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Bruce termina de leer la carta y la deja sobre la gran mesa. Niega con la cabeza, sin expresión alguna y se acaricia la cien. ¿Cómo supo quién era él, su verdadero nombre? ¿Cómo se enteró de dónde vivía? Y lo más importante ¿cómo había entrado sin activar la alarma?

Todas esas preguntas rondaban en su cabeza y no tenían respuesta.

Toma la carta, con frustración y la gira simultáneamente, quemando su cerebro por averiguar sobre su verdadero paradero. Baja a su cueva, el lugar más tranquilo y pacífico que tiene, y automáticamente las luces se encienden, dándole la bienvenida a su presencia.

¿Y si era uno de sus enemigos que se hacía pasar por una supuesta fan?

Niega con la cabeza y piensa qué es mejor asegurarse quién es la responsable de la carta. Escanea el documento y espera los resultados, impaciente. Una luz cegadora barre el papel una y otra vez, buscando huellas. Se apaga y en la gran pantalla el resultado está cargando. Su pie se mueve con impaciencia y fastidio. Muerde uno de sus dedos por la inquietud, mirando la pantalla con atención.


No hay resultados.


Es lo que marca en la gran pantalla. Gruñe con molestia y va por la carta. Al estar aún, con un poco de luz, se da cuenta de algo en el papel, que pasó por alto. Más letras, pero estás están con otra tinta, tal vez la famosa tinta "invisible". La toma pero al quitarla, éstas se borran. Vuelve a ponerla a la luz y la lee, detalladamente.


Sabía que la escanearías. No soy cualquier principiante de tu trabajo. Te admiro, pero tome mis precauciones. No quiero que sepas quién soy. No aún.

Por cierto, no hallarás mis huellas porque usé guantes al escribir y entregar la carta. Suerte buscándome.

Con cariño, CW.


Una pequeña sonrisa se forma en los labios del murciélago, abrumando su pecho de un sentimiento diferente. Bien jugado, pensó. Guarda la carta en una carpeta y la mete en un archivero.

Se sienta, y gira sobre su silla, intentando averiguar sobre el seudónimo. Buscando en su base de datos, alguna mujer con aquellas iniciales pero ninguna lo convence, no se ven capaces de hacer lo que aquella chica misteriosa hizo. Su pecho se infla y su curiosidad se expande. Prestando sumamente atención a cada foto que va pasando.

Segundos después se da cuenta de lo absurdo que es pensar en alguien tan insignificante, únicamente por una carta, y desecha el material a la basura, arrugándola.

—¿Por qué lo hizo, Señor? —pregunta Alfred, serio y paciente, con una voz monótona, desde el otro lado de la habitación.

—No necesito esto —dice tajante y parándose, para regresar a la comodidad de su casa.

—Parece muy interesada —apunta, y lo sigue desde atrás. Suben por el elevador y Alfred no se da por vencido y lo ánima, como él sabe.

—Es solo una chiquilla —jacta, Bruce.

—Y si...

—Nada —lo corta bruscamente— necesito que vigiles, si ves que alguien sospechoso se acerca, tráelo ante mí —con esa orden, autoritaria y seca, se marcha, perdiéndose de la vista de Alfred.

Querido, BatmanWhere stories live. Discover now