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13 de abril de 2017

Camina por las calles a paso apresurado. La lluvia, el viento frío y los carros pasando a gran velocidad, no le ayudaban. Va enfundada en un abrigo negro pero está empapada hasta los huesos. Está tiritando, abrazándose a sí misma y resguardando, muy bien, el objeto que tiene entre manos. Tomó precauciones y lo envolvió en plástico, así que no es gran problema.

Al llegar a la gran cerca, guarda en objeto en su abrigo y pasa por los barrotes. Es tan delgada que cabría en cualquier lugar. Se fija que nadie la observe y va a paso rápido, cuidándose de los sensores y cámaras de seguridad. Conoce a la perfección el terreno porque ya ha estado ahí, un par de veces, y ha estudiado a detalle todo el lugar. Normalmente lo dibuja en uno de sus cuadernos y luego lo repasa una y otra vez hasta formar un plan perfecto en el que pasé desapercibida.

Llega a la gran puerta de madera, y extiende su mano, su corazón late a toda velocidad y recarga, ligeramente su cabeza sobre ésta. La lluvia la sigue amedrentando pero ella está feliz de estar ahí. Casi puede imaginarse estar adentro con él, en aquella chimenea, sentada sobre su regazo. Casi se ánima tocando la puerta y llamarlo, pero no puede, no tiene el valor de hacerlo. Saca el objeto, una carta, y le quita el plástico. Cuidando que no se moje, se acuclilla y pasa la carta por debajo de la puerta, soltando un suspiro de alivio.

Se levanta con rapidez y así como llegó, se va. Sin dejar rastro alguno. 

Querido, BatmanWhere stories live. Discover now