HABITACION DE HOTEL

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Pov Lauren

Al  lado de mi trabajo hay un hotel al que eché el ojo hace mucho. Es el sitio perfecto, porque está fuera de Miami y por que aquí no puede vernos nadie que nos conozca. Así que, cuando quedo con ella, lo primero que hago es reservar una habitación por teléfono para el día convenido.

Ese día salgo de la Oficina demasiado pronto, mucho antes de lo que hemos quedado, porque quiero llegar antes que ella. Necesito un tiempo para estar sola antes de que ella llegue.

Quiero estar tranquila durante un rato en la habitación y que el tiempo que falta hasta la hora de la cita me ayude a tranquilizarme . Intento no pensar mucho porque, a veces, pienso demasiado. Intento no pensar en ella y pongo la televisión, pero me doy cuenta de que no veo nada, de que no me la puedo quitar de la cabeza: sólo con pensar en ella todo mi vello se pone de punta, como si ya la estuviera tocando. Estoy sentada en la cama y abro un poco los muslos de manera que mi clítoris se aplaste contra el colchón; ese contacto, esa presión, impide que pueda olvidar ni por un momento lo que estoy haciendo en esta habitación de hotel un martes por la mañana.

Estoy engañando a mi mujer, y ella va a engañar a la suya.

Por fin llama a la puerta, abro y entra Camila con esa sonrisa suya que tanto me duele. Al verla es como si me vertiera, como si todo lo de adentro saliera afuera; el corazón, la sangre, las tripas, el sexo, los músculos, todo se vacía y vuelve despues a llenarse en un movimiento que me incendia por dentro. Estamos de pie frente a frente, mirandonos. Ni siquiera nos hemos saludado porque yo, como siempre que estoy con ella, no sé que quiere de mi; no sé lo que ella preferiría que yo hiciera porque ella casi no suele hablar y yo, que me gusta contarlo todo, me quedo paralizada con su silencio. Entonces alza su brazo y restriega su mano cerrada contra mi boca hasta hacerme daño y, cuando ya me voy a quejar, abre la mano y me acaricia los labios con los dedos; con sus preciosos dedos, delgados y huesudos, que parecen hechos nada mas que para introducirse en todos mis orificios.

Su dedo perfila primero mis labios cerrados y después presiona para abrirlos, y ese mismo dedo recorre mis dientes y después mis encías para buscar mi saliva y con ella empapa mis labios. Por fin, cogiendome la cara con la otra mano, me abre la boca y me mete un dedo, dos, tres; y yo los chupo, los acaricio con mi lengua, los recorro, los succiono mientras ella los mete y los saca.

Después es su mano entera la que juega con mi boca, la palma de su mano la que aplasta contra mi cara; es su mano la que intento lamer y es su dedo pulgar el que me trago. Por fin se cansa de este juego y se decide a besarme. El beso de Camila, que reconocería ante cualquier otro beso, que es tan extraño, tan diferente. Mete su lengua en mi boca, la recorre entera, me muerde los labios, me llena la boca de su saliva.

Yo gimo y retrocedo, porque siento que me falta el aire, los pezones me duelen, el clítoris inchado y palpitante me avisa de la necesidad que tiene de que le toque y le descargue. Por eso quiero que su mano presione ahí: en el centro neurálgico de mi desesperación, aunque sea por encima del pantalon. Le cojo la mano y se la llevó hasta ese lugar, que me desespera y del que siempre me falta ella, se la aprieto contra mi. Pero aun no es el momento y por eso, desasiendo su mano de la mia, que busca retenerla en mi entrepierna, me da una bofetada que sirve para demostrar quien manda, por si me quedara alguna duda, quien manda ahi, por si no lo había entendido. Camila, naturalmemte.

Su bofetada, que ha dejado mi mejilla encendida y caliente me ata a ella más fuertemente que si pusiera una correa al cuello: así fue desde el principio, asi será siempre.

Entoces me sube la camiseta por encima de las tetas; ya sabe a estas alturas que nunca llevó sujetador. Me pellizco los pezones, me los acaricia primero con suavidad, despues con más fuerza, hasta que consigue ponerlos duros y rigidos y despues me los succiona.

Me desabrocha el pantalón y,  metiendo su mano por debajo de las bragas , la pone en mi coño y solo ese contacto ya supone un placer intenso que tengo que poner mi cabeza en su hombro y respirar hondo,  apenas me mantengo de pie.

Empieza a apretar el clítoris rítmicamente y siento que me voy a correr, pero Camila no quiere que eso ocurra y por eso cuando siente que ya estoy a punto, me empuja hasta la cama, me pide que me desnude y lo hago.

Me dice que habrá las piernas y lo hago. Y durante un rato que se me hace eterno me mira ahí, bien abiera, abierta para ella en realidad, y entonces se quita el abrigo (aun no lo había hecho). Lo deja en una silla y saca del bolsillo un dildo, y se lo pone  despacio y con cuidado.

Normalmente, no me gusta nada que me penetren pero, en casos excepcionales, sin embargo, es lo que me da más placer. Disfrutó cuando es una mujer que me gusta mucho, no lo soporto si es un hombre o alguien que no me interesa demasiado.

Me gusta mucho cuando esa mujer me gusta tanto que necesito que me llene y que entre dentro me gusta sentirme abierta y vulnerable y penetrada y poseída cuando esa persona puede de verdad poseerme, y Camila es la única que puede. 

No me corro solo con el dildo,  pero si me toca el clítoris al mismo tiempo, ella o yo misma entonces el orgasmo es intenso y muy, muy profundo. Yo misma me masturbo ahora, porque Camila esta con una mano en el dildo y con la otra tiene los dedos en mi boca.

Siempre me corro mejor si tengo algo en la boca podría decir que esta persona que tiene una mano en mi boca y otra en mi coño,  esta persona a la que nunca veo pero con la que siempre sueño,  es lo más importante que me ha pasado en  la vida, pero si lo dijera puede que no le gustara oirlo,  así que no digo nada y me dejo llevar por el placer que ya viene y que me llevará muy lejos, allí donde siempre quiero estar porque no hay un lugar mejor que ese.

Me corro profunda,  larga y silenciosamente porque no soy muy escandalosa en el orgasmo. Siempre me contengo para gemir o gritar.

Camila se desnuda y se pone encima de mi y yo comienzo a acariciarle la punta del clítoris con la misma Indecisión de siempre, porque me amenazan los nervios con ella,  solo con ella me puede. Esta empapada,  esta chorreando,  así que es fácil deslizar el dedo. 

Y no dice nada, no dice lo que le gusta y lo que no,  así que me muevo entre tinieblas con respecto a ella.

Finalmente, cuando comienza a correrse, grita y jadea sobre mi hombro y un líquido caliente mancha mis muslos, esta eyaculando mientras su placer parece inmenso y largo.

Sex (one-shots Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora