Capítulo 17 (Mi pequeño fantasma)

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Al cabo de un rato llegamos a una heladería preciosa y con todo tipo de sabores, las mesas están ordenadas en filas, muy elegantes, nos sentamos en una que nos indica un mesero vestido con un gracioso traje de pingüino, y esperamos pacientemente por el helado -que conste que hablo por Damián, a mí casi me da un ataque-.

Se me hace raro que los meseros vistan de pingüinos, hasta que leo en la carta que el nombre de la heladería es: Polo Sur -qué original.

- No sabía que amaras tanto el helado.

Damián interrumpe mi profunda reflexión sobre los pingüinos.

Dice él mientras me pasa su plato, al ver que me he comido el mío y me he quedado con ganas de más -siempre que estoy con él me pasa (lo de quedarme con ganas de más)

-Si fueran a desaparecer las delicias del planeta y solo pudiera salvar una, sería el helado. -contesto mientras termino mi-su plato.

Damián es como el helado, frío y dulce al mismo tiempo. Mi helado...mi hueso... ¿Por qué todos sus sobrenombres tienen que ver con comida? Qué raro. -no es que me lo quiera comer ni nada por el estilo, creo-

Nos levantamos y nos vamos a un parque cerca de allí a tomar el aire, el ambiente es muy agradable, hay personas ejercitándose, otras entrenando, otras paseando a sus perros...en fin cosas de parques.

Yo me recuesto a un árbol y Damián se coloca justo en frente de mí, demasiado cerca. Me mira los labios fijamente, y muerde los suyos como si deseara que fueran otros los que estuvieran bajo sus dientes.

Desliza el dedo pulgar desde mi mejilla hasta una de las comisuras de mi boca ¿va a besarme?

- ¿Lo ves que eres una niña pequeña? Tenías helado en la cara. -me saca de mi dulce fantasía.

 -¡Idiota! ¡nos vamos a casa YA! -grito desilusionada.

-¿decepcionada? -pregunta con tono engreído.

-La verdad es que sí.

¡¡¡¡Ay no!!!! Lo dije en voz alta, yo y mi mala costumbre de pensar en voz alta ¡MIERDA! Cuando muera voy a pedir que me cosan la boca, solo por si las moscas.

-O sea, no... quise decir que... ¿tú que te crees?

Comienzo a decir pero me interrumpe con un beso tierno y corto, me mordisquea el labio inferior antes de separarse solo unos centímetros de mí para poder verme a los ojos. 

- ¿Era eso lo que querías? ¿Verdad? -alardea con una media sonrisa.

-¡Idiota!

Lo separo de mí de un fuerte empujón, y comienzo a caminar con pasos rápidos, pero él me alcanza y me hace girar de un solo movimiento, quedando yo de frente a él, con su brazo alrededor de mi cintura para que no pueda volver a escapar y con la mano que le queda libre me agarra por la nuca y me atrae de nuevo a sus labios.

Nos fundimos en un maravilloso beso dulce y desesperado al mismo tiempo, apasionado con MAYÚSCULAS. Su lengua se va abriendo paso en mi boca y yo la dejo entrar, mientras sus manos viajan por mi espalda, enviando escalofríos al resto de mi cuerpo, o... quise decir... no es mi cuerpo el que acaricia y besa.

Me separo de él cuando la idea cruza mi mente.

- ¿Besas a esta chica porque tiene un hermoso cuerpo? -pregunto con miedo de la respuesta.

- Beso a la chica que está adentro, porque aunque no pueda tocarlo tiene además de tener un cuerpo hermoso, un alma hermosa y una personalidad increíble. Beso a Adriana, a mi pequeña fantasma. -confiesa.

¡Wau! Eso sí que no me lo esperaba.

- No soy un fantasma -repongo.

-Si le quitas esa palabra a esa frase dice: mi pequeña. De igual modo sigues siendo mía.

Dice en un susurro y vuelve a besarme. Mi dulce helado de hueso -me importa un mono púrpura con dos narices que no exista ese tipo de helado- camina de mi mano casi todo el trayecto a pie hasta su casa.

Cuando llegamos yo salgo del cuerpo y entro con él a la residencia -pobre chica, no debe saber cómo llegó hasta ahí, pero igual gracias- Una vez dentro, su cara se torna oscura y fría con un notable matiz de odio en cuanto lo ve.

-¿Qué haces tú aquí? -ruge.

No soy un fantasmaWhere stories live. Discover now