12

308 33 2
                                    

16 de mayo de 2017

Habían pasado días desde la última carta y ya no hubo más. Nada. 

Estaba inquieto, desesperado y mordiendo su uña cada tanto. Llevaba un mes buscando a la responsable de las cartas y por más seguridad, o vigilancia que hacía, no lograba dar con ella, o alguna pista acerca de su paradero.

¿Quién demonios era esa chiquilla astuta?, pensó.

También le intrigaba, con cada carta, cada palabra y cada burla que dejaba, hacía que su pecho se llenara de algo extraño, incomprensible, nuevo. Su ritmo cardiaco se aceleraba, solo un poco, al saber que había otra carta esperando por ser abierta. Alfred sonreía con cada acción, porque aunque Bruce no quisiera admitirlo, las cartas misteriosas le importaban, mucho. Hacían mejor su día, con su simpleza e inocencia. Cada vez esperaba ansioso alguna carta, y ésta, siempre le sacaba alguna sonrisa inconsciente y sincera. Dejándolo más confundido cuando pasaban uno o dos días y no había carta alguna.

Resopla por quinta vez, frustrado y le da un golpe al escritorio. Éste, truena y gime antes el impacto, seco y duro, pero a Bruce no le importa. Alfred llega con un poco de té, para calmar sus nervios, pero el hombre lanza las cosas del otro lado de la estancia, fragmentando todo.

Alfred, un poco cansado de su comportamiento, decide que es mejor dejarlo solo y se va a investigar a ver si no hay algún atraco o robo en la ciudad.

Bruce pasea de un lado a otro, pensando en alguna posibilidad para descubrir quién es la misteriosa chica pero, porque hiciera lo que hiciera, ella siempre iba un paso delante de él y eso lo irritaba, lo ponía temperamental.

Alfred, llega 10 minutos después, para informarle acerca de un altercado que está haciendo el guasón, de nuevo. Suspira, y va a prepararse. Se pone su traje, con sus accesorios y se monta a su batimóvil. Las luces de donde estaba el vehículo, se prenden, dejando ver algo blanco sobre el cofre. Bruce, intrigado y confundido, se baja con cautela y va hasta donde está la cosa.

Al acercarse se da cuenta de que es un sobre. Una carta, piensa. Una carta de ella. Una sonrisa, ladeada y brillante, se forma en sus labios y toma la carta. La abre a una velocidad impresionante y comienza a leer.


Hola Batsy.

Espero encontrarte está noche.

CW.


Su pecho se vuelve a inflar, llenándose de aire y un sentimiento desconocido, pero agradable, hacia su persona. Pega la carta a su pecho, inconsciente, pero cuando vuelve a la realidad, niega con la cabeza y se pone manos a la obra.

Esperen... ¿Cómo había entrado a su casa, su fortaleza?

Se pregunta una y otra vez pero no tiene las respuestas.

Es más ágil y astuta de lo que pensé, se dice a sí mismo.

Guarda la carta –como pudo– en el traje y se monta, de nuevo, al vehículo. El motor ruge cuando lo prende y ruge aún más cuando aprieta el acelerador sin haber movido la palanca. Le gusta ese sonido, el de la adrenalina, creando una euforia en todo su sistema por derrotar a los villanos de Ciudad Gótica.

Pasa por un túnel lleno de luces, que parpadeaban cada segundo, cuando se da cuenta de otra cosa, algo que atrae su atención. En el vidrio hay algo escrito, pequeño pero notable para cualquier persona que preste atención. Se frena en seco y por el altoparlante le pide a Alfred que apague las luces, así lo hace. Saca una linterna de su cinturón e ilumina el vidrio, para dar con el mansaje.


Te espero esta noche, donde el guasón hace su ataque.

Grrrrr.


Atónito y asombrado por su destreza, se sube al vehículo, y conduce con más ánimo del habitual. Mataría dos pájaros de un tiro. Conocería a la chica misteriosa, y atraparía al maleante. 

Querido, BatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora