, sintiendo como él se erizaba con cada toque que le daba. 

   —John... —chilló Paul, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, dándome acceso a su cuello, donde rápidamente me incliné a repartir besos—. Se siente bien —susurró, elevando sus piernas para dejarlas caer en mis caderas. 

   —Ni siquiera he empezado —susurré, metiendo mi mano a su pantalón y apretándolo por encima de la tela de sus calzones. Todo eso era demasiado extraño para mí, pero Paul no paraba de gemir debajo de mí, por lo que supuse que estaba haciendo las cosas bien. 

   Sabía lo elemental del sexo gay, que tenía que darle la vuelta a Paul y abrirlo con mis dedos. Quería hacerle muchas cosas, pero en cuanto sentí su mano dentro de mis pantalones, comenzando a masturbarme, todas las ideas se me borraron de la cabeza. 

   Paul no era malo masturbándome, y el hecho de que fuera zurdo mejoraba las cosas para evitar que nuestros brazos chocaran. No tuve certeza de cuanto tiempo pasamos así, hechos un manojo de piernas y brazos, comenzando a sudar entre gemidos y chillidos, hasta que finalmente Paul terminó en mi mano, manchando su ropa interior. A pesar de ello, no se detuvo hasta que me vio arquearme y terminar en su mano, con un montón de gemidos de por medio. 

   Me quedé recargado en su pecho, recuperando la respiración e intentando detener mi culpa al pensar en que me había puesto a fajarme a mi mejor amigo virgen. 

   A pesar de mi vergüenza extrema, no mencioné nada sobre lo mal que me sentía por haber deseado llegar más lejos con él. Y Paul tampoco dijo nada mientras ambos nos limpiábamos con papel y salíamos de la casa de Mimi. 

Sweet Creature. [McLennon]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin