5

1.6K 36 2
                                    

Violencia cotidiana

Todos pasamos por esos días malos en los que nos preguntarnos: «¿Para qué me habré levantado?». Desde que comienzas tu jornada todo puede ocurrir: sales a la calle, paras al colectivo y el chofer te grita que te apures cuando es él quien
se detuvo a dos metros de la parada; llegas a tu oficina y tu jefe, de mala manera, te da el listado de todo lo que debes hacer en el día; un compañero de trabajo te empuja y te dice que te corras de mala forma, y esto es nada mis el principio: pura violencia, como si el maltrato y las malas contestaciones cotidianas fueran comunes y debiésemos acostumbrarnos a ellas.

Socialmente, expresar la ira es algo permitido para los hombres; sin embargo no lo es tanto para las mujeres, a quienes se les enseña a no perder la calma y los buenos modales. Como dectamos esto no es as8 con los hombres, a quienes se los estimula para que manifiesten su enojo. Es más, pareciera que se es más macho si se es mis violento o iracundo; por el contrario, los pacificos o tranquilos muchas veces son tildados de amanerados o femeninos.

Sin embargo, ninguno de estos mandatos culturales tienen real asidero: hombres y mujeres podamos expresar lo que nos enoja o disentir en aquello con lo que no estamos de acuerdo; el tema es encontrar la forma correcta para dar a conocer nuestras opiniones y emociones.

El sentirnos imposibilitados de no poder responder correctamente a la violencia que el otro ejerce sobre nuestras vidas nos llena de frustración, angustia y hasta muchas veces de resentimiento. Sin darnos cuenta, la violencia verbal recibida, paulatinamente nos lastima y nos descalifica, colocandonos en un lugar de letargo y adormecimiento donde nada pasa.

Piensa en alguna situación de enojo que hayas vivido: ¿no dijiste alguna ve?, «¡Mejor no le contesto!» , y ¿acumulaste más bronca? En ese caso, seguramente preferiste dejar pasar las cosas, a expresar la ira y el enojo. Tal vez escondiste ese dolor y esa ira, tratando de no ocasionar más problemas, más crisis, cediéndole así más poder al agresor de turno.

Por lo general, los no violentos toleramos, soportamos, aguantamos y no expresamos ni nos deshacemos de esa violencia verbal que a diario recibirnos.

Aldo Huxley decía: « Los hechos no dejan de existir por el simple hecho de ignorarlos» .

Tú no puedes vivir la vida aceptando la violencia que otros ejercen sobre tu existencia: necesitas aprender a liderar tu propio destino y a poner límite a la agresión verbal que recibes a diario.

Poder poner límites a la ira y a la violencia verbal es salud.

Encontrar el momento y el lugar correcto donde poder hablar acerca de lo que nos sucede es saludable.

Necesitarnos aprender a descargar nuestra ira en sanas condiciones. La violencia verbal debilita nuestro interior y nos hace sentir no aptos para alcanzar todo aquello que queremos lograr. Tal vez te preguntes: « ¿A partir de cuándo dejé que esto me pasara?» . Lo más probable es que la desvalorización haya comenzado con severas críticas de aquellos a quien nosotros mismos le dimos el poder de lastimarnos.

Identifica cada palabra que te molesta y te lastima y no te permitas recibirla más.

Enfrentar el camino más largo a veces es más cansador y requiere de mayor perseverancia, pero seguramente te llevará al éxito.

Necesitas enfrentar lo que te perjudica, no esperes que lo haga el otro. Tu objetivo es liquidar esa violencia que los demás ejercen o ejercieron sobre ti, evitar dañar tu estima y tu identidad. Al violento le sirve ser como es, le trae beneficios, pero ¿a ti?

Claro que no te trae beneficios, sino menosprecio y desvalorización.

• ¿Por qué no podemos contestarle a ese jefe malhumorado?

• ¿Por qué no podemos poner límite al maltrato emocional y a la manipulación verbal?

El problema siempre es interno, no externo y nos urge resolverlo desde adentro, sin esperar que sea el otro el que cambie. Tu mejoría no depende de los exámenes de conciencia ajenos; hay un momento en que es necesario responder. La meta es aprender a expresar la ira.

Necesitamos diferenciar cuándo nos callamos por sabiduría y cuándo lo hacemos por temor a expresar lo que sentimos.

Reconoce toda palabra que te lastima y recházala; aprende a aceptar todo lo que te promueve y te estimula, a concretar tus sueños y tus objetivos.

Hermann Hesse, decía: « Yo soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca, y aún lo soy, pero ya no busco en las estrellas ni en los libros: empiezo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mi interior» .

Poner un freno a la violencia verbal mejora y sana nuestra estima, nos habilita a elegir correctamente y a estar en paz con nosotros mismos.

Gente tóxica.Where stories live. Discover now