Capítulo Nº 1

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Dedicado especialmente a la reina
del romance juvenil wattpadiano, ZelaBrambille

Una persona a la que valoro mucho 
y con la que extraño conversar.


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Nunca olvidaría el día en que el calor azotó la ciudad con más fuerza. No era inolvidable para mí por ser el día más caluroso del año, sino porque ese día me volví durante una hora el hombre más afortunado del mundo.

La única vez que me había sentido tan feliz, o al menos que yo recordara, era en mi infancia. Una tarde donde caí de la bicicleta y me herí la rodilla, recuerdo que entré llorando a mi casa y le conté a mi madre. Ella entonces había sanado ese raspón, me besó una mejilla y me hizo un delicioso té de rosas. Fue la primera vez que probé té de rosas y la primera donde mi madre me enseñó a prepararlo. Algo tan sencillo como preparar té me había llenado de felicidad, pero eso jamás se lo conté a nadie. Un niño debería ser feliz por jugar al fútbol, por el comienzo de las vacaciones, pero no por preparar diferentes infusiones. Y yo no quería que nadie se riera de mis tontos sueños y ambiciones.

Y ese día de verano, ese donde me volví el hombre más afortunado del mundo, lejos de toda inocencia infantil y de pensamientos puros, me llevó a ese pasado inolvidable y esa extraña felicidad. Me sentí otra vez como ese pequeño niño que aprendía a preparar infusiones deliciosas.

Por ser el día más caluroso del año Becky nos había invitado a mí y a Eric a la piscina de sus padres, aunque lamentablemente para él también había invitado a sus hermanos. Sería una fiesta pequeña, sin mucha gente y solo sus amigos más cercanos, por lo tanto era mi oportunidad de estar más cerca de ella sin la interrupción del imbécil de Ian y, también, era la oportunidad de Eric de volver a intentar conquistar a Christine –y de verla en bikini, ¿por qué no?–. Sin embargo, antes de viajar hacia lo de sus tíos, Eric se encerró en su habitación gritándome que no pensaba ir.

—¡Escucha, idiota, no puedo ir sin ti! ¿Entiendes? Iremos los dos, nos divertiremos y luego volvemos a casa, yo pago todo el viaje —le dije al apoyar mi oído en su puerta, buscaba oír qué estaba haciendo allí adentro, si se estaba masturbando en un momento como ese lo golpearía.

—¡Dirás que tu madre paga todo el viaje! —gritó desde adentro.

—¡Ey! Es mi dinero, no estuve fregando platos todo el día en ese asqueroso restaurante de mala muerte para que le des el crédito a mamá. —Intenté abrir la puerta pero estaba trabada—. Vamos, Eric, habla conmigo, ¿qué es lo que pasa? ¿Te salió un grano en medio de la frente o qué?

Lo oí tropezar con un par de cosas, insultar por lo bajo y, luego de unos instantes, llegar hasta la puerta para poder abrirme. No le di tiempo a explicarse ni nada, pateé la puerta para poder abrirme paso y miré allí dentro, buscaba lo que estaba escondiendo. Sin embargo, todo estaba en orden y esa pequeña habitación llena de posters de bandas musicales, alguna que otra mujer hermosa y en colores sobrios estaba exactamente igual que siempre. Lo único diferente era la ropa desparramada por el suelo, lo cual era atípico viniendo de Eric, tan ordenado.

Pequeños sorbos de téDonde viven las historias. Descúbrelo ahora